El rol del laico: El más común de los carismas en la Iglesia

La Cruz solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella

(C) Pexels
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Tengo la impresión que el documento que reestructura la Curia Romana (Predicate Evangelium), ha hecho que afloren nuevamente algunas interpretaciones que no se acercan a lo que el Magisterio de la Iglesia ha recogido en sus documentos sobre el rol del laico en la Iglesia Católica.

Entre algunos clérigos y canonistas sigue estando presente, “la falsa eclesiología” -en palabras de Pedro Rodríguez[1]-, “de configurar al laico como encuadrado en organizaciones cuyos staff los representan ante la jerarquía eclesiástica y la comunidad misma”, o “aquellos grupos de fieles comprometidos, comprometidos paradójicamente, las más de las veces, con actividades eclesiásticas oficiales”.  De este modo, no llegan a comprender la profundidad que la Constitución Dogmática Lumen Gentium, señala sobre la misión propia de los fieles laicos en la Iglesia. “A los laicos corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios”[2].

Ciertamente, no extraña que estas interpretaciones incompletas de la misión de un fiel laico se den en los contextos de la curia o de las órdenes religiosas. La vida consagrada difiere mucho de la vida civil -en la perspectiva de su relación con la sociedad. El origen de la vida consagrada se remonta hasta la la paz constantiniana (a. 313): una vez conseguida la paz en la sociedad del imperio, algunos ascetas cristianos buscaron retirarse al desierto para encontrar la paz interior que les permitiera la unión mística con Dios[3]. Es decir, según esta visión, el siglo -la sociedad- no sería el lugar para encontrarse con Dios, porque las actividades ordinarias, la carga familiar, el mismo hecho de tener que trabajar significarían un obstáculo muy difícil de superar para un alma que deseara vivir metida en el Señor. Y a partir de allí, se construye durante dieciséis siglos una cultura y un modo de vivir la fe, externa a la realidad civil.

Como consecuencia de esta cultura de la fe, la aproximación eclesiológica a la vida de fe de un fiel corriente, el modo de considerar cómo han de vivirse las virtudes humanas con sentido cristiano en una sociedad civil, y la conceptualización de la libertad de los hijos de Dios, ha tenido, y en algunos autores sigue teniendo, muchos rasgos del modo de ser de la vida consagrada o del ámbito clerical. Con qué facilidad, por ejemplo, se identifica la pobreza con la renuncia absoluta a los bienes económicos; y en cambio, cómo cuesta que el entorno eclesial vea que ella puede modalizarse en formas y modos que se ajustan a la realidad y posición en la sociedad del fiel laico, pero siempre con una disposición interior que refleje el desprendimiento de los bienes temporales.

Por eso, en ocasiones me gusta decir que recién ahora estamos diseñando el modo de vivir en cristiano en la sociedad civil. No se han cumplido aún cien años que San Josemaría Escrivá de Balaguer reintrodujo en la Iglesia Católica -por inspiración totalmente sobrenatural y no por inspiración propia- la verdad de que el laico está llamado a hacer la Iglesia, por la misma gracia bautismal, con su vida profesional y familiar, entre sus relaciones sociales o políticas: entre sus amigos y colegas. Por eso, a quienes hemos tenido la gracia de descubrir que esta es nuestra llamada en la Iglesia; a nosotros, nos toca inaugurar y esculpir esos modos que por sí difieren de los que corresponden a la vida consagrada. Podría afirmar, que aún estamos estrenando y encontrando el modo cómo un directivo de empresa vive la pobreza cristiana; cómo una madre de familia que tiene también una labor profesional vive una vida contemplativa; o cómo vive la obediencia cristiana un universitario.

Me gusta también considerar el hecho de que cada cristiano es único, que la llamada a la vida que cada uno de nosotros ha recibido obedece a una vocación única y específica, que solo puede cumplir él. El Apocalipsis recoge esta realidad con una afirmación que nos permite percibir este sentido único de misión que tiene toda vida cristiana: “al vencedor … le daré también una piedrecita blanca, y escrito en la piedrecita un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe”[4]. Por tanto, tras la palabra laico no deberíamos hacer nunca una lectura única del término carisma, sino ver que esa realidad, es un sustrato común[5] que abarca infinitas modalizaciones, cada una de ellas según la especificidad y singularidad de cada fiel laico.

Pero ¿Cómo un fiel laico operativiza este carisma en la Iglesia?

Esencialmente a través de su labor profesional. La labor profesional es el mayor aporte del fiel que vive en una sociedad: con él resuelve las necesidades de otros; y con él, también, se desarrolla a sí mismo; y se vuelve capaz de acoger y sostener a otros, en primer lugar, a su propia familia. El trabajo se convierte en el medio principal de la vida eclesial de un fiel laico cuando su trabajo sirve; cuando tiene auténtica perfección humana, es capaz de generarle prestigio y reconocimiento entre sus colegas; y se hace por amor a Dios. Una labor profesional hecha así es una fuente de unión con el Señor y con los demás hombres. Una realidad que San Josemaría Escrivá de Balaguer recoge con una plasticidad y viveza extraordinaria en un punto de Camino[6]:

…al levantar la vista del microscopio la mirada va a tropezar con la Cruz negra y vacía. Esta Cruz sin Crucificado es un símbolo. Tiene una significación que los demás no verán. Y el que, cansado, estaba a punto de abandonar la tarea, vuelve a acercar los ojos al ocular y sigue trabajando: porque la Cruz solitaria está pidiendo unas espaldas que carguen con ella.


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Referencias

[1] Rodríguez, P. (2022). La identidad teológica del laico II. Obtenido de https://www.almudi.org/articulos/16620-la-identidad-teologica-del-laico-ii, el 4 de febrero de 2023.

[2] Lumen Gentium. Constitución dogmática sobre la iglesia. Número 31. Obtenido de https://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_const_19641121_lumen-gentium_sp.html, el 4 de febrero de 2023.

[3] Los Padres del Desierto. Obtenido de https://es.wikipedia.org/wiki/Padres_del_Desierto, el 4 de febrero de 2023.

[4] Apocalipsis 2, 17. Obtenido de https://www.bibliatodo.com/la-biblia/La-sagrada-biblia-edicion-eunsa/apocalipsis-2, el 4 de febrero de 2023.

[5] Rodríguez, P. (2022). La identidad teológica del laico II. Obtenido de https://www.almudi.org/articulos/16620-la-identidad-teologica-del-laico-ii, el 4 de febrero de 2023.

[6] Camino, punto 277. Obtenido de https://www.escrivaobras.org/book/camino-punto-277.htm, el 4 de febrero de 2023