El Papa Francisco Llama a los Jóvenes a Ser Peregrinos de Esperanza en la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones
Un mensaje de esperanza y generosidad: la vocación como respuesta al amor de Dios

El Papa Francisco, en su mensaje para la 62ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, invita a los jóvenes a escuchar y responder con generosidad al llamado divino. Expone cómo la vocación no es solo una misión personal, sino una respuesta al amor incondicional de Dios. Destaca que la verdadera vocación se encuentra en el corazón de cada joven y, para descubrirla, es necesario recurrir a la oración, al discernimiento y a la comunidad. Francisco enfatiza que cada uno tiene la responsabilidad de ser luz y sal para el mundo, compartiendo el amor de Cristo de manera auténtica y comprometida.
Al mismo tiempo, el Papa resalta la importancia de la Iglesia como un espacio de acompañamiento en este proceso vocacional, donde la escucha y el discernimiento son claves. En un mundo lleno de incertidumbres, el Santo Padre anima a los jóvenes a no temer al llamado de Dios, pues en esa entrega encontrarán la paz y la plenitud de la vida. Además, invita a las comunidades cristianas a ser testigos activos, ofreciendo apoyo y guía a los jóvenes en su camino de discernimiento.
Texto íntegro del discurso:
MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA 62ª JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES
[11 de mayo de 2025]
Peregrinos de esperanza: el don de la vida
Queridos hermanos y hermanas:
En esta LXII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, deseo dirigiros una invitación alegre y alentadora para ser peregrinos de esperanza, donando la vida con generosidad.
La vocación es un don precioso que Dios siembra en los corazones, una llamada a salir de uno mismo para emprender un camino de amor y servicio. Y cada vocación en la Iglesia – ya sea laical, al ministerio ordenado o a la vida consagrada – es signo de la esperanza que Dios tiene para el mundo y para cada uno de sus hijos.
En nuestro tiempo, muchos jóvenes se sienten perdidos ante el futuro. A menudo experimentan incertidumbre sobre las perspectivas laborales y, más profundamente, una crisis de identidad que es también una crisis de sentido y valores, exacerbada por la confusión digital. Las injusticias hacia los débiles y los pobres, la indiferencia de un bienestar egoísta y la violencia de la guerra amenazan los proyectos de vida buena que cultivan en su corazón. Sin embargo, el Señor, que conoce el corazón del hombre, no abandona a nadie en la inseguridad; quiere suscitar en cada uno la conciencia de ser amado, llamado y enviado como peregrino de esperanza.
Por ello, nosotros, los adultos miembros de la Iglesia, especialmente los pastores, estamos llamados a acoger, discernir y acompañar el camino vocacional de las nuevas generaciones. Y vosotros, jóvenes, estáis llamados a ser protagonistas, o mejor co-protagonistas con el Espíritu Santo, que suscita en vosotros el deseo de hacer de la vida un don de amor.
Aceptar el propio camino vocacional
Queridos jóvenes, «vuestra vida no es un “mientras tanto”. Vosotros sois el ahora de Dios» (Exhort. ap. postsinodal Christus vivit, 178). Es necesario tomar conciencia de que el don de la vida exige una respuesta generosa y fiel. Mirad a los santos y beatos jóvenes que respondieron con alegría a la llamada del Señor: Santa Rosa de Lima, San Domingo Savio, Santa Teresa del Niño Jesús, San Gabriel de la Dolorosa, los Beatos –pronto Santos– Carlo Acutis y Pier Giorgio Frassati, y a tantos otros. Cada uno de ellos vivió su vocación como un camino hacia la plena felicidad, en la relación con Jesucristo vivo. Cuando escuchamos su palabra, ¡el corazón nos arde en el pecho! (cf. Lc 24,32) y sentimos el deseo de consagrar nuestra vida a Dios. Entonces queremos descubrir de qué manera, en qué forma de vida podemos corresponder al amor que Él nos da primero.
