“Quien educa, en efecto, mira al futuro con confianza, y lleva a cabo una acción -la educativa- que involucra a diversos actores de la sociedad, de manera que ofrece a los alumnos una formación integral, fruto de las experiencias y sensibilidades de muchos”, ha expuesto el Papa en un video mensaje enviado a la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán.
El Papa Francisco envió un video mensaje ayer 19 de diciembre del 2021, con motivo de la inauguración del año académico de la Universidad Católica del Sagrado Corazón en Milán, en el centenario de su fundación.
Fuego, esperanza y servicio
Al comienzo de su mensaje, el Papa ha querido subrayar que se trata de un día especial, “porque se celebra un importante aniversario: hace cien años, el padre Agostino Gemelli y sus colaboradores dieron vida a esa gran institución cultural que es vuestro Ateneo”. En sus palabras, Francisco ha querido resumir sus pensamientos en torno a tres palabras: fuego, esperanza y servicio. “Tres palabras que, creo, pueden representar un poco de su misticismo [espiritualidad]”.
La primera es una imagen: “el fuego, es decir, la antorcha que en su Universidad se ha transmitido de generación en generación. Los aniversarios son buenos momentos para recordar el pasado. Y mirando hacia atrás, a los cien años de vida de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, reconocemos una importante tradición educativa, vivida gracias a la dedicación de cientos de hombres y mujeres y testimoniada por miles de graduados”, ha recordado.
La educación: humaniza el mundo y la historia
Sobre esta cuestión, el Santo Padre indica que “la educación es uno de los medios más eficaces para humanizar el mundo y la historia[1], y creo que su Universidad consagra esta enseñanza en su mandato”. “Esto es posible gracias a la puesta en valor -renovada a través de las generaciones- del patrimonio cultural y espiritual que constituye su identidad”, ha añadido.
Del mismo modo, señala que la Universidad Católica guarda “este fuego y, por tanto, puede transmitirlo porque la única manera de hacerlo es ‘por contacto’, es decir, a través del testimonio personal y comunitario”. La segunda palabra resalta el Pontífice es la esperanza. “Hoy en día, esta idea de la educación se ve cuestionada por una cultura individualista, que exalta el ‘yo’ frente al ‘nosotros’, promueve la indiferencia -¡la cultura de la indiferencia es fea!, disminuye el valor de la solidaridad y pone en marcha la cultura del descarte”. Así, quien educa, “en efecto, mira al futuro con confianza, y lleva a cabo una acción -la educativa- que involucra a diversos actores de la sociedad, de manera que ofrece a los alumnos una formación integral, fruto de las experiencias y sensibilidades de muchos”.
Hacer preguntas para buscar respuestas
El Obispo de Roma pone de manifiesto que la educación es ante todo una relación: “una relación entre el profesor y el alumno, y luego también de los alumnos entre sí. Una comunidad de personas abiertas a la realidad, al otro trascendente y a los demás, abiertas a conocer, a descubrir, a preguntarse y a buscar juntos las respuestas, las respuestas de hoy. No tiene miedo de hacer preguntas para buscar respuestas”.
“Una comunidad abierta al mundo sin miedo. ¡El miedo es feo! Esto es la esperanza: apostar por el futuro superando el impulso natural que proviene de los muchos miedos que corren el riesgo de inmovilizarnos, fijarnos y encerrarnos en un presente eterno e ilusorio. Por ello, la apertura y la acogida de los demás son especialmente importantes, porque fomentan un vínculo de solidaridad entre generaciones y combaten las derivas individualistas presentes en nuestra cultura”, ha explicado.
Una ciudadanía inclusiva
Al mismo tiempo, el Papa también se ha referido a la construcción de “una ciudadanía inclusiva, frente a la cultura del despilfarro, ya desde las aulas universitarias”. En este sentido, el Sucesor de Pedro por promover “un pacto educativo global para sensibilizar a todos sobre las grandes cuestiones de sentido de nuestro tiempo, empezando por las de las nuevas generaciones enfrentadas a la injusticia social, las violaciones de derechos y la migración forzosa”.
