17 abril, 2025

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El legado de San Óscar Romero y la llamada a la noviolencia en el Año Jubilar

Mártires de la Esperanza

El legado de San Óscar Romero y la llamada a la noviolencia en el Año Jubilar

En este Año Jubilar 2025, el Papa Francisco nos ha llamado a convertirnos en Peregrinos de la Esperanza. En su mensaje, escribió: “Además de alcanzar la esperanza que nos da la gracia de Dios, también estamos llamados a redescubrirla en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece. (…) Por ello, es necesario poner atención a todo lo bueno que hay en el mundo para no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal y la violencia. En este sentido, los signos de los tiempos, que contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, requieren ser transformados en signos de esperanza. (…) El testimonio más convincente de esta esperanza nos lo ofrecen los mártires, que, firmes en la fe en Cristo resucitado, supieron renunciar a la vida terrena con tal de no traicionar a su Señor. Ellos están presentes en todas las épocas y son numerosos, quizás más que nunca en nuestros días, como confesores de la vida que no tiene fin. Necesitamos conservar su testimonio para hacer fecunda nuestra esperanza. (Spes Non Confundit – Bula de Convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025 #7 Y #20)

El 24 de marzo se conmemora el 45.º aniversario del asesinato de San Óscar Romero en El Salvador. Su vida y testimonio fueron una prueba constante de que la esperanza es posible, incluso en medio de una brutal guerra civil. Romero creía que los pueblos marginados eran el lugar de la revelación de Dios en la historia, un espacio donde el Dios de la esperanza podía ser descubierto en medio de la violencia y el sufrimiento. Como arzobispo, proclamó la Palabra de Dios de manera que llevó esperanza a los pobres, anunciando vida y plenitud a aquellos que le inspiraban, y denunciando la pobreza y la represión que trajeron la muerte a tantos de sus amados fieles.[1]

Según su amigo, el jesuita y mártir Ignacio Ellacuría, Monseñor Romero «basó su esperanza en dos pilares: uno histórico, que era su conocimiento de su pueblo, al que atribuía una capacidad inagotable para encontrar soluciones a sus dificultades más graves; y otro trascendente, basado en su convicción de que, en última instancia, Dios es un Dios de vida y no de muerte, que la última palabra de la realidad es el bien y no el mal».[2]

En 1986, en plena guerra civil salvadoreña, el regreso organizado de comunidades desplazadas a sus tierras de origen en zonas de intenso conflicto comenzó a debilitar el control que las fuerzas de seguridad ejercían sobre el campo. Fueron especialmente visibles las repatriaciones desde los campos de refugiados de Mesa Grande y Colomoncagua, en Honduras. Cada una de estas valientes acciones noviolentas de los «Peregrinos de la Esperanza» de El Salvador compartía características esenciales: 1) fueron iniciativas del propio pueblo salvadoreño; 2) estuvieron absolutamente comprometidas con la noviolencia, incluso en medio de una guerra despiadada; 3) se sustentaban en la fe y en la convicción de que su lucha contra la represión y por la justicia social era justa; 4) requirieron un coraje extremo, pues cada «retorno» pudo haber derivado en una masacre; 5) estuvieron meticulosamente organizadas, con cada persona y familia preparada para las dificultades y peligros; 6) se llevaron a cabo de manera pública, aprovechando la atención de los medios internacionales como protección; 7) contaron con acompañamiento internacional, fortaleciendo redes de solidaridad entre individuos, comunidades de fe y organizaciones; y 8) resultaron efectivas, alterando de manera decisiva la estrategia militar del gobierno salvadoreño y sus aliados.

El Jubileo de 2025 es una invitación a sembrar semillas similares de noviolencia evangélica en toda la Iglesia, un llamado a la labor noviolenta de identificar y organizar la esperanza.

Al proclamar este Año Jubilar, el papa Francisco afirmó: “Que el primer signo de esperanza se traduzca en paz para el mundo, el cual vuelve a encontrarse sumergido en la tragedia de la guerra. La humanidad, desmemoriada de los dramas del pasado, está sometida a una prueba nueva y difícil cuando ve a muchas poblaciones oprimidas por la brutalidad de la violencia. ¿Qué más les queda a estos pueblos que no hayan sufrido ya? ¿Cómo es posible que su grito desesperado de auxilio no impulse a los responsables de las Naciones a querer poner fin a los numerosos conflictos regionales, conscientes de las consecuencias que puedan derivarse a nivel mundial? ¿Es demasiado soñar que las armas callen y dejen de causar destrucción y muerte? Dejemos que el Jubileo nos recuerde que los que «trabajan por la paz» podrán ser «llamados hijos de Dios» (Mt 5,9)”. (Spes Non Confundit – Bula de Convocación del Jubileo Ordinario del Año 2025 #8)

En el corazón del Jubileo está la llamada a oponerse de manera resuelta a la violencia y toda injusticia, y a construir un mundo donde la dignidad y el bienestar de todos, especialmente de los más excluidos y marginados, sean respetados. A lo largo de su pontificado, el Papa Francisco ha desempeñado un papel crucial en la promoción de la noviolencia, no solo como una espiritualidad y una forma de vida, sino también como una ética universal y un enfoque eficaz para la transformación social enraizados en el mismo corazón del Evangelio, una característica esencial para los Peregrinos de la Esperanza.

Monseñor Kevin Dowling, CSsR. – Miembro del Consejo Asesor del Catholic Institute for Nonviolence y ex copresidente de Pax Christi International

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[1] See Oscar Romero: Reflections on His Life and Writings, by Marie Dennis, Renny Golden, Scott Wright, Orbis Books, 2000

[2] Carta a las Iglesias, No. 350.

Exaudi Redacción