El Papa en la parroquia de Saint-Gille: “la misericordia indica el camino hacia la esperanza”

Visita a las personas sin hogar asistidas por la Parroquia

Esta mañana, tras celebrar la Santa Misa en privado, antes de abandonar la Nunciatura, el Papa Francisco saludó brevemente a la Vicepresidenta de la Comisión Europea, Margarítis Schinás, a la Vicepresidenta de la Comisión Europea para la Democracia y la Demografía, Dubravka Šuica, a la Representante de la Organización Mundial de la Salud ante la Unión Europea, Oxana Domenti, y al Director Regional de la OMS para Europa, Hans Kluge. A continuación se detuvo, como ayer por la mañana, a saludar a las personas, en particular niños y jóvenes, que habían acudido a su encuentro delante de la Nunciatura.

Tras abandonar la Nunciatura, se dirigió a la iglesia de Saint Gilles de Bruselas, donde visitó a las personas sin hogar asistidas por la Parroquia antes de dirigirse a la basílica del Sagrado Corazón de Koekelberg.

Publicamos a continuación las palabras de saludo que el Santo Padre dirigió a los presentes:

***

Saludo del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Gracias por invitarme a desayunar. Es hermoso comenzar el día entre amigos, y esta es la atmosfera que se respira en Saint-Gilles.


Agradezco a Marie-Françoise, Simon y Francis por lo que han dicho y me alegra ver como aquí el amor alimenta continuamente la comunión y la creatividad de todos. Han incluso ideado La Biche de saint Gilles, e imagino que será una cerveza muy buena. A la tarde les diré si es buena o no.

Como ha dicho Marie-Françoise, “la misericordia indica el camino hacia la esperanza” —esto es muy hermoso—, y el mirarse mutuamente con amor ayuda a todos —a todos, todos— a mirar al futuro con confianza y a ponerse cada día en marcha. La caridad es así, es un fuego que calienta el corazón, y no existe una mujer o un hombre sobre la tierra que no tenga necesidad de su calor.

Es verdad, no son pocos los problemas que se deben afrontar —lo saben bien—, como nos ha dicho Simón, y a veces te das de bruces con el rechazo y la incomprensión, como nos ha contado Francis, pero la alegría y la fuerza que vienen precisamente del amor compartido son más grandes que cualquier dificultad, y cada vez que nos dejamos involucrar en dinámicas de solidaridad y del cuidado recíproco nos damos cuenta de que recibimos mucho más de lo que damos (cf. Lc 6,38; Hch 20,35).

A la conclusión de nuestro encuentro, entregaremos como regalo a la parroquia una estatua de san Lorenzo, diacono y mártir de los primeros siglos, famoso por haber presentado a sus acusadores, que querían los tesoros de la Iglesia, a los miembros más frágiles de la comunidad cristiana a la que pertenecía, la de Roma, la más importante, pero también la más frágil: los pobres y los necesitados.

No era un modo de decir ni siquiera una simple provocación. Era la pura verdad. La Iglesia tiene su mayor riqueza en sus miembros más débiles, y si queremos de verdad conocer y mostrar su belleza, nos hará bien donarnos los unos a los otros de esta forma, en nuestra pequeñez, en nuestra pobreza, sin pretensiones y con tanto amor. Nos lo enseño antes que nadie el Señor Jesús, que se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8,9).

Queridos amigos, gracias por haberme acogido entre ustedes y gracias por el camino que hacen juntos. Gracias por el desayuno. Les bendigo a todos y rezo por ustedes. Y no se olviden tampoco de rezar por mí.