Ahora que se vuelve a tratar de imponer el reparto de la Píldora del Día Siguiente y el Tribunal Constitucional peruano ha solicitado el asesoramiento de expertos sobre su conveniencia, conviene en primer lugar dejar establecido con claridad el inicio de la vida humana.
El individuo de la especie humana comienza su andadura a partir de la fertilización del óvulo por el espermatozoide. Para ello, el espermatozoide se capacitará adquiriendo una importante concentración de calcio que lo prepara para la llamada reacción acrosómica, que permite su ingreso en el óvulo. Cuando el espermatozoide contacta con la cubierta membranosa del óvulo se produce esa reacción acrosómica y el espermatozoide se une al ligando ZP3, una glicoproteína de la zona pelúcida que rodea y protege al óvulo; esto origina la liberación de unas enzimas hidrolíticas: la hialuronidasa, acrosina y tripsina. Así se facilita el ingreso del núcleo espermático e inactiva los receptores de superficie para impedir la entrada de otros espermatozoides. Al mismo tiempo se produce el ingreso de iones calcio del espermatozoide al óvulo. Este proceso llamado fecundación o fertilización va a producir un organismo que comienza siendo unicelular y luego se va dividiendo progresivamente hasta alcanzar la fase fetal y luego la infancia, adolescencia y madurez. Desde esa perspectiva podríamos decir que la fecundación es un verdadero big-bang. También podemos llamarla concepción puesto que con ella queda concebido un nuevo individuo. Desde luego, no hay que esperar a la implantación del pequeño embrión en fase blastocisto en el endometrio de la mujer para certificar el inicio de la vida del ser humano, puesto que ese diminuto organismo ya llegó a la existencia previamente.[1]
Esto es conocido desde hace buen tiempo y la prestigiosa revista Nature, ya en el año 2002 publicó un artículo de Helen Pearson en el que dice que guardamos memoria de nuestro primer día, porque el ingreso del espermatozoide marca el primer eje y queda establecido también el eje dorsal-ventral. Así, producida la fertilización, tiene lugar la singamia o unión de los dos pronúcleos paterno y materno que dan lugar al cigoto. Inmediatamente, esta primera célula totipotente pasa a dividirse en dos y ya ahí comprobamos que, además de contar con la información genética humana, contenida en los 23 pares de cromosomas, se comporta como un organismo, no como dos células cualesquiera. Esto queda demostrado porque una de las células se dividirá primero que la otra (la que contiene una mayor concentración de calcio), dando lugar al embrioblasto que originará las tres capas embrionarias: ectodermo, mesodermo y endodermo; y la otra dará lugar al trofoblasto que originará la placenta. Además, cada célula, aun teniendo toda la carga genética, se irá diferenciando de manera distinta y especializando hacia los diferentes tejidos.
“Tu mundo se formó en las primeras 24 horas después de la concepción. Dónde brotarían tu cabeza y tus pies, y de qué lado formarías tu espalda y cuál tu vientre, se fueron definiendo en los minutos y horas posteriores a la unión del espermatozoide y el óvulo”, dice Pearson.
No hay que confundir la vida de una célula, como la de los gametos, que, si no se fusionan, serán eliminados o expulsados como desecho, con el inicio de la vida de un organismo. El cigoto posee todo el potencial metabólico, reproductor, de crecimiento y desarrollo: cuando queda constituido el fenotipo cigoto (horas después de la fertilización) se inicia la vida de un organismo, de un nuevo individuo.
Una vez constituido el cigoto, se produce su activación metabólica. Esto sucede tras la liberación de iones Calcio desde el lugar de penetración del espermatozoide. Así queda trazada una onda marcadora de un eje que señala el futuro de las regiones del embrión.
El cigoto es por lo tanto una realidad celular nueva y distinta, algo que posee una organización superior, un individuo, un organismo. Podríamos decir que lo que percibimos es la primera realidad corporal del nuevo individuo. Una realidad que contará con una información genética original diferente a la de los padres, originada en el proceso de meiosis de la gametogénesis en la que tiene lugar la recombinación genética.
Las propiedades principales del cigoto son las siguientes: es un individuo humano, por contar con ADN humano; posee una identidad genética propia y singular; es totipotente, ya que generará las células de todas las llamadas capas embrionarias, así como las células extraembrionarias que lo unen a la madre.
Esta célula, que es en realidad un organismo en fase unicelular (todos hemos sido unicelulares), contiene el programa de desarrollo que será capaz de ir formando desde el primer momento, de manera continua, tejidos, órganos y sistemas que son necesarios para la vida: «el cigoto es el punto exacto en el espacio y el tiempo en el que un individuo humano inicia su propio ciclo vital».[2]
Es el cigoto el que gobierna su propio desarrollo como lo comprobamos también por la producción de la hormona gonadotropina coriónica y otras que se encuentran en las primeras horas de vida embrionaria. Podemos afirmar que existe un verdadero diálogo bioquímico entre el nuevo organismo y su madre por el que se facilitará la implantación en el útero materno y se evitará que el sistema inmunitario de la madre pueda agredir al pequeño embrión que contiene material extraño proveniente del padre.[3] Este diálogo es un verdadero portento de la naturaleza. Sin embargo, si se altera el delicado equilibrio que permite la acogida del embrión en el endometrio, su implantación no será posible y el organismo humano será expulsado. Las píldoras del día siguiente, llamadas de manera eufemística, anticoncepción de emergencia, tienen también un efecto anti-implantatorio.
En conclusión, podemos afirmar que el embrión es siempre el mismo organismo humano antes o después de implantarse en el endometrio y que continuará su desarrollo a lo largo de su vida. Desde luego, aunque en los primeros meses dependa de la madre para su supervivencia y crecimiento, no forma parte de ella. El embrión no es un ser humano en potencia, sino un individuo humano que irá desarrollando todas sus potencialidades. Así, con el paso del tiempo, llegará a conformar un organismo de billones de células de 220 tipos y continuará su existencia hasta el cese de sus funciones vitales.
Para terminar, un reciente estudio sobre el comienzo de la vida humana que el 95% de un grupo de más de cinco mil biólogos estuvieron de acuerdo en que la vida de un ser humano comienza en la fecundación.
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[1] Ref. Moore 2008, Sadler 2006, O’Rahilly 2001, Larsen 1998
[2] A. Serra, «The Dignity of the Human Embryo». Medicina e morale, 52 (2002) 63-80.
[3] Ref. Lindhard 2002, Licht 2001, Lobo 2001