A las 12.00 horas de hoy, Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los cerca de 10.000 fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro. Francisco nos exhorta a dirigir nuestra mirada a Aquella que «siempre sigue a Jesús». Que la Virgen, reza el Pontífice, «nos ayude a ir hacia el encuentro con el Señor».
Estas fueron las palabras del Papa al introducir la oración mariana:
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Palabras del Papa
Estimados hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy celebramos la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María y, en el Evangelio de la Liturgia, contemplamos a la joven doncella de Nazaret que, al recibir el anuncio del Ángel, se pone en camino para visitar a su prima.
Es hermosa esta expresión del Evangelio: «se puso en camino» (Lc 1,39). Significa que María no considera un privilegio la noticia recibida del Ángel, sino que, por el contrario, deja su casa y se pone en camino, con la prisa de quien desea anunciar a los demás esa alegría y con el afán de ponerse al servicio de su prima. Este primer viaje, en realidad, es una metáfora de toda su vida, porque a partir de ese momento, María estará siempre en camino: siempre estará en el camino siguiendo a Jesús, como discípula del Reino. Y, al final, su peregrinación terrena termina con su Asunción al Cielo, donde, junto a su Hijo, goza para siempre de la alegría de la vida eterna.
Hermanos y hermanas, no debemos imaginar a María «como una inmóvil estatua de cera», sino que en ella podemos ver a una «hermana… con las sandalias gastadas… y con tanto cansancio» (C. CARRETTO, Beata te che hai creduto, Roma 1983, p. 13), por haber caminado tras el Señor y al encuentro de sus hermanos y hermanas, concluyendo su viaje en la gloria del Cielo. De este modo, la Santísima Virgen es Aquella que nos precede en el camino -nos precede, Ella-, nos precede en el camino recordándonos a todos que también nuestra vida es un viaje, un viaje continuo hacia el horizonte del encuentro definitivo. Pidamos a la Virgen que nos ayude en este camino hacia el encuentro con el Señor.
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Palabras después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas
A María Reina de la Paz, a quien hoy contemplamos en la gloria del Paraíso, quisiera confiar una vez más las angustias y los dolores de los pueblos que en tantas partes del mundo sufren tensiones sociales y guerras. Pienso en particular en la atormentada Ucrania, en Oriente Medio, en Palestina, en Israel, en Sudán y en Myanmar. Que la Madre celestial obtenga para todos consuelo y un futuro de serenidad y concordia.
Sigo con preocupación la gravísima situación humanitaria en Gaza y pido una vez más el alto el fuego en todos los frentes, la liberación de los rehenes y la ayuda a la población exhausta. Animo a todos a hacer todo lo posible para que el conflicto no se agrave y a seguir las vías de la negociación para que esta tragedia termine pronto. No lo olvidemos: la guerra es la derrota.
Mis pensamientos se dirigen ahora a Grecia, que en los últimos días ha estado luchando contra un gravísimo incendio, declarado en el noreste de Atenas. Decenas de miles de personas ya han sido evacuadas, muchas familias se han quedado sin hogar, miles de personas afrontan terribles penurias y, además de los inmensos daños materiales, se está creando una catástrofe medioambiental. Rezo por las víctimas y los heridos, aseguro mi cercanía a todos los que son probados por este grave suceso, confiando en que puedan ser sostenidos por la solidaridad común.
Y les saludo a todos ustedes, romanos y peregrinos de diversos países, en particular, a los Scouts AGESCI de Cornedo Vicentino, y a los jóvenes de la Immacolata. Les agradezco su presencia; les deseo una buena fiesta de Nuestra Señora de la Asunción y, por favor, hermanos y hermanas, no se olviden de rezar por mí. Buen provecho y ¡hasta luego.