Soy mamá sola
Mi propia condición de vida me ha llevado al activismo social a favor de las madres solas, como promotora de sus derechos y los de sus hijos. Cuando mi hija Sofia tenía un año y medio su padre se fue de la casa para vivir de nuevo en soltería después de un periodo prolongado de maltrato psicológico hacia mí. Al verme en la necesidad de encontrar un segundo empleo y superar las necesidades de cuidados y supervisión de mi pequeña hija, empecé́ a ver cuántas mujeres tenían la misma situación que yo atravesaba, y con todo eso mi vida era más o menos manejable, me puso en conciencia de los avatares de las madres solas y trabajadoras para asistir tranquilas a sus centros de trabajo sabiendo que sus hijos estaban bien, sobre todo el enorme esfuerzo que hacían para cobrar una pensión.
En la Ciudad de México, de donde soy oriunda, logré la creación de un registro de deudores alimentarios morosos en el año 2011; hoy 12 estados lo tienen y pretendo que este mecanismo sea una realidad a nivel nacional, de hecho, estamos esperando el dictamen senatorial, ya que pasó por unanimidad en la Cámara de Diputados.
Las madres solas son la tercera parte de las familias latinoamericanas y la incidencia va en aumento. Las “madres solteras”, son jóvenes que no consolidaron una relación formal con el padre de sus hijos—la mayoría de las veces debido a su propia inmadurez— forman parte de este grupo, pero el grueso está compuesto por mujeres sin pareja a causa de diferentes factores como: migración, violencia, discapacidad de los hijos, enfermedad, viudez, autonomía, machismo, etcétera.
Un problema de grandes dimensiones
La maternidad sin pareja en América Latina representa una enorme deuda moral y social, sin embargo, hay países cuyas legislaciones y políticas públicas están mucho más avanzadas como Chile, Argentina, Perú́ y Costa Rica. La situación en mi país es dramática, me preocupa que aún habiendo leyes que observan los derechos de las jefas de familia, no ha sido posible garantizar el pago de la pensión alimenticia y otros derechos irrenunciables de los hijos. Esta condición ha provocado pobreza, marginación, falta de oportunidades y otras grandes desventajas para los hijos de madres solas y para ellas mismas, que los gobiernos ven con indiferencia y hasta hay acciones deliberadas para invisibilizar a las madres solas como en el caso de México, en que es prácticamente imposible para el 80% de las mujeres lograr que se movilice el aparato judicial a fin de cubrir el derecho de los menores de ser acreedores a una pensión alimenticia, así́ como a obligar la participación activa del padre en la crianza y en la educación de sus hijos.
Una de las principales causas de injusticia y desigualdad
Veo con mucha tristeza e impotencia que este factor social, que causa tanta injusticia y desigualdad para una tercera parte de las familias latinoamericanas, (en algunos países la incidencia es mayor como Guatemala, Perú́, Bolivia, Nicaragua, etc.) parezca no tener remedio. La realidad en América Latina es en este caso y en mucho más, muy paradójica; por un lado, es la región en la que conviven situaciones de desarrollo muy desigual, grandes asimetrías de poder y, por otro, es donde viven más de la mitad de los católicos de todo el mundo.
Desafortunadamente los esfuerzos de organizaciones sociales y religiosas no han alcanzado tampoco a atender — en su real necesidad—, a las familias jefaturadas por una madre que actúa casi en la mayoría de las veces en solitario, sin la ayuda del padre de los hijos, y peor aún, en muchas ocasiones, con una deliberada actitud negativa del progenitor obligado, para que los menores hijos no reciban ese apoyo económico y moral. Es urgente, que tanto jóvenes y niños como las propias mujeres puedan gozar de más inclusión social y se atiendan sus derechos contemplados en las leyes. Una de las garantías individuales que presume México en su Carta Magna, artículo cuarto, es la existencia de un Estado solidario que, a falta del cumplimiento de las obligaciones del padre, esté (el Estado) habrá́ de cubrir sus necesidades más elementales. Parece una letra muerta.
Madres a punto de tirar la toalla
Las mamás que ejercen como pueden la crianza sin la ayuda del padre de sus hijos, están muy agobiadas por el exceso de responsabilidades y eso es preocupante. Aunque trabajan dobles jornadas, cada vez están sin menos recursos y más invisibilizadas. Por parte de los empleadores se dan muchos casos de abuso y explotación porque saben que son esas mujeres quienes menos van a dejar el puesto de trabajo por la necesidad de alimentar a los hijos. Son mujeres que se adaptan al salario que les pongan y no alzan la voz para que no se noten y no se les despida del empleo.
Así mismo, por lo general, son madres que no reclaman derechos laborales por el mismo motivo y no acuden a los juzgados a demandar una pensión alimenticia porque muchas de ellas ni siquiera saben que existe esa posibilidad, y otras han oído que no vale la pena perder el tiempo ya que el padre paga hasta seis meses cuando mucho, si es que sacó fianza, para exhibirla en el juzgado familiar pero luego se le olvidan los hijos, sobre todo una vez que el juez dio por concluido el proceso judicial. En otras ocasiones las propias madres no le dan seguimiento al juicio de pensión porque no quieren faltar al trabajo o porque no tienen dinero suficiente para pagar un abogado. Hay veces en que el padre de los hijos amenaza a la madre con quitarle a los niños, o hacer un alboroto en el trabajo, en la familia y/o en el vecindario, si se deciden a ir a los juzgados a solicitar lo que por derecho les corresponde.
