El Papa: “La Palabra de Dios, es viva y eficaz, nos cambia”

Palabras antes del Ángelus

Papa Palabra de Dios
Ángelus 23 enero 2022 © Vatican Media

“La Palabra de Dios, es viva y eficaz, nos cambia”, dice el Papa Francisco en el Ángelus de este domingo 23 de enero de 2022 al comentar el Evangelio en el cual Jesús inaugura su predicación.

Recordando cómo el Evangelio de hoy presenta el comienzo de la predicación de Jesús, el Pontífice subrayó la importancia de inspirar a las personas con la Palabra de Dios y despertar su interés. Jesús, sugirió, cautivó el interés de todos, y al predicar Su Palabra hoy, tiene que hacer lo mismo.

“La Palabra de Dios” subrayó el Papa, “siempre es “hoy”. Empieza un “hoy”: cuando tú lees la Palabra de Dios, en tu alma empieza un “hoy”, si tú la comprendes bien”.

“A veces, sucede”, lamentó Francisco, “que nuestras predicaciones y nuestras enseñanzas permanecen genéricas, abstractas, no tocan el alma y la vida de la gente”. Al preguntar por qué es esto, respondió que es “porque les falta la fuerza de este hoy, ese que Jesús “llena de sentido” con el poder del Espíritu”.

“También muchas homilías – lo digo con respeto pero con dolor – son abstractas, y en vez de despertar el alma la duermen. Cuando los fieles empiezan a mirar el reloj – ‘¿cuándo terminará esto?’ – duermen el alma. La predicación corre este riesgo”, denunció el Santo Padre.

“La predicación, corre el riesgo de presentar el Evangelio de manera desapegada”, “como si estuviera fuera del tiempo, lejos de la realidad”. “Y este no es el camino”, dijo el Papa.“Una palabra en la que no palpita la fuerza de hoy -advirtió- no es digna de Jesús y no ayuda a la vida de las personas. Y añadió, que si los que predican quieren dar clases o conferencias  “que lo hagan, pero en otro lado, no en el momento de la homilía, donde debe dar la Palabra para que sacuda los corazones”.

Y continuó agradeciendo a los predicadores y anunciadores del Evangelio “que permanecen fieles a la Palabra que despierta el corazón, que permanecen fieles al ‘hoy’. Oremos por ellos, para que vivan el hoy de Jesús , la dulce fuerza de su Espíritu que hace que las Escrituras cobren vida”.

“La Palabra de Dios, en efecto, es viva y eficaz –subrayó Francisco–, nos cambia, entra en nuestros asuntos, ilumina nuestra vida cotidiana, conforta y ordena. Recuerda: la Palabra de Dios transforma un día cualquiera en el hoy en el que Dios nos habla”. Alentando nuevamente a los fieles a leer un pequeño pasaje del Evangelio cada día, instó: “¡Familiaricémonos con el Evangelio, nos traerá la novedad y la alegría de Dios!”.


A continuación, siguen las palabras del Papa al introducir la oración mariana, ofrecidas por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:

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Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En el Evangelio de la Liturgia de hoy vemos a Jesús que inaugura su predicación (cfr Lc 4,14-21): es la primera predicación de Jesús. Se dirige a Nazaret, donde creció, y participa en la oración en la sinagoga. Se levanta a leer y, en el volumen del profeta Isaías, encuentra el pasaje sobre el Mesías, que proclama un mensaje de consolación y liberación para los pobres y los oprimidos (cfr Is 61,1-2). Terminada la lectura, “todos los ojos estaban fijos en él” (v. 20). Y Jesús inicia diciendo: “Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy” (v. 21). Detengámonos en este hoy. Es la primera palabra de la predicación de Jesús contada en el Evangelio de Lucas. Pronunciada por el Señor, indica un “hoy” que atraviesa toda época y permanece siempre válido. La Palabra de Dios siempre es “hoy”. Empieza un “hoy”: cuando tú lees la Palabra de Dios, en tu alma empieza un “hoy”, si tú la comprendes bien. Hoy. La profecía de Isaías se remontaba a siglos antes, pero Jesús, “por la fuerza del Espíritu” (v. 14), la hace actual y, sobre todo, la lleva a cumplimiento e indica la forma de recibir la Palabra de Dios: hoy. No como una historia antigua, no: hoy. Hoy habla a tu corazón.

