En este tiempo, estamos celebrando el 10º aniversario del ministerio petrino del querido Papa Francisco, que converge con alguna de nuestras actividades docentes y académicas. Como ha sido mi ponencia “Ética y pensamiento social desde Francisco”, en relación con un reciente libro del que soy co-autor como investigador asociado, unido al proyecto universitario de investigación “Querida Amazonia” (Universidad Anáhuac, México). En esta ponencia, expuse el tema y capítulo que abre la citada publicación: Horizontes de pensamiento para enfrentar el Siglo XXI de la mano del Papa Francisco. Cuyo prologo ha realizado uno de los responsables del Vaticano, colaborador del Papa, el Cardenal Michael F. Czerny.
Como he estudiado asimismo en mi libro anterior sobre estas cuestiones, La moral social para conocer a Francisco– del que ahora se cumple también el primer aniversario de su lanzamiento-, esta enseñanza social y ética nos las transmite Francisco en su magisterio. Ahí tenemos sus significativas encíclicas Laudato si‘ (LS), sobre “el cuidado de la casa común” con una ecología integral, y Fratelli tutti (FT) acerca de “la fraternidad y amistad social”. De esta forma, el Papa continúa el legado fecundo de la tradición moral y Doctrina social de la iglesia (DSI), tal como se ha desarrollado en nuestra época contemporánea. Sigue su metodología inductiva, en el encuentro entre la realidad y la fe encarnada (LS 15-16; FT 9), con una mirada desde la ética y del Evangelio de Jesús, en el ver, juzgar o valorar y actuar sobre la realidad. Junto a una perspectiva interdisciplinar, empleando las ciencias humanas o sociales, para un adecuado análisis transformador del mundo.
Plantea así este desarrollo y ecología integral con un auténtico buen vivir, donde se inter-relacionan los diversos aspectos de lo humano y lo real, como lo espiritual, lo personal, lo social y lo ambiental (LS 138-140). Promoviendo la justicia social-global con los pobres de la tierra, inseparablemente, unida a la justicia ecológica en el desarrollo sostenible. Y ello desde la Gracia del Dios de la creación y la vida, como se nos revela en Cristo, y lo han vivido los santos o testimonios de la fe e Iglesia como es, de forma paradigmática, San Francisco de Asís (LS 10; FT 2-5).
En este conocimiento profundo y vital de la realidad, Francisco analiza y denuncia el mal, la desigualdad e injusticia social-mundial y global que saquea a los pobres, a las víctimas y a la naturaleza. Lo cual, cada vez más, genera opresión, muerte y destrucción de los pobres, de los pueblos y del medio ambiente. Todo ello es causado por las actuales e inhumanas ideologías y las relaciones humanas injustas, por las perversas estructuras sociales e internacionales, por las idolatrías y sistemas mundiales de la economía, del comercio y de las finanzas (LS 48-52; FT 189). Las raíces de toda esta injusticia social-global y ecológica hay que buscarlas: en el pecado personal y estructural, en la actual y global ideología individualista del neoliberalismo o del colectivismo u otros populismos e ideologizaciones, con su relativismo y tecnicismo-economicismo; en el sistema del capitalismo con el libre mercado como ídolo y su especulación financiera tecnocrática, con sus poderes dominadores de las empresas multinacionales y corporaciones financieras-bancarias. Lo que mantiene y acrecienta la injusticia del hambre y la pobreza, destruye la dignidad y vida de las personas, del ambiente y planeta (LS 109-114; FT 155-157, 165).
Frente a lo anterior, Francisco enseña toda esta ecología integral con su bioética global, que promueve y defiende la vida en todas sus fases, dimensiones y aspectos, con coherencia y credibilidad. Lo que se opone a la cultura de muerte como son las desigualdades e injusticias del hambre y de la pobreza, de la explotación del trabajo y de la naturaleza, de las guerras, de la negación de la vida a los más frágiles como son los niños no nacidos con sus familias o los mayores-ancianos (LS 115-122; FT 18-19). Impulsando pues la fecundidad y diversidad de la naturaleza del ser humano, con su cuerpo, de las relaciones del hombre y la mujer que se expresan en el matrimonio, abierto a la vida con los hijos y la belleza de la familia (LS 155; FT 208-209). Al respecto, transmite y profundiza las claves y valores o principios de la DSI inspirados en la fe, como son la misericordia fraterna, el constitutivo amor social y la caridad política en la búsqueda del bien común, de la paz y la justicia liberadora con los pobres de la tierra y el planeta (LS 159, 228-231; FT 196).
La ética y la política deben orientar la economía al servicio del bien común, con el fomento de la justicia con los pobres. Frente a los falsos dioses del tecnicismo y del mercado libre, del beneficio y ganancia que se ponen por encima de la vida y dignidad de las personas (LS 189-198; FT 103-105). En contra del liberalismo y del capitalismo, el destino universal de los bienes está por encima de la propiedad, que solo es ética si realiza esta social y justa distribución de los recursos, de la tierra y del resto de bienes de nuestra casa común que es todo el cosmos. Lo contrario a la esclavitud, a la injusticia e insolidaridad de la riqueza-ser rico que no reparte los bienes con los pobres, para que haya justicia e igualdad entre las personas y pueblos (LS 93-95, FT 118-120). En esta línea, se ha de promover la vida y dignidad del trabajador con sus derechos como es un salario justo, la humanización del trabajo decente, frente al capital y la tecnocracia (LS 124-129; FT 162).
En todo ello, Francisco se inspira en los fundamentos teológicos más sólidos de la fe, como es esa virtud teologal principal, el amor-caridad unida la misericordia compasiva, revelada por Dios en Cristo con su entrega amorosa y salvífica-liberadora hasta la muerte en cruz, que nos regala la vida digna, plena y eterna. Otorgando así toda la trascendencia a la sagrada e inviolable vida y dignidad de cada persona, imagen e hijo de Dios. Francisco, por tanto, nos lleva al corazón de la fe, a la alegría y belleza del Evangelio, el Misterio del Dios Trinidad, entraña y modelo de comunión, de amor y solidaridad para la iglesia, para toda la humanidad y la sociedad-mundo (LS 236-240; FT 85). En clara continuidad con el el magisterio del Vaticano II (GS 24) y los Papas con su DSI como San Juan Pablo II (SRS 40) o Benedicto XVI (CV 54).
En este sentido, como nos transmite la tradición y la fe de la iglesia con los Santos Padres o el Vaticano II, en esa esencia de la fe que es la Encarnación, Dios en Cristo realiza la unión con todo ser humano. De forma análoga a la Eucaristía, Jesús pobre y crucificado se encuentra presente sacramentalmente en todo prójimo (ser humano) sufriente, en los empobrecidos, marginados y crucificados de la tierra (Mt 25, 31-46); como son los hermanos migrantes o refugiados, los hambrientos, las mujeres, los enfermos y toda víctima de la historia, de las que siempre hay que hacer memoria (FT 226-227).