Este sábado, 15 de enero de 2022, en la sala Clementina, el Santo Padre recibió en audiencia a los participantes en el Capítulo General de la Orden de Clérigos Regulares Teatinos.
El Papa resaltó que “La comunidad que conserva los pequeños detalles del amor, donde los miembros se cuidan unos a otros y constituyen un espacio abierto y evangelizador, es el lugar de la presencia del Resucitado que la santifica según el designio del Padre”
Publicamos a continuación el discurso que el Papa dirigió a los presentes durante el encuentro:
***
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos, ¡bienvenidos!
Os doy la bienvenida con motivo de vuestro Capítulo General: el 164º. ¡Cuánto progreso hay detrás de este 164, cuánto camino recorrido con la providencia de Dios! ¡Y cuán grande debe ser entonces la gratitud!
Agradezco al Superior General sus palabras y le deseo una buena continuación del servicio en el que fue confirmado.
En el tema que guía vuestro trabajo en estos días, la palabra que se destaca es misión: “Teatinos para la misión…”. Aprecio esta elección, en sintonía con la orientación fundamental de la Iglesia, en la que el Señor resucitado imprimió el dinamismo de, “salida” para la evangelización que implica a todo cristiano y a toda comunidad (cf. Evangelii gaudium, 20). La misión también inspiró la redacción del nuevo documento para la Curia romana. Para vosotros, en particular, este dinamismo se combina con el carisma de san Cayetano Thiene y de los cofundadores, que podemos resumir como una fraternidad sacerdotal apostólica, fuertemente enraizada en la vida espiritual y en la caridad concreta con los necesitados.
En la vida de san Cayetano -como en la de muchos otros santos- nos llama la atención ver cómo en cierto punto se produce un “salto cualitativo” que, en términos bíblicos, llamaríamos más bien una “vocación dentro de la vocación”, o una “segunda conversión”. Se trata del paso de una vida ya buena y estimada a una vida santa, llena de ese “más” que viene del Espíritu Santo. Este salto cualitativo es lo que hace crecer no sólo la vida personal de ese hombre o mujer, sino también la vida de la Iglesia. Esto es lo que, en cierto sentido, la “reforma”, purificándola y realzando su belleza evangélica.
Podemos y debemos referirnos siempre a este testimonio, a este “Evangelio vivo” para avanzar en nuestro camino personal y comunitario, sabiendo muy bien que “no es posible que un cristiano piense en su misión en la tierra sin concebirla como camino de santidad” (Exhort. ap. Gaudete et exsultate , 19 ). San Gaetano Thiene también nos muestra que “cada santo es una misión”. Cada santo y santa es “un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento específico de la historia, un aspecto del Evangelio” ( ibid .).
Y lo que se nos pide no es tanto imitar en sentido literal -a quien todos debemos imitar en realidad es Jesucristo-, sino asumir de ese santo el “método”, por así decirlo, el dinamismo espiritual con el que, vivió el Evangelio, para intentar traducirlo a nuestro contexto actual. Esto es también lo que os habéis propuesto con el objetivo general de vuestro Capítulo. Cito: “Actualizar el carisma teatino, para responder a los desafíos actuales a partir de nuestra identidad”.
Y el primer objetivo específico apunta a la identidad. Por supuesto, no tengo que enseñarte nada sobre esto. Sólo quisiera subrayar un aspecto esencial del testimonio de san Cayetano: la reforma debe empezar por uno mismo. Cuando vino a Roma para trabajar en la curia papal, se dio cuenta de la lamentable degradación espiritual y moral generalizada. Es la mundanalidad, la raíz siempre está ahí, la mundanalidad que causa la degradación espiritual y moral. Y mientras ejercía su oficio, frecuentaba el oratorio del Amor Divino, cultivando la oración y la formación espiritual; y luego fue a un hospital para asistir a los enfermos. Este es el camino: empezar por uno mismo para vivir el Evangelio con mayor profundidad y coherencia. Todos los santos nos muestran este camino. Ellos son los verdaderos reformadores de la Iglesia. O más bien: es el Espíritu Santo quien forma y reforma la Iglesia, y lo hace a través de la Palabra de Dios y a través de los santos, que ponen en práctica la Palabra en sus vidas. Empieza siempre por ti mismo.