Cada vocación, percibida en lo profundo del corazón, hace germinar la respuesta como un impulso interior al amor y al servicio, como fuente de esperanza y caridad, y no como búsqueda de autoafirmación. Vocación y esperanza, por tanto, se entrelazan en el plan divino para la alegría de cada hombre y mujer, todos llamados personalmente a ofrecer la vida por los demás (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 268). Son muchos los jóvenes que buscan conocer el camino que Dios les llama a recorrer: algunos reconocen –a menudo con asombro– la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada; otros descubren la belleza de la llamada al matrimonio y a la vida familiar, así como al compromiso por el bien común y al testimonio de la fe entre colegas y amigos.
Toda vocación está animada por la esperanza, que se traduce en confianza en la Providencia. Para el cristiano, esperar es mucho más que un simple optimismo humano: es una certeza arraigada en la fe en Dios, que actúa en la historia de cada persona. Así, la vocación madura a través del compromiso diario de fidelidad al Evangelio, en la oración, el discernimiento y el servicio.
Queridos jóvenes, la esperanza en Dios no defrauda, porque Él guía cada paso de quien se confía a Él. El mundo necesita jóvenes que sean peregrinos de esperanza, valientes al dedicar su vida a Cristo, llenos de alegría por el hecho mismo de ser sus discípulos-misioneros.
Discernir el propio camino vocacional
El descubrimiento de la propia vocación se realiza a través de un proceso de discernimiento. Este camino nunca es solitario, sino que se desarrolla dentro de la comunidad cristiana y junto a ella.
Queridos jóvenes, el mundo os empuja a tomar decisiones apresuradas, a llenar vuestros días de ruido, impidiéndoos experimentar un silencio abierto a Dios, que habla al corazón. Tened el coraje de deteneros, de escuchar dentro de vosotros mismos y de preguntarle a Dios qué sueña para vosotros. El silencio de la oración es indispensable para «leer» la llamada de Dios en vuestra historia y dar una respuesta libre y consciente.
El recogimiento permite comprender que todos podemos ser peregrinos de esperanza si hacemos de nuestra vida un don, especialmente al servicio de aquellos que habitan en las periferias materiales y existenciales del mundo. Quien se pone a escuchar a Dios que llama no puede ignorar el grito de tantos hermanos y hermanas que se sienten excluidos, heridos, abandonados. Toda vocación abre a la misión de ser presencia de Cristo allí donde más se necesita luz y consuelo. En particular, los fieles laicos están llamados a ser «sal, luz y levadura» del Reino de Dios a través de su compromiso social y profesional.
Acompañar el camino vocacional
En este horizonte, los agentes pastorales y vocacionales, especialmente los acompañantes espirituales, no tengan miedo de acompañar a los jóvenes con la esperanzadora y paciente confianza de la pedagogía divina. Se trata de ser para ellos personas capaces de escucha y de acogida respetuosa; personas en quienes puedan confiar, guías sabias, dispuestas a ayudarlos y atentas a reconocer los signos de Dios en su camino.
Por ello, exhorto a promover el cuidado de la vocación cristiana en los diferentes ámbitos de la vida y actividad humana, favoreciendo la apertura espiritual de cada uno a la voz de Dios. Para este fin es importante que los itinerarios educativos y pastorales prevean espacios adecuados de acompañamiento vocacional.
La Iglesia necesita pastores, religiosos, misioneros, matrimonios que sepan decir «sí» al Señor con confianza y esperanza. La vocación nunca es un tesoro que permanece cerrado en el corazón, sino que crece y se fortalece en la comunidad que cree, ama y espera. Y dado que nadie puede responder solo a la llamada de Dios, todos necesitamos la oración y el apoyo de los hermanos y hermanas.
Queridos amigos, la Iglesia está viva y fecunda cuando genera nuevas vocaciones. Y el mundo busca, a menudo inconscientemente, testigos de esperanza que anuncien con su vida que seguir a Cristo es fuente de alegría. No nos cansemos, pues, de pedir al Señor nuevos obreros para su mies, seguros de que Él sigue llamando con amor. Queridos jóvenes, encomiendo vuestra seguimiento del Señor a la intercesión de María, Madre de la Iglesia y de las vocaciones. ¡Caminad siempre como peregrinos de esperanza en el camino del Evangelio! Os acompaño con mi bendición y os pido, por favor, que recéis por mí.
Roma, Policlínico Gemelli, 19 de marzo de 2025.
FRANCISCO
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