31 marzo, 2025

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El móvil puede esperar

El uso responsable de la tecnología en la infancia y adolescencia, y el papel crucial de la familia y la Iglesia en la educación digital

El móvil puede esperar

Parecería acaso más propio de un obispo de la Iglesia Católica que se limitase a afirmar que el problema no está en la tecnología, sino en el uso que se haga de ella. Sin embargo, me resisto a quedarme en ese posicionamiento neutro porque hoy en día tenemos datos suficientes para afirmar que una buena parte de las aplicaciones informáticas han sido diseñadas intencionalmente con el objetivo de atrapar a sus usuarios. Y, por ello, pienso que, en conciencia, tenemos el deber de unirnos a las iniciativas sociales (#AdolescenciaLibreDeMoviles) que se han posicionado abiertamente contra la práctica generalizada de regalar móviles a los niños y adolescentes de forma indiscriminada.

Si somos mínimamente honestos, tendremos que empezar por reconocer que, más allá de los indudables beneficios, las nuevas tecnologías de la comunicación han generado en quienes somos adultos no pocos efectos nocivos. El reto es general y no simplemente generacional. Escuché decir a un hombre de Dios ya fallecido: “Las nuevas tecnologías son un buen siervo, pero un malísimo señor”.

Ahora bien, si los adultos tenemos problemas en la gestión equilibrada de redes sociales y otras aplicaciones informáticas, ¿qué no estará ocurriendo en los niños y adolescentes que se encuentran en una etapa tan especialmente vulnerable?  Los datos ‘cantan’: Desde 2019 el fenómeno de las autolesiones se ha incrementado en un 592% (Datos fundación ANAR). El 20% de los adolescentes se han autolesionado alguna vez y el 11,5% lo ha hecho con frecuencia (ANAR). En los últimos 10 años se ha producido un 3543% de aumento de pensamientos e intentos de suicidio (ANAR). La violencia filioparental ha aumentado un 400% (Fuentes policiales). Podríamos seguir inundando este artículo de datos alarmantes…

Sin embargo, a pesar de que vivimos en medio de continuas alertas ante la emergencia de salud mental que se está generando, nadie parece responder a la pregunta clave: ¿Quién tiene la responsabilidad ante esta emergencia y de quién se debe esperar que tome las medidas pertinentes? ¿Quién le pone el cascabel al gato?…  La inacción de las autoridades me parece trágica. Baste recordar el vergonzoso fiasco al que se redujo la promesa del Gobierno de España, quien había anunciado para el inicio del curso escolar unas medidas que impedirían el acceso de menores de edad a contenidos pornográficos, violentos y negativos. Todo acabó en nada, quedando patente la falta de voluntad de intervención.

A estas alturas nos debe quedar claro que lo que no haga la propia familia, no lo va a hacer la autoridad pública; y aunque pienso que estamos llegando tarde, es vital que, de forma subsidiaria, la Iglesia se ofrezca a las familias para ayudar en la educación digital. En nuestra Diócesis de Orihuela-Alicante nos disponemos a implementar en nuestros colegios diocesanos un proyecto de responsabilidad digital, con el objetivo de que las familias puedan apoyarse entre ellas, tomando decisiones confluyentes, para concluir plasmándolas en un pacto familiar. Nos jugamos muchísimo en el reto de cómo integrar el uso de la tecnología en la vida familiar.

Sabemos que no es fácil sanar los malos hábitos adquiridos en el uso de las tecnologías, y por ello deberíamos comenzar por erradicar la entrega del móvil en edades tempranas. Por poner un ejemplo, es un auténtico drama que los regalos de la primera comunión sean la puerta por la que la pornografía se hace presente en la vida de los niños. Cada vez son más los profesionales que aconsejan retrasar hasta los 16 años la compra de un móvil a nuestros hijos.

Se aproximan fechas en las que la propaganda consumista nos impulsa a realizar muchas compras sin el suficiente discernimiento: El 29 de noviembre será el Black Friday; el 2 de diciembre el Cyber Monday; y aunque -ingenuos de nosotros- pudiera parecer que las fiestas de Navidad y de Reyes ponen el punto final, las rebajas de la cuesta de enero se encargarán de sacarnos de este engaño, ya que la incitación al consumismo no tiene fin.

Sería lamentable que nos dejásemos arrastrar por esta vorágine optando por un regalo envenenado…  ¡El móvil puede esperar!

José Ignacio Munilla Aguirre

José Ignacio Munilla Aguirre nace en San Sebastián el 13 de noviembre de 1961. Inició los estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor de Toledo y los concluyó en San Sebastián. Obtuvo la licenciatura en Teología, especialización en Espiritualidad, en la Facultad de Teología del Norte de España, sede de Burgos. Fue ordenado sacerdote en San Sebastián el 29 de junio de 1986. Mons. Munilla Aguirre, obispo de Orihuela-Alicante desde 2022 Munilla Aguirre comenzó su ministerio pastoral en Zumárraga: en los años 1986-1990 ha sido vicario parroquial en la Parroquia de la Asunción y en 1990 fue párroco de El Salvador y también miembro del Consejo Presbiteral. El 24 de junio de 2006 fue nombrado obispo Palencia y tomó posesión de la diócesis el 10 de septiembre de 2006. El 21 de noviembre de 2009 fue nombrado obispo de San Sebastián, tomando posesión de la diócesis el 9 de enero de 2010. El 7 de diciembre de 2021 el papa Francisco le nombró obispo de Orihuela-Alicante y tomó posesión de la misma el 12 de febrero de 2022. En la reunión plenaria del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE), en 2012, fue nombrado presidente de la Comisión de Comunicaciones Sociales de los obispos europeos, cargo que ejerció hasta 2016. Otros datos de interés En la Conferencia Episcopal Española es miembro de la Comisión Episcopal para las Comunicaciones Sociales desde 2011. Ha sido también miembro de las Comisiones Episcopales de Apostolado Seglar (2008-2013) y de Vida Consagrada (2005-2008).