Tras el rezo del Ángelus, de este miércoles, 8 de diciembre de 2021, fiesta de la Inmaculada, el Papa recordó su viaje a Chipre y Grecia, expresando una vez más su gratitud por la acogida recibida. También se refirió a la conclusión hoy del Año de San José y del Jubileo Lauretano, que finalizará el día 10 de diciembre
“Chipre es una perla en el Mediterráneo”, comentó el Santo Padre, “una perla de rara belleza, que sin embargo lleva impresa la herida del alambre de púas, el dolor de un muro que la divide”. “En Chipre me sentí como en casa”. Y expresó su deseo para que Chipre “sea siempre un laboratorio de fraternidad, donde el encuentro prevalezca sobre el enfrentamiento, donde el hermano sea acogido, especialmente cuando es pobre, descartado, emigrado. Repito que, frente a la historia, frente a los rostros de los que emigran, no podemos callarnos, no podemos mirar a otro lado”.
Francisco añadió, “Pienso también con gratitud en Grecia. Allí también recibí una acogida fraterna”. “En Atenas me sentí inmerso en la grandeza de la historia, en esa memoria de Europa: humanismo, democracia, sabiduría, fe”. Por último, saludó a los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, deseando a todos un feliz domingo
A continuación, siguen las palabras del Papa después del Ángelus, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
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Palabras del Papa
Queridos hermanos y hermanas:
Hace dos días regresé de mi viaje a Chipre y Grecia. Doy gracias al Señor por esta peregrinación; les agradezco a todos ustedes por las oraciones que me han acompañado, y a la gente de esos dos queridos países, con sus autoridades civiles y religiosas, por el cariño y la amabilidad con que me recibieron. A todos les repito: ¡gracias!
Chipre es una perla en el Mediterráneo, una perla de rara belleza, que sin embargo lleva impresa la herida del alambre de púas, el dolor de un muro que la divide. En Chipre me sentí como en casa; en todos hallé hermanos y hermanas. Guardo cada reunión en mi corazón, especialmente la Misa en el estadio de Nicosia. Mi querido hermano ortodoxo Chrysostomos me conmovió cuando me habló de la Iglesia Madre: como cristianos seguimos caminos diferentes, pero somos hijos de la Iglesia de Jesús, que es Madre y nos acompaña, nos protege, nos hace seguir adelante, todos hermanos. Mi deseo para Chipre es que sea siempre un laboratorio de fraternidad, donde el encuentro prevalezca sobre el enfrentamiento, donde el hermano sea acogido, especialmente cuando es pobre, descartado, emigrado. Repito que, frente a la historia, frente a los rostros de los que emigran, no podemos callarnos, no podemos mirar a otro lado.
En Chipre, como en Lesbos, pude mirar a los ojos este sufrimiento: por favor, miremos a los ojos a las personas descartadas que encontramos, dejémonos provocar por los rostros de los niños, hijos de migrantes desesperados. Dejemos que su sufrimiento nos excave dentro para reaccionar ante nuestra indiferencia; ¡miremos sus caras, para despertar del sueño de la costumbre!
Pienso también con gratitud en Grecia. Allí también recibí una acogida fraterna. En Atenas me sentí inmerso en la grandeza de la historia, en esa memoria de Europa: humanismo, democracia, sabiduría, fe. Allí también experimenté la mística del conjunto: en el encuentro con los hermanos obispos y la comunidad católica, en la misa festiva, celebrada el día del Señor, y luego con los jóvenes, que venían de muchas partes, algunos de muy lejos para vivir y compartir la alegría del evangelio. Y nuevamente, experimenté el don de abrazar al querido arzobispo ortodoxo Ieronymos: primero me recibió en su casa y al día siguiente vino a verme. Guardo esta fraternidad en mi corazón. Encomiendo a la Santa Madre de Dios las muchas semillas de encuentro y esperanza que el Señor ha sembrado en esta peregrinación. Les pido que continúen orando para que germinen en la paciencia y florezcan en la confianza.
Hoy finaliza el Año dedicado a San José, Patrono de la Iglesia universal. Y pasado mañana, 10 de diciembre, tendrá lugar en Loreto la clausura del Jubileo Lauretano. Que la gracia de estos eventos continúe operando en nuestra vida y en nuestras comunidades. ¡Que la Virgen María y San José nos guíen por el camino de la santidad!
¡Y saludo a todos, romanos y peregrinos! Un deseo especial para la Acción Católica Italiana: que en las diócesis y parroquias sea un campo de entrenamiento para la sinodalidad. Saludo a los niños del Coro “Milleunavoce”, a los fieles de Zaragoza y a los jóvenes de Valdemoro, diócesis de Getafe, España —los españoles se están haciendo oír, ¡muy bien! —. Así como a la delegación del Municipio de Rocca di Papa, con la antorcha que encenderá la estrella navideña en la Fortaleza de la villa. Saludo al grupo de mexicanos del Estado de Puebla.
Les deseo a todos una feliz fiesta, especialmente a los chicos de la Inmaculada, ¡es su fiesta! Por favor, no se olviden de rezar por mí, yo lo hago por ustedes. Buen almuerzo y hasta pronto.