En el evento final de la primera etapa de su 46º Viaje Apostólico al extranjero, el Papa Francisco se dirigió a la comunidad católica de Luxemburgo. Este evento coincidió con un Jubileo Mariano, marcando cuatro siglos de devoción a María, Consoladora de los Afligidos.
Hablando a los fieles reunidos en la Catedral de Notre-Dame de Luxemburgo, el Papa Francisco se centró en tres temas clave: servicio, misión y alegría.
Una Iglesia llamada a servir
Abordando el primer tema, «servir», el Papa Francisco señaló que el servicio es una acción que «está en el corazón mismo del Evangelio». El Papa destacó que, en una nación con una larga tradición de acoger a los necesitados, existe una gran urgencia de hospitalidad. No se trata solo de caridad, dijo, “sino también de justicia”. Alabó la apertura de Luxemburgo, instando a los fieles a mantener esta práctica. «El espíritu del Evangelio es un espíritu de acogida, de apertura a todos; no admite ningún tipo de exclusión», afirmó el Papa.
La Iglesia en una sociedad secularizada
El segundo punto de su discurso destacó la misión de la Iglesia en una sociedad cada vez más secular. Subrayó la necesidad de que la Iglesia abrace esta evolución sin perder de vista sus valores fundamentales. «No podemos encerrarnos en la tristeza, la resignación o el resentimiento», dijo el Papa, invitando a los católicos de Luxemburgo a ser «dinámicos», respondiendo siempre a los desafíos de los tiempos. Esto, dijo, se logra siendo una «Iglesia misionera».
Con esto en mente, el Papa Francisco alentó un espíritu de sinodalidad como un medio para fortalecer la vida comunitaria y difundir el mensaje del Evangelio.
La alegría del Evangelio
El tercer tema que exploró el Papa Francisco fue la alegría, que describió como «una parte integral de la fe cristiana». Reflexionó sobre el testimonio de Diogo, un joven que compartió su experiencia gozosa en la Jornada Mundial de la Juventud. El Papa Francisco dijo que la alegría de Diogo es emblemática del mensaje del Evangelio. «Nuestra fe está llena de alegría, es una ‘danza’, porque sabemos que somos hijos de un Dios que es nuestro amigo», dijo.
El Papa también habló de la singular Procesión de Primavera en Luxemburgo. Esta procesión, donde los fieles, acompañados por peregrinos, bailan por las calles mientras conmemoran los esfuerzos misioneros de San Willibrord, «se convierte en una gran danza unificada», comentó.
Al concluir su discurso, el Papa Francisco recordó a los fieles que la misión que se les ha encomendado es «hermosa».
«Consolémonos y sirvamos, siguiendo el ejemplo de María y con su ayuda», concluyó.
Inicia el 46° Viaje Apostólico del Papa Francisco a Luxemburgo y Bélgica