El P. Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de este, domingo 29 de septiembre de 2024, titulado “El que no está contra nosotros está a favor nuestro”
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La Palabra hoy nos invita a vivir abiertos a la acción del Espíritu Santo. El Espíritu sopla donde quiere y, al final, por sus frutos los conoceréis. ¿Qué frutos? El primero, confesar que Jesús es Señor (cf. 1 Cor 12, 3) y luego: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí (cf. Gal 5, 22-23).
Es una invitación a no apagar el Espíritu: No apaguéis el espíritu, no despreciéis las profecías. Examinadlo todo; quedaos con lo bueno (1 Tes 5, 19-21).
Obrar en el nombre de Jesús no es una simple frase retórica, sino que su autenticidad se verifica en los frutos. La Palabra hoy nos concreta alguno de ellos.
Quien hace un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El Espíritu nos conduce a Jesucristo: El Espíritu de la verdad os guiará hasta la verdad plena… Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará (cf. Jn 15, 13-15).
¡Ojalá todo el pueblo del Señor recibiera el espíritu del Señor y profetizara! Participar con alegría en la misión de la Iglesia es uno de los signos. Dejarte llevar por el Espíritu, para buscar no tu vanidad o tu autocomplacencia sino la gloria de Dios y el bien de la comunidad; siempre en comunión con la Iglesia, y nunca pretender utilizar al Espíritu para hacer tu proyecto.
Si tu mano te induce a pecar, córtatela. No se trata de vivir en la irracionalidad del fanático sino con la pasión del enamorado: tomad en serio vuestro proceder en esta vida… Ya sabéis con qué os rescataron: a precio de la sangre de Cristo (cf. 1 Pe 1, 17s).
Vuestra riqueza está podrida… Vuestro oro y vuestra plata están oxidados y su herrumbre se convertirá en testimonio contra vosotros. El que vive lleno del Espíritu usa las cosas materiales, pero no pone su corazón en ellas. Busca antes que nada el Reino de Dios y justicia, porque sabe que lo demás se le dará por añadidura.
Preserva a tu siervo de la arrogancia, para que no me domine: así quedaré libre e inocente del gran pecado. ¿Cuál es el gran pecado? Creer que tú eres dios y apagar el Espíritu. Por eso el que está lleno del Espíritu vive en la humildad, en la obediencia al Señor y en la alabanza
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).