En una noche mágica, el Niño Jesús nació en el Portal de Belén. María y José, rodeados de pastores, ángeles y la estrella Oriente, celebraron este milagroso evento. Joaquín, el posadero, se acercó al Niño y le ofreció su corazón, reconociendo su divinidad. «He venido a verte, Jesús, porque me ha dicho Salomé (ya le conoces, es mi empleada de la hospedería) que puedo hablar contigo a solas, en voz baja o incluso sin palabras, porque Tú me escuchas siempre. Ella dice que eres el Hijo de Dios y el Rey de Israel, y yo le creo. Mi nombre es Joaquín y trabajo en la hostelería desde pequeño. Estoy casado con Susana y tenemos tres hijas y cuatro hijos varones…» dijo Joaquín con emoción.
Joaquín compartió su historia y sus sentimientos con el Niño Jesús. «Mira, Jesús, esta tarde he hablado con tu Padre porque quería darle explicaciones por lo que ocurrió la otra noche. Nos hemos hecho amigos enseguida y se ha reído mucho con mis torpes disculpas. Resulta que el otro día tus padres llamaron a la puerta de mi posada. Lo primero que me llamó la atención fue tu Madre: Tú sabes que los hijos siempre nos engañamos pensando que nuestra madre es la mujer más hermosa del mundo, por eso una madre es más bella cuando tiene muchos hijos: Porque son muchas las miradas que le embellecen. Sin embargo tú, cuando veas a tu Madre y la compares con lo más bonito del mundo, no te engañarás. Tus piropos nunca serán exageraciones, te lo digo yo. Y no lograrás hacerle más hermosa por mucho que la contemples. Te cuento esto para que entiendas que la otra noche yo habría dado a tus padres toda mi posada si hubiera sido posible,» dijo Joaquín con sinceridad.
Joaquín también compartió sus reflexiones y su deseo de ofrecer su corazón al Niño Jesús. «Todavía me pregunto si debería haber echado a todos los huéspedes… Cuando ya iban a marcharse ofrecí María que se quedara con mi esposa en nuestra pequeña habitación, y José y yo vendríamos a este establo a pasar la noche. A tu Madre se le iluminó la cara y dio gracias al Señor cuando dije lo del establo; le dijo a tu Padre que aquí estarían muy bien, así Tú nacerías en un lugar apartado, sin ruidos ni molestias. ¿Sabes lo que he pensado desde el otro día?: Me he dado cuenta de que mi alma se parece a mi posada: Está siempre llena de huéspedes que con su ruido acallan la angustia que de tarde en tarde me encoge el ánimo. Hasta que llegaste Tú: Sólo me pediste un rincón y te he mandado al establo. ¿Qué debo hacer? Desde que pasaste por mi casa he perdido la tranquilidad. Por eso he venido ahora, al terminar el trabajo, no me importa que sea de noche, necesitaba hablar contigo. Lo único que se me ocurre que puedo ofrecerte es mi corazón, aquí te lo traigo, Jesús. Ya sabes que no puedo echar a nadie de la posada porque es un establecimiento público; pero si dentro de mi alma encuentras algún huésped indeseable, puedes echarle tranquilamente, así Tú estarás más cómodo,» dijo Joaquín con humildad.
Joaquín también mencionó la dedicación de Salomé y su deseo de cuidar del Niño Jesús y sus padres. «Y volviendo al tema de la hospedería, Salomé, mi empleada, me ha dicho que quiere ocuparse de Ti y de tus padres mientras estéis en Belén. Le hemos dado permiso para faltar al trabajo cuando lo crea necesario. Ella os traerá todo lo que necesitéis… Los ángeles cantan un villancico. Con la música los pastores se despiertan y se acercan al Portal, arrodillándose entorno al pesebre. También entra Salomé. Zabulón se sienta al lado del Niño y le coge la mano con cariño. Todos se unen al canto de los ángeles,» dijo Joaquín con alegría.
Los ángeles cantaron villancicos, y todos se unieron en un canto de alegría y esperanza. «A Belén pastores, a Belén chiquillos, que ha nacido el Rey de los angelillos,» resonó en el aire. Zabulón, con su perrito Peque, se sentó al lado del Niño y le cogió la mano con cariño. Esta noche de Navidad, el amor y la esperanza llenaron el corazón de todos los presentes, recordándonos que el nacimiento del Niño Dios es un regalo divino para la humanidad. La estrella Oriente brillaba con intensidad, guiando a los Magos hacia el Portal de Belén, donde el Niño Jesús, el Salvador del mundo, había nacido.
Artículo basado en el libro, El Belén que puso Dios