El regreso de la hipótesis de Dios

Descubrimientos científicos clave según Stephen Meyer

En una extraordinaria conferencia en Cambridge, en agosto 2024, Stephen Meyer presentó cómo los descubrimientos científicos recientes han reabierto el debate sobre la existencia de Dios dentro de la ciencia. Basándose en su libro Return of the God Hypothesis, Meyer destacó tres descubrimientos fundamentales: el origen del universo, el fine tuning y la información digital en el ADN. Según Meyer, estos hallazgos desafían el paradigma materialista predominante y respaldan la idea de un diseñador inteligente.

El origen del universo: un comienzo que incomodó a muchos

Meyer comenzó explorando el origen del universo, centrándose en el descubrimiento de Edwin Hubble en los años 1920 sobre la expansión del cosmos. Al observar que las galaxias se alejan unas de otras, Hubble concluyó que el universo se está expandiendo. Por lo tanto, al retroceder en el tiempo, este proceso apuntaba a un punto de inicio definido: el Big Bang. Una idea a la que muchos científicos se resistieron.

Albert Einstein, por ejemplo, introdujo inicialmente en sus ecuaciones una “constante cosmológica” para evitar aceptar un universo dinámico. Sin embargo, después de visitar el observatorio de Hubble y revisar los datos, Einstein admitió: “estaba equivocado”; y calificó su resistencia inicial como “el mayor error de mi vida”.

En Cambridge, otros físicos, como Sir Arthur Eddington, también mostraron su incomodidad. Eddington llegó a afirmar: “filosóficamente, la noción de un inicio del orden presente me resulta repugnante.” A pesar de sus reservas, la evidencia acumulada por Stephen Hawking y Roger Penrose en los años 60 confirmó que el universo tuvo un origen específico, similar a lo que Meyer llamó “creación ex nihilo” (creación a partir de la nada, en latín).

Meyer argumentó que este descubrimiento es coherente con la perspectiva teológica, en particular con la frase inicial del Génesis: “En el principio”. Este no es el tipo de universo que esperaríamos si el materialismo, la creencia de que la materia y la energía son eternas y autosuficientes, fuera cierto. En cambio, la evidencia apunta a una causa más allá del universo físico.

El fine tuning del universo: una firma de diseño inteligente

El descubrimiento del fine tuning del universo es uno de los pilares más convincentes en la hipótesis de un diseño inteligente. Este concepto se refiere a cómo las constantes y condiciones iniciales del cosmos están ajustadas de manera tan precisa que incluso una pequeña desviación haría imposible la existencia de vida. Físicos como Fred Hoyle y Sir John Polkinghorne, ambos con conexiones profundas a Cambridge, exploraron este fenómeno y reconocieron que había una asombrosa precisión.

Fred Hoyle, inicialmente un opositor vehemente de cualquier explicación teísta, se sorprendió al descubrir que la formación del carbono, esencial para la vida, dependía de una secuencia extremadamente precisa de condiciones. Si la fuerza nuclear fuerte o la constante gravitatoria fueran incluso ligeramente diferentes, los átomos no podrían haberse unido para formar los elementos químicos que sustentan la vida. Esto llevó a Hoyle a declarar: “una interpretación de sentido común sugiere que una superinteligencia ha trabajado la física, la química y la biología, para hacer posible la vida.”

Sir John Polkinghorne utilizó una metáfora visual para describir el fine tuning: la «máquina de creación del universo». Imaginó un panel de control en el que cada constante física (la fuerza gravitatoria, la constante cosmológica, la masa de las partículas elementales) está configurada con una precisión exacta. Si alguna de estas constantes se modificara ligeramente hacia arriba o hacia abajo, el universo colapsaría sobre sí mismo o se expandiría demasiado rápido para formar las galaxias, las estrellas o los planetas. “El ajuste es tan preciso,” comentó Polkinghorne, “que no parece fruto del azar, sino de una configuración intencional.”

Este fenómeno se conoce como el principio antrópico, que sugiere que el universo parece diseñado específicamente para permitir la vida humana. Para Meyer, el fine tuning no es algo que esperaríamos en un universo gobernado únicamente por procesos aleatorios y ciegos. En cambio, señala hacia un diseñador inteligente que estableció estas condiciones fundamentales desde el inicio del cosmos.

El misterio del ADN: información digital en la base de la vida

El ADN es, sin duda, uno de los descubrimientos científicos más sorprendentes del siglo XX, y su complejidad sigue desafiando las explicaciones materialistas sobre el origen de la vida. En 1953, James Watson y Francis Crick, trabajando en Cambridge, revelaron la estructura de doble hélice del ADN. Sin embargo, lo más revolucionario no fue solo su forma, sino su contenido: el ADN es un portador de información digital. Como explicó Francis Crick en 1958 a través de su hipótesis de la secuencia, los nucleótidos del ADN, ordenados como letras en un alfabeto, funcionan como un código que dicta la construcción precisa de proteínas esenciales para la vida.