“Sus proyectos de cooperación internacional, destinados a los distintos pueblos del planeta, las numerosas becas de ayuda económica que concede cada año a estudiantes necesitados, su atención a los más pequeños y a los enfermos, son pruebas de un compromiso concreto”, ha resaltado.
El servicio a los demás
La tercera cuestión a la que el Papa se refiere en sus palabras es el servicio. “De hecho, esta palabra podría ser la primera, porque una nueva institución siempre comienza con fundadores que ponen su vida al servicio de los demás”. “Y a lo largo de sus cien años, la Universidad Católica del Sagrado Corazón ha demostrado en varias ocasiones que está fielmente al servicio de la Iglesia y de la sociedad. Así lo demuestra el compromiso de sus profesores en sus actividades diarias de investigación y, para muchos de ellos, en puestos de responsabilidad dentro de instituciones italianas e internacionales”.
Sobre esta vocación de servicio, Francisco ha querido dirigir un pensamiento de gratitud que “va dirigido a todos y cada uno de vosotros, que formáis parte de este gran equipo; también aquí la lógica es la de la universitas: todos juntos, todos ‘hacia’ los demás, cada uno en su papel específico, pero todos juntos, convergiendo hacia un horizonte compartido. Sin el trabajo diario de cada uno de vosotros, este proyecto común sería más pobre, le faltaría algo, como si a una orquesta le faltara el timbre y la tonalidad de algunos instrumentos aparentemente menos importantes”, ha concluido.
A continuación, sigue el texto completo del video mensaje del Sucesor de Pedro, traducido por Exaudi.
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Video mensaje del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas
Con motivo de la inauguración del año académico en la Università Cattolica del Sacro Cuore, deseo dirigir mi más cordial saludo a toda la comunidad universitaria, representada por el Magnífico rector, profesor, Franco Anelli, por el asistente Eclesiástico General, monseñor Claudio Giuliodori, y por el director general, Paolo Nusiner.
También saludo a monseñor Mario Delpini, arzobispo de Milán y presidente del Instituto Toniolo, y a la presidenta de la Comisión Europea, Sra. Úrsula von der Leyen.
Este es un día especial, porque se celebra un importante aniversario: hace cien años, el padre Agostino Gemelli y sus colaboradores dieron vida a esa gran institución cultural que es vuestro Ateneo. Todo lo mejor.
Me gustaría reunir mis pensamientos en torno a tres palabras: fuego, esperanza y servicio. Tres palabras que, creo, pueden representar un poco de su misticismo [espiritualidad].
La primera es una imagen: el fuego, es decir, la antorcha que en su Universidad se ha transmitido de generación en generación. Los aniversarios son buenos momentos para recordar el pasado. Y mirando hacia atrás, a los cien años de vida de la Universidad Católica del Sagrado Corazón, reconocemos una importante tradición educativa, vivida gracias a la dedicación de cientos de hombres y mujeres y testimoniada por miles de graduados. La educación es uno de los medios más eficaces para humanizar el mundo y la historia[1], y creo que su Universidad consagra esta enseñanza en su mandato.
Esto es posible gracias a la puesta en valor -renovada a través de las generaciones- del patrimonio cultural y espiritual que constituye su identidad. Una identidad clara e inalterable, que no rechaza, sino que respeta y acoge las distintas sensibilidades, consciente de que es a través de la confrontación franca y respetuosa con los demás como florece la condición humana. Como ya habían entendido los antiguos: educar no es llenar jarrones sino encender fuegos. La Universidad Católica guarda este fuego y, por tanto, puede transmitirlo porque la única manera de hacerlo es “por contacto”, es decir, a través del testimonio personal y comunitario.