Invisibilizadas hasta en los censos de población
A falta de recursos para emprender una vida independiente, la mayoría de las madres jefas de familia vive “arrimada” con su familia de origen, y no se le contabiliza como familias monoparentales en los censos poblacionales porque se les cataloga dentro de las llamadas “familias ampliadas”, es decir compartiendo el techo con la familia de origen porque no alcanza el salario para pagar una renta y en el fondo, porque saben que ahí́ les cuidan a los hijos, sobre todo actualmente que el gobierno erradicó el programa estatal de guarderías infantiles.
La pensión alimenticia es un derecho irrenunciable
Entre las causas por las cuáles las mujeres no luchan por una pensión alimenticia está también el hecho de que en muchas ocasiones se recibe de manera muy condicionada la obligación por parte del padre. Una señora me dijo en uno de los círculos de encuentro de madres solas que organizo: “Yo tengo mi dignidad y no quiero dádivas”. Y es que en la mayoría de los casos el padre de los hijos cree que la pensión alimenticia es algo que él “concede” dar, y que, por ese hecho, se les puede castigar a las madres jefas de familia por cualquier cosa para no otorgarla, o porque el deudor alimentario cree que “el que paga manda”. La señora decía en la reunión con otras mamás: “a cambio de una raquítica pensión ahí́ está el señor persiguiéndome, al que corrí porque un día me quería matar, creyendo que tiene el permiso para meterse en la casa a mandar y en ocasiones hasta quiere meterse de nuevo en mi cama cuando ya tiene otra que le cumpla, porque dice que él tiene derechos quesque porque me da pensión”. La señora también comentó en esa ocasión que le es muy difícil estar yendo a los juzgados porque si falta la corren — como sucede con frecuencia— y que no quiere darles pretexto a sus empleadores para echarla de la fábrica. “A veces no sé bien qué hacer o con quien cumplir, estoy metida en un callejón sin salida”.
Por el interés superior de la infancia
Creo que perfeccionar las normas es importante, pero lo es más el que en este país se deje de ver “normal” que un padre se desentienda de sus hijos en todos los sentidos y hasta se hagan bromas y se trivialice la actitud machista de dejar “regados” hijos por todos lados sin darles lo que por derecho les corresponde. Y eso es, antes que nada, la atención y el cariño de ambos padres.
En este país como en algunos otros, la pensión alimenticia parece más una dádiva, como decía la señora, que muy pocos padres otorgan y no una obligación que deben cumplir por ley. En realidad, es más que eso, la pensión es un compromiso moral y de vida con los hijos. Ellos deben ser la más alta prioridad, y en mi país todo debe apuntar al interés superior de la infancia, o por lo menos así́ se ha comprometido México no solo con sus propias leyes sino en múltiples tratados, convenciones y normas internacionales que tiene que asumir.
El hijo o hija cree que no es importante para el padre
En lo personal creo que el hijo que no recibe de sus padres el amor y respeto que le toca, se siente en desventaja y con frecuencia se pregunta con vergüenza y culpa: “¿Qué estoy haciendo mal para que no me den lo que merezco? ¿Acaso no valgo lo suficiente?” Crece con un sentimiento de inadecuación y desamor que por lo general propicia una baja autoestima, y eso en ocasiones provoca conductas autodestructivas e incluso delincuenciales. Hay un estudio de la investigadora mexicana del Colegio de México Elena Azaola, realizado con una muestra estadística bastante grande y significativa de reclusos del país, en la que se descubrió́ que, en su gran mayoría (80%), a los 12 años ya tenía una situación de desvinculación con su familia, casi siempre viviendo con la madre, lejos del padre, que casi siempre es, además, violento.
Paternidad responsable
Con respecto a las necesidades insatisfechas de las madres solas, en general, son muchas y dependiendo de cada mamá, en lo particular, se agregan las más diversas. Les preocupa no pasar el tiempo suficiente con los hijos y, en ocasiones, la falta de ayuda en la supervisión de ellos durante el tiempo que no están en casa propicia un desarrollo deficiente que tienen que sumar a su desorientación generacional, atribuida también a los conflictos que les crea la ausencia del padre y la poca presencia de la madre que trabaja. Y es que la participación de los padres en la educación de los hijos y el acompañamiento emocional es realmente lo que los ayuda a formarse más integralmente. No es el solo hecho del pago de la pensión sino todo lo que involucra una paternidad responsable. Creo que, definitivamente, la figura del padre es insustituible y que el pago de la pensión los acerca, así́ sea para cuidar sus intereses, sin embargo, tiene que hacerlo de una forma respetuosa para que además no haya necesidad de ver al padre con restricciones de parte del juzgado.
Unidos podemos
Confió en que las condiciones para las madres que educan a sus hijos en solitario mejoren. Hoy en día las familias más pobres son las que están jefaturadas por una mamá que no alcanza a cubrir las necesidades más apremiantes de sus hijos. Caen en el grupo de pobreza alimentaria y van formándose en la fila de lo que el Papa Francisco ha llamado “los descartados, desheredados, invisibles, excluidos, descampados, heridos… los nuevos esclavos”. Desafortunadamente los esfuerzos de la sociedad civil no han podido realmente incidir de forma significativa en políticas públicas y de trabajo o en las leyes para hacer que los padres se hagan cargo de la pensión alimenticia y más aún se den cuenta que lo más importante es la “pensión emocional”. Como Iglesia, los laicos podemos seguir influyendo en la búsqueda de la justicia para las madres solas y sus hijos desde absolutamente cualquier trinchera.
Julieta Lujambio F (Comunicadora mexicana, activista por los derechos de las madres solas y sus hijos y exalumna de la Academia Latinoamericana de Líderes Católicos)
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