Este descubrimiento marcó un punto de inflexión en la biología molecular, pero en los años 1990 se alcanzaron nuevos hitos que ampliaron aún más nuestra comprensión sobre la naturaleza informativa del ADN. Durante esa década, el Proyecto Genoma Humano reveló que el genoma es un vasto depósito de instrucciones codificadas. Lo asombroso fue descubrir que esta información no es simplemente lineal, sino jerárquica y modular, similar a un sistema de software complejo en el que ciertas secciones activan o desactivan otras. Meyer explicó en su conferencia: “el ADN no es solo una secuencia ordenada de nucleótidos, sino un sistema de almacenamiento y procesamiento de información perfectamente organizado. Se comporta como un software sofisticado que regula la vida misma.”


En esa misma década, se descubrieron los mecanismos de reparación del ADN, que protegen y corrigen la información genética cuando se producen errores. Por lo que Meyer señaló: “el sistema de reparación del ADN es un claro ejemplo de cómo la información no solo está codificada, sino protegida. Es un mecanismo de defensa intrínseco que actúa como si hubiera sido diseñado para asegurar la estabilidad genética a largo plazo.” Este hallazgo sugiere un sistema de control altamente sofisticado, más allá de lo que podría esperarse de procesos aleatorios.

Otro descubrimiento fundamental fue el de las funciones críticas del “ADN no codificante,” antes etiquetado como “ADN basura.” Los estudios de los años 1990 revelaron que este ADN desempeña un papel clave en la regulación de la expresión genética, desafiando la idea de que la evolución había dejado residuos funcionales sin propósito. “Lo que una vez se consideró inútil,” explicó Meyer, “resultó ser esencial para la supervivencia y desarrollo de los organismos vivos. Este es otro indicio de diseño intencional.”

Meyer también señaló que Bill Gates había comparado el ADN con el software más avanzado, y había afirmado que “es mucho más complejo que cualquier programa que hayamos creado.” Para Meyer, esta complejidad informativa no puede explicarse simplemente mediante procesos químicos aleatorios. “Nunca hemos observado,” señaló, “que la información digital compleja surja de procesos no guiados. En nuestra experiencia, siempre es el resultado de una mente. El ADN apunta claramente hacia un diseñador inteligente que codificó la base misma de la vida.”

El método de Darwin y la inferencia de Meyer

Stephen Meyer destacó que su enfoque científico para investigar el origen de la vida se inspira en el método de razonamiento de Charles Darwin. Darwin propuso que los científicos, al estudiar eventos del pasado, deberían aplicar lo que llamó la inferencia a la mejor explicación; es decir, elegir la causa conocida más capaz de producir el fenómeno observado. Darwin aplicó este razonamiento en su teoría de la evolución, pero Meyer lo adapta para explorar el origen de la información digital en el ADN. Como Meyer afirmó: “si queremos explicar algo en el presente, debemos buscar una causa que sepamos que tiene el poder de producir ese tipo de efecto.”

Meyer explicó que, cuando analizamos la información digital contenida en el ADN, debemos preguntarnos: ¿qué causa conocida es capaz de producir códigos y sistemas de información complejos? “La respuesta es clara,” afirmó, “en nuestra experiencia, la información compleja siempre proviene de una mente.” Este principio es evidente en contextos como la programación informática, la escritura de textos o la creación de lenguajes de comunicación. “No vemos códigos complejos surgiendo del azar; siempre son el resultado de una inteligencia.”

Para Meyer, este enfoque puede aplicarse al estudiar el ADN: “si en nuestra experiencia el único tipo de causa que genera información digital es una inteligencia, entonces es razonable inferir que el ADN tiene su origen en una mente.”

Según Meyer, esta inferencia no es un salto de fe, sino una conclusión lógica basada en la evidencia. “Así como un jeroglífico tallado en piedra es evidencia de una civilización antigua, el ADN es evidencia de un diseñador inteligente,” concluyó. Por ello, Meyer sostiene que el método de Darwin, cuando se aplica de manera rigurosa, nos lleva inevitablemente a considerar la posibilidad de un diseñador detrás de la vida.

La vuelta de la hipótesis de Dios

Para concluir, Meyer sostuvo que la convergencia de pruebas—el origen del universo, el fine tuning y la información digital en el ADN—respalda el regreso de la hipótesis de Dios. Mientras que materialistas como Richard Dawkins ven el universo como producto de la “indiferencia ciega y despiadada”, la evidencia sugiere lo contrario. Meyer argumentó que la hipótesis de Dios proporciona una explicación más coherente y satisfactoria para el origen y diseño del universo.

La conferencia también resaltó el papel de Cambridge como un epicentro de descubrimientos científicos y reflexión teológica. Desde Newton hasta Watson y Crick, esta universidad ha sido el escenario de avances que desafían el materialismo y apuntan hacia el diseño.

***

Stephen Meyer es un filósofo de la ciencia, director del Center for Science and Culture del Discovery Institute, y autor de libros influyentes como Return of the God Hypothesis y Signature in the Cell. Su trabajo se centra en el origen de la vida, la información biológica y el diseño inteligente, desafiando el paradigma materialista. Es reconocido por su enfoque interdisciplinario, combinando biología, cosmología y filosofía.