El Santo Padre envía un mensaje a los participantes en el 47º período de sesiones del Consejo de Gobernadores del Fondo Internacional del Desarrollo Agrícola, que se realiza del 14 al 15 de febrero en la sede del organismo, ubicada en Roma. Les pide que sus propuestas y acciones reflejen los valores universales de la justicia, la solidaridad y la compasión.
A continuación, sigue el texto completo del Mensaje del Papa:
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Mensaje del Santo Padre
Señor Presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola,
señores Delegados y Representantes permanentes de los estados miembros,
distinguidos señores y señoras:
Me complace dirigirme a ustedes con motivo de esta reunión del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola y aprovecho la ocasión para transmitirles mi más cordial saludo. Deseo agradecerles el compromiso, el tiempo y las energías que dedican a luchar por un mundo mejor, en el que nadie vea lesionada su dignidad y en donde la fraternidad llegue a ser una realidad, fuente de dicha y esperanza para todos.
Hoy, nuestro mundo se enfrenta a una dicotomía desgarradora. Por un lado, millones de personas son acosadas por el hambre, mientras que, por otro, una gran insensibilidad se hace ver en el derroche de comida. Los alimentos que cada año se desperdician generan masas de gases con efecto invernadero, mientras un racionamiento correcto bastaría para alimentar a todos los que pasan hambre.
Son tiempos de precariedad. Estamos llevando el mundo a límites peligrosos: el clima está cambiando, los recursos son expoliados; los conflictos y la crisis económica amenazan la subsistencia de millones de personas. Ante la crisis, las comunidades rurales son las primeras damnificadas, pues no cuentan con recursos para hacer frente a la situación producida por el cambio climático y las hostilidades, y se ven excluidas del acceso a la financiación. También los pueblos indígenas son víctimas de penalidades, privaciones y atropellos. A pesar de que sus conocimientos acerca de la gestión de los recursos naturales y su conexión con el entorno pueden ayudar a conservar la biodiversidad.
Otro colectivo desatendido son las mujeres, que son pilares de más de la mitad de los hogares que sufren inseguridad alimentaria en las zonas campesinas, donde además muchos jóvenes carecen de formación, recursos y oportunidades. La juventud es el futuro de nuestras comunidades rurales y en ella reside un importante potencial de innovación y de cambio positivo.
Señor Presidente, esta realidad nos mueve a hacer frente a los problemas existentes, en particular, al hambre y a la miseria, no conformándonos con estrategias abstractas o compromisos inalcanzables, sino cultivando la esperanza que brota de una acción colectiva. Colaboremos en la construcción de un sistema agrícola y alimentario más integrador. A ello contribuirán también los programas de investigación y tecnología que favorezcan una agricultura sostenible y respetuosa del medio ambiente. Asimismo, es primordial suprimir el dispendio de alimentos y abogar por una distribución equitativa de los recursos. La sola inversión en trasporte y almacenamiento puede reducir las pérdidas de los pequeños agricultores, que producen un tercio de los alimentos que se consumen a diario.
Invoco la ayuda divina sobre todos ustedes, para que la sabiduría, la empatía y un espíritu de leal cooperación y servicio guíen sus deliberaciones y se puedan eliminar las causas de la exclusión, la pobreza y la mala gestión de los recursos, además de los efectos de las crisis climáticas. Que sus propuestas y acciones reflejen los valores universales de la justicia, la solidaridad y la compasión, y sean orientadas al bien común y al trabajo por la paz y la amistad social, generando cambios en favor del desarrollo integral de la humanidad.
Vaticano, 2 de febrero de 2024