Este sábado 16 de marzo de 2024, en el Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco recibió en Audiencia a los Miembros de la Fundación «Mons. Camillo Faresin» de Maragnole di Breganza (Vicenza) con ocasión del 20 aniversario de su fundación. Fundación dedicada al obispo misionero que vivió en Brasil en el siglo pasado y destaca el incansable amor del prelado por los pobres y necesitados. Su nombre figura en el «Jardín de los Justos» de Jerusalén por haber prodigado caridad y valor a los judíos perseguidos.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa preparó para el encuentro, que fue leído por el arzobispo Filippo Ciampanelli:
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Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Me alegra acogeros con ocasión del 20 aniversario de vuestra Fundación. Hoy traéis aquí veinte años ricos en iniciativas al servicio de los últimos, recorridos tras las huellas de monseñor Camillo Faresin, durante mucho tiempo obispo de Guiratinga, en Mato Grosso, ejemplo de sensibilidad misionera y de fe en la Providencia, y también de sus dos hermanos: don Santo, también misionero salesiano, y don Juan Bautista, sacerdote diocesano.
Os propusisteis recoger el testigo de su caridad, haciendo vuestra su tenacidad y amplitud de miras al servicio del prójimo. Y esto os ha llevado a desarrollar vuestra labor en Brasil, en Italia y en otras partes del mundo, extendiéndola a distintos campos: desde la educación a la asistencia social, pasando por la sanidad, hasta la provisión de condiciones de vida dignas y oportunidades de trabajo para tantas personas.
Contemplando vuestro compromiso, quisiera subrayar y alentar dos importantes líneas de acción: trabajar entre los últimos y trabajar juntos.
Primero: trabajar entre los últimos. Monseñor Faresin y sus hermanos eran personas de origen humilde. Aprendieron el valor de la caridad y del fervor misionero en el contexto de una familia sencilla, devota, modesta y digna, una familia como muchas de las nuestras. En ese ambiente supieron captar, con la gracia de Dios, un mensaje y una invitación para su futuro de estar entre los últimos para ayudar a los últimos, y lo hicieron con incansable amor, generosidad e inteligencia, incluso en medio de grandes dificultades. Recordemos, a este respecto, que el nombre de monseñor Camilo se cuenta, en Jerusalén, entre los del «Jardín de los Justos», precisamente porque, incluso antes de poder partir para Brasil, varado en Roma a causa de la Segunda Guerra Mundial, no dejó que las circunstancias lo detuvieran, haciendo todo lo posible con caridad y valentía para ayudar a los judíos perseguidos.
Así fue durante toda su vida, como sacerdote y luego como obispo, con un impulso irresistible de estar cerca de los más desafortunados. Hasta que, al final de su mandato episcopal, pidió y obtuvo permiso para permanecer entre su pueblo, en Mato Grosso, hasta su muerte, como humilde servidor de los humildes, continuando así en secreto, como amigo y compañero, el mismo ministerio que había ejercido durante tantos años como guía y pastor.
Lo que nos dejó es un gran ejemplo a imitar: ¡estar con los últimos, siempre! ¿Pero de qué manera? Eligiendo y privilegiando, en vuestros proyectos, las realidades más pobres y despreciadas como lugares especiales en los que permanecer, y como «tierras prometidas» hacia las que partir y en las que «plantar vuestras tiendas» para comenzar nuevas obras (cf. Dt 1,8). Y hacerlo con una presencia concreta cerca de las comunidades a las que servís, desde dentro, sobre el terreno, trabajando entre los pobres y compartiendo su vida en la medida de lo posible. Es la única manera, en efecto, de tomar el «pulso» a las necesidades reales de los hermanos y hermanas que el Señor pone en nuestro camino; y sobre todo de enriquecernos con la luz, la fuerza y la sabiduría que nos da el estar con Jesús, singularmente presente en los miembros más sufrientes de su Cuerpo.
Y llegamos al segundo punto: trabajar juntos. En vuestras actividades, os exhorto a buscar siempre la sinergia, entre vosotros y con otras realidades religiosas y asociativas. Sé que ya colaboráis, en diversas obras, con las Hermanas Misioneras de la Divina Voluntad de Bassano del Grappa y con otras organizaciones. Este es el camino correcto. Trabajar juntos, de hecho, es en sí mismo un anuncio del Evangelio vivido; y para vosotros, además de ser un modo inteligente de optimizar los recursos, es un modo de formarse en la caridad y en la comunión. Usted lo ha subrayado dando a uno de sus recientes actos este título: «Actuar juntos para progresar juntos». Así es: actuar juntos no significa sólo hacer el bien, sino también y sobre todo crecer juntos en la bondad, sirviéndonos y apoyándonos mutuamente.
Hacer juntos es también una expresión de fe en la Divina Providencia. Monseñor Faresin la llamó «la fuente que más recursos garantiza» para las obras que Dios requiere. Y los recursos más importantes para las obras del Señor no son las cosas, sino nosotros, sabiamente colocados unos cerca de otros para compartir lo que somos: nuestra pasión, nuestra creatividad, nuestras habilidades y experiencia, y también nuestras debilidades y fragilidades. De esta paciente puesta en común, en la valoración de la aportación de cada uno, nacen frutos de gran dinamismo y concreción, como atestigua la historia pasada y presente de vuestra Fundación.
Queridos hermanos y hermanas, gracias por lo que hacéis y por cómo lo hacéis; y porque con ello mantenéis vivo el recuerdo del gran y generoso corazón pastoral de monseñor Camillo Faresin. Que la Virgen os guarde en la caridad humilde y valiente. Os bendigo a vosotros y a vuestras familias; y os pido, por favor, que recéis por mí.