Su segundo objetivo específico es la comunión. También aquí, mirando a San Caetano, vemos que el Espíritu no lo empujó a ir solo, a recorrer un camino individual. No. Lo llamó a formar una comunidad de clérigos regulares, a vivir el Evangelio según el modo de vida de los Apóstoles. En la Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate -que recomiendo volver a leer, ¡siempre hará bien! Me hace bien leerlo, porque uno se olvida de lo que escribió para los demás – recordé algunas “santas comunidades” que “vivieron heroicamente el Evangelio” (n. 141). Y a ellos ciertamente podríamos agregar el de sus co-fundadores. Pero habitualmente en las familias y comunidades religiosas la vida cristiana se compone de muchos gestos cotidianos. “La comunidad que conserva los pequeños detalles del amor, donde los miembros se cuidan unos a otros y constituyen un espacio abierto y evangelizador, es el lugar de la presencia del Resucitado que la santifica según el designio del Padre” ( ibid., 145 ). Ahí hay una frase que quiero enfatizar: Los miembros se cuidan entre todos. Hermanos, la mayor plaga en una congregación religiosa, en una comunidad religiosa, es cuando los hermanos no se cuidan entre sí, es más, cuando empieza la cháchara. Por favor, descarte todas las formas de charla. Sed hombres consagrados, hombres del Evangelio, pero hombres. Si tienes algo en contra del otro, ten “pantalones” para decírselo en la cara, decirle cosas en la cara o callarte. O ese otro criterio, díselo a los que pueden remediarlo, es decir, a los superiores. Pero no hagáis grupos pequeños, porque esta es la espiritualidad de la “carcoma”, que hace decaer la fuerza de una comunidad religiosa. Sin charlatanería por favor.
Y, finalmente, el tercer objetivo que os proponéis es precisamente la misión: “Discernir los signos de los tiempos para anunciar y vivir el Reino de Dios entre los hombres”. Según el carisma fundacional, vuestra misión no es ad gentes. San Cayetano evangelizó Roma, Venecia, Nápoles, y lo hizo sobre todo a través del testimonio de vida y de las obras de misericordia, practicando el gran “protocolo” que Jesús nos dejó con la parábola del juicio final, Mateo 25 (vv. 31). -46). Él y sus compañeros han servido y alimentado esa Iglesia que es un “hospital de campaña” que se necesita incluso hoy. Os animo a seguir sus pasos, con docilidad al Espíritu, sin esquemas rígidos – cuidado con la rigidez, porque la rigidez es una perversión que viene precisamente del clericalismo, es otra cosa mala, y bajo toda rigidez hay podredumbre, – siempre-, pero firmemente en las cosas esenciales: oración, adoración, vida común, caridad fraterna, pobreza y servicio a los pobres. Todo ello con un corazón apostólico, con la inquietud buena y evangélica de buscar ante todo el Reino de Dios.
Queridos hermanos, como sabéis, entre las ciudades evangelizadas por San Gaetano también está Buenos Aires. La fiesta de San Cayetano, el 7 de agosto, tiene allí una gran participación popular. La gente lo venera y reza como “patrón del pan y del trabajo”. A su intercesión y a la de Nuestra Señora encomiendo vuestro camino. Os bendigo de corazón a vosotros, a todos vuestros hermanos y a vuestro compromiso de comunión y misión. Y por favor, no os olvidéis de orar por mí. ¡Gracias!
He pedido traer aquí un breve estudio realizado recientemente por un Nuncio Apostólico sobre chismes. Se me ocurrió después de este discurso. Creo que sería bueno para todos llevarse una copia a casa, ¡gratis!
© Librería Editora Vaticana