Los paisanos de Jesús están admirados por sus palabras. Incluso si, nublados por los prejuicios, no le creen, se dan cuenta de que su enseñanza es diferente de la de otros maestros (cf. v. 22): intuyen que en Jesús hay más. ¿El qué? Está la unción del Espíritu Santo. A veces, sucede que nuestras predicaciones y nuestras enseñanzas permanecen genéricas, abstractas, no tocan el alma y la vida de la gente. ¿Y por qué? Porque les falta la fuerza de este hoy, ese que Jesús “llena de sentido” con el poder del Espíritu es el hoy. Hoy te está hablando. Sí a veces se escuchan conferencias impecables, discursos bien construidos, pero que no mueven el corazón, y así todo queda como antes. También muchas homilías – lo digo con respeto pero con dolor – son abstractas, y en vez de despertar el alma la duermen. Cuando los fieles empiezan a mirar el reloj – “¿cuándo terminará esto?” – duermen el alma. La predicación corre este riesgo: sin la unción del Espíritu empobrece la Palabra de Dios, cae en el moralismo o en conceptos abstractos; presenta el Evangelio con desapego, como si estuviera fuera del tiempo, lejos de la realidad. Y este no es el camino. Pero una palabra en la que no palpita la fuerza del hoy no es digna de Jesús y no ayuda a la vida de la gente. Por esto quien predica, por favor, es el primero que debe experimentar el hoy de Jesús, para así poderlo comunicar en el hoy de los otros. Y si quiere dar clases, conferencias, que lo haga, pero en otro lado, no en el momento de la homilía, donde debe dar la Palabra para que sacuda los corazones.

Queridos hermanos y hermanas, en este Domingo de la Palabra de Dios quisiera dar las gracias a los predicadores y los anunciadores del Evangelio que permanecen fieles a la Palabra que sacude el corazón, que permanecen fieles al “hoy”. Recemos por ellos, para que vivan el hoy de Jesús, la dulce fuerza de su Espíritu que vuelve viva la Escritura. La Palabra de Dios, de hecho, es viva y eficaz (cfr Hb 4,12), nos cambia, entra en nuestros asuntos, ilumina nuestra vida cotidiana, consuela y pone orden. Recordemos: la Palabra de Dios transforma una jornada cualquiera en el hoy en el que Dios nos habla. Entonces, tomemos el Evangelio en la mano, cada día un pequeño pasaje para leer y releer. Llevad en el bolsillo el Evangelio o en el bolso, para leerlo en el viaje, en cualquier momento y leerlo con calma. Con el tiempo descubriremos que esas palabras están hechas a propósito para nosotros, para nuestra vida. Nos ayudarán a acoger cada día con una mirada mejor, más serena, porque, cuando el Evangelio entra en el hoy, lo llena de Dios. Quisiera haceros una propuesta. En los domingos de este año litúrgico es proclamado el Evangelio de Lucas, el Evangelio de la misericordia. ¿Por qué no leerlo también personalmente, entero, un pequeño pasaje cada día? Un pequeño pasaje. Familiaricémonos con el Evangelio, ¡nos traerá la novedad y la alegría de Dios!

La Palabra de Dios es también el faro que guía el recorrido sinodal iniciado en toda la Iglesia. Mientras nos comprometemos a escucharnos unos a otros, con atención y discernimiento – porque no es hacer una encuesta de opiniones, no, sino discernir la Palabra, ahí -, escuchamos juntos la Palabra de Dios y el Espíritu Santo. Y la Virgen nos conceda la constancia para nutrirnos cada día con el Evangelio.