El Papa: La unión con Dios pasa necesariamente por la unidad entre nosotros

A los jóvenes sacerdotes y monjes de las Iglesias ortodoxas

Francisco recibe a jóvenes sacerdotes y monjes de las Iglesias ortodoxas orientales y profundiza en el triple significado del “símbolo” como expresión de la armonía de las verdades cristianas: el teológico, el eclesiológico y el espiritual.

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Discurso entregado

Queridos hermanos,

«¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!» (Sal 133,1). Con estas palabras del salmista, les doy la bienvenida y expreso mi alegría por esta visita de ustedes, jóvenes sacerdotes y monjes de las Iglesias ortodoxas orientales, armenia, copta, etíope, eritrea, malankara y siríaca. Saludo fraternalmente al arzobispo Khajag Barsamian y al obispo Bernabé El-Soryani, que los acompañan. Y, a través de ustedes, deseo saludar a los venerables y queridos hermanos responsables de las Iglesias ortodoxas orientales.

Esta es la quinta visita de estudio para jóvenes sacerdotes y monjes ortodoxos orientales organizada por el Dicasterio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Visitas similares para sacerdotes católicos han sido preparadas por el Catolicosado armenio de Etchmiadzin y la Iglesia Ortodoxa Siria de Malankara. Estoy muy agradecido por este «intercambio de dones», promovido por la Comisión Mixta Internacional para el Diálogo Teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, porque permite que el diálogo de la caridad vaya de la mano del diálogo de la verdad.

Su visita tiene una especial relevancia en el año en que celebramos el XVII centenario del Concilio de Nicea, el primer Concilio ecuménico, que profesó el Símbolo de la Fe común a todos los cristianos. Por ello, me gustaría reflexionar con ustedes sobre el término «Símbolo», que tiene una fuerte dimensión ecuménica, en su triple acepción.


En sentido teológico, por Símbolo se entiende el conjunto de las principales verdades de la fe cristiana, que se complementan y armonizan entre ellas. En este sentido, el Credo Niceno, que expone brevemente el misterio de nuestra salvación, es innegable e incomparable.

Sin embargo, el Símbolo también tiene un significado eclesiológico: de hecho, además de las verdades, también une a los creyentes. En la antigüedad, la palabra griega symbolon indicaba la mitad de una baldosa partida en dos para ser presentada como signo de reconocimiento. El símbolo es, por tanto, un signo de reconocimiento y comunión entre creyentes. Cada uno posee la fe como un «símbolo», que sólo encuentra su plena unidad junto a los demás. Por tanto, nos necesitamos mutuamente para poder confesar la fe, razón por la cual el Símbolo de Nicea, en su versión original, utiliza el plural «creemos». Yendo más allá, en esta imagen, yo diría que los cristianos que siguen divididos son como «fragmentos» que deben encontrar la unidad en la confesión de la única fe. Llevamos el Símbolo de nuestra fe como un tesoro en recipientes de barro (cf. 2 Co 4:7).

Así llegamos al tercer significado del Símbolo, el espiritual. No debemos nunca olvidar que el Credo es ante todo una oración de alabanza que nos une a Dios: la unión con Dios pasa necesariamente por la unidad entre nosotros, los cristianos, que proclamamos la misma fe. Si el diablo divide, ¡el Símbolo une! ¡Qué hermoso sería si, cada vez que proclamamos el Credo, nos sintiéramos unidos a los cristianos de todas las tradiciones! La proclamación de la fe común, de hecho, requiere en primer lugar que nos amemos unos a otros, como nos invita a hacer la liturgia oriental antes de la recitación del Credo: «Amémonos unos a otros, para que en unidad de espíritu profesemos nuestra fe en el Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo».

Queridos hermanos, espero que su presencia se convierta en un «símbolo» de nuestra comunión visible mientras perseveramos en la búsqueda de esa unidad plena que el Señor Jesús deseaba tan ardientemente (cf. Jn 17,21). Les aseguro mi recuerdo en la oración, por cada uno de ustedes y por sus Iglesias, y cuento también con el suyo por mí y por mi ministerio. Que el Señor los bendiga y que la Madre de Dios los proteja.

Y ahora quisiera proponerles que proclamemos juntos el Credo de Nicea, cada uno en su propia lengua.

[Credo…]