Incluso antes de transmitir lo que uno sabe, se enciende el fuego compartiendo lo que uno es. Este contacto se produce a través del encuentro, al estar codo con codo con los demás y hacer algo juntos. Y este es el sentido original de lo que llamamos “universidad”, la universitas: cuando estas realidades comenzaron a surgir en la Edad Media, nacieron para hacer converger las diferentes escuelas “hacia” un único lugar. Muchos convergen “hacia uno”, un lugar, un tiempo, un espíritu. En su caso, una historia iluminada por la Fe, que devuelve la unidad al universo del conocimiento y teje la unidad de las personas que contribuyen a su crecimiento: los profesores, los empleados, los alumnos. Y este es el sentido más profundo de la palabra “tradición”. Como dijo Mahler: “No es la custodia de las cenizas del pasado, sino la salvaguarda del futuro”.
La segunda palabra es esperanza. Hoy en día, esta idea de la educación se ve cuestionada por una cultura individualista, que exalta el “yo” frente al “nosotros”, promueve la indiferencia -¡la cultura de la indiferencia es fea! Promueve la indiferencia -la cultura de la indiferencia es fea-, disminuye el valor de la solidaridad y pone en marcha la cultura del descarte. Quien educa, en efecto, mira al futuro con confianza, y lleva a cabo una acción -la educativa- que involucra a diversos actores de la sociedad, de manera que ofrece a los alumnos una formación integral, fruto de las experiencias y sensibilidades de muchos. Esta es, en particular, la misión de los profesores, que son los custodios creativos de la tradición, que es un tesoro. Porque, según la imagen de Gustav Mahler -como he dicho-, no es para guardar las cenizas sino para guardar el fuego. Eso es llevar adelante la imagen del árbol: las raíces dan vida al árbol y, como decía el poeta, todo lo que tiene el árbol que florece viene de lo que está enterrado. Esta armonía entre la raíz y el crecimiento.
La educación es ante todo una relación: una relación entre el profesor y el alumno, y luego también de los alumnos entre sí. Una comunidad de personas abiertas a la realidad, al Otro trascendente y a los demás, abiertas a conocer, a descubrir, a preguntarse y a buscar juntos las respuestas, las respuestas de hoy. No tiene miedo de hacer preguntas para buscar respuestas. Una comunidad abierta al mundo sin miedo. ¡El miedo es feo! Esto es la esperanza: apostar por el futuro superando el impulso natural que proviene de los muchos miedos que corren el riesgo de inmovilizarnos, fijarnos y encerrarnos en un presente eterno e ilusorio. Por ello, la apertura y la acogida de los demás son especialmente importantes, porque fomentan un vínculo de solidaridad entre generaciones y combaten las derivas individualistas presentes en nuestra cultura.
Sobre todo, construye una ciudadanía inclusiva, frente a la cultura del despilfarro, ya desde las aulas universitarias. En este sentido, he promovido un pacto educativo global para sensibilizar a todos sobre las grandes cuestiones de sentido de nuestro tiempo, empezando por las de las nuevas generaciones enfrentadas a la injusticia social, las violaciones de derechos y la migración forzosa. La universidad no puede hacer oídos sordos a estas quejas. Me complace que hayan aceptado esta invitación a una temporada renovada de compromiso educativo. Sus proyectos de cooperación internacional, destinados a los distintos pueblos del planeta, las numerosas becas de ayuda económica que concede cada año a estudiantes necesitados, su atención a los más pequeños y a los enfermos, son pruebas de un compromiso concreto. Os animo a que sigas por este camino.
El mundo actual, sobre todo, es totalmente interdependiente; esta condición exige un nuevo esfuerzo, porque este cambio de época ha dejado obsoletos los marcos interpretativos del pasado, que ya no sirven para entender el presente. Se trata de diseñar nuevos modelos de pensamiento, para definir soluciones a las urgencias a las que estamos llamados a enfrentarnos: desde las medioambientales a las económicas, desde las sociales a las demográficas. No podemos seguir con la categoría de la iluminación. Necesitamos un pensamiento nuevo y creativo. La Universidad Católica del Sagrado Corazón puede ser un lugar privilegiado para el desarrollo avanzado de esta elaboración cultural. Y aquí volvemos a la relación profesor-alumno, ¡que es importante! Y aquí volvemos a la relación profesor-alumno -¡que es importante! – que es una relación dinámica, en tensión entre el presente y el futuro: juntos estáis llamados a pensar, planificar y actuar teniendo como horizonte la casa común del mañana, partiendo de la realidad concreta de hoy.
Y a vosotros, estudiantes, me dirijo ahora de manera especial. En estos tiempos confusos, aún más complejos por la pandemia, repito: ¡no te dejes robar la esperanza! Y no os dejéis infectar por el virus del individualismo. Esto es feo y duele. La universidad es el lugar adecuado para desarrollar anticuerpos contra este virus: la universidad te abre la mente a la realidad y a la diversidad; allí puedes poner en juego tus talentos y ponerlos a disposición de todos. Como estudiantes de la Università Cattolica del Sacro Cuore, pertenecéis a una comunidad de estudio con sólidas raíces, de la que podéis sacar provecho para vuestra formación y para renovar, cada día, vuestro entusiasmo por seguir adelante y asumir vuestra responsabilidad en la sociedad. No os convirtáis en tradicionalistas de las raíces, no, tomad de las raíces para crecer, para avanzar, para jugaros la vida. Este es el horizonte que les propongo en este centenario.
Y así llegamos a la tercera y última palabra: servicio. De hecho, esta palabra podría ser la primera, porque una nueva institución siempre comienza con fundadores que ponen su vida al servicio de los demás. Y a lo largo de sus cien años, la Universidad Católica del Sagrado Corazón ha demostrado en varias ocasiones que está fielmente al servicio de la Iglesia y de la sociedad. Así lo demuestra el compromiso de sus profesores en sus actividades diarias de investigación y, para muchos de ellos, en puestos de responsabilidad dentro de instituciones italianas e internacionales. Así lo atestigua el trabajo del personal, que ofrece dedicación e inteligencia para hacer posible el funcionamiento de la Universidad. Un pensamiento de gratitud va dirigido a todos y cada uno de vosotros, que formáis parte de este gran equipo; también aquí la lógica es la de la universitas: todos juntos, todos “hacia” los demás, cada uno en su papel específico, pero todos juntos, convergiendo hacia un horizonte compartido. Sin el trabajo diario de cada uno de vosotros, este proyecto común sería más pobre, le faltaría algo, como si a una orquesta le faltara el timbre y la tonalidad de algunos instrumentos aparentemente menos importantes.
Queridos hermanos y hermanas -y de nuevo me dirijo a todos vosotros- sois, permítanme el ejemplo, una gran orquesta, donde el conjunto es esencial, lo que se consigue si cada uno da lo mejor de sí mismo en armonía con los demás. Que el espíritu de servicio siga siendo siempre el distintivo de toda vuestra comunidad universitaria, que sólo así es fiel al Evangelio que la inspira. El Señor Jesucristo, a pesar de ser el Logos, la Sabiduría divina, eligió la necedad de servir hasta el vaciamiento total: la sabiduría de la Cruz. Así dio testimonio de la verdad del amor de Dios y él, el Rey, nos enseñó que servir es reinar.
Que todos los que estudian y trabajan en tu Universidad respiren este espíritu, aprendan este estilo, para vivirlo en la compleja realidad del mundo contemporáneo. Avanza, mira al horizonte, con valor en tu misión educativa. Dos palabras que nos ayudarán mucho: valor y paciencia. Las contradicciones que soportan, las cosas que no van bien, la paciencia y el ímpetu del valor van juntos. Van juntos. Vosotros interpretáis este valor y esta paciencia como un servicio apasionado a toda la sociedad; a la Iglesia también, pero a toda la sociedad. Que el Señor os bendiga y que la Virgen os proteja. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.
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