En estas últimas décadas resulta una constante en el protestantismo evangélico anglosajón el anuncio profético de un “Gran Despertar” o “avivamiento religioso” (the great awakenings) en la línea del primero que se reconoce como tal y que aconteció en la tercera década del siglo XVIII. Este “avivamiento” supondría un resurgir del sentimiento y de la práctica religiosa fruto de las conversiones en masa al cristianismo (los famosos “born again”) producidas por predicaciones “ungidas”.
Cabe preguntarse si en el cristianismo católico también se está produciendo un cierto “avivamiento religioso” en algunas comunidades suscitado por una predicación directa y esencial del Evangelio, un mayor énfasis en el encuentro personal con Jesucristo, una atención especial a la inspiración del Espíritu Santo, junto a un creciente interés por el conocimiento profético derivado de las Sagradas Escrituras.
En la época actual, el cristianismo del siglo XXI se haya en clara competencia con la nueva “religión secular” que entroniza a la diosa Razón separándola de la Fe, que desconecta nuestra esencia respecto al Creador y que impone una cosmovisión materialista, panteísta o neopagana alejada de la experiencia sobrenatural y de la trascendencia que anhela el alma humana.
En dicho contexto histórico podemos observar cómo en determinados sectores católicos se manifiesta un deseo por conocer más sobre ese acontecimiento extraordinario profetizado denominado el “Gran Aviso” de Dios a la humanidad para estos Tiempos concretos en la historia de la Salvación.
Así, en medio de la incertidumbre, la confusión y la tribulación, en un momento crucial para la humanidad, esa visión profética nos anuncia que el alma se despertará súbitamente como de un sueño. De este modo, el “Gran Aviso” supondrá la iluminación de la consciencia de cada ser humano y del conjunto de la humanidad.
Este acontecimiento espiritual que según la cosmovisión cristiana acontecerá al Final de los Tiempos (que en terminos de la escatologia cristiana no es lo mismo que el Fin del mundo) será una manifestación inequívoca a todo hombre y mujer de la existencia de Dios. Una oportunidad grandísima de corregir la vida de cada uno de los seres humanos que habitan la Tierra. Así mismo, supondrá una corrección de la conciencia del mundo en el momento más álgido en que dicha conciencia se encuentre totalmente desalineada respecto al orden natural de la Creación y en dirección totalmente opuesta a la voluntad amorosa del Creador.
En definitiva, el “Gran Aviso” será una efusión sobrenatural del Espíritu Santo que fortalecerá y renovará a los cristianos para eventos futuros que supondrán grandes pruebas para la purificación del género humano y para la restauración de la Creación. Será pues un “Segundo Pentecostés”.
Dice el profeta Amós que “Dios no hace nada sin revelar sus secretos a sus siervos, los profetas” (III,7).
Por ello, los grandes profetas como el citado Amós, o también Jeremías e Isaías, advirtieron en su día al pueblo de Israel de los inminentes acontecimientos que sufrirían para el bien de su conversión a Dios. De la misma manera en nuestros tiempos, particularmente en el pasado siglo XX, pero también en este siglo XXI, la humanidad ha estado recibiendo advertencias de un sinnúmero de profetas – hombres y mujeres de nuestro tiempo, santos, humildes y con vidas ordinarias – así como una gran cantidad de mensajes de la Santísima Virgen María en sus reiteradas apariciones en distintos lugares del mundo, en los que insistentemente se hacen llamadas amorosas a la conversión personal y a que volvamos nuestra mirada y nuestro corazón a Dios.
El “Gran Aviso” será pues, un acto de la Justicia y de la Misericordia infinita de Dios. Después de que ocurra dicha advertencia, Dios derramará Su Espíritu de un modo tan grandioso, como lo hizo en el Primer Pentecostés.
“Antes de que Yo vuelva como Justo Juez, volveré primero como el Rey de Misericordia. Antes de que llegue el día de Justicia, se le dará a la gente una señal en los cielos de esta manera: Toda Luz del cielo se extinguirá y habrá una gran oscuridad en toda la tierra. Entonces aparecerá la señal de la Cruz en el cielo y de las aberturas donde estaban clavadas las manos y los pies del Salvador, irrumpirá una gran Luz que iluminará a la tierra por un tiempo” (Diario de la Divina Misericordia escrito por Sor Faustina Kowalska).
Continuando con el estudio del “Gran Aviso”, hay una aparición mariana de gran importancia que actualmente está pendiente de aprobación jerárquica por parte de la Iglesia Católica. Nos referimos particularmente a las apariciones de Garabandal, un pueblo cercano a Santander en España. Fue allí donde la Santísima Virgen aparecida con el título de Nuestra Señora del Monte Carmelo, se manifestó a cuatro niñas sencillas y les anunció con claridad y profundidad los misterios del “Gran Aviso” de Dios para toda la humanidad. Dicho acontecimiento, según la principal vidente de Garabandal, será experimentado tanto por creyentes como por no creyentes, así como por personas de todas las religiones del mundo.
En Garabandal se nos revela por parte de Nuestra Madre que el acontecimiento sobrenatural denominado el “Aviso” será como una purificación para la preparación de un gran “Milagro” que Dios concederá al mundo en los Últimos Tiempos para que muchas almas se salven y alcancen la vida eterna.
El “Gran Aviso” sería, de este modo, un hecho muy personal e íntimo. Por ello, todos los seres humanos reaccionaran de distinto modo al reconocer sus propios pecados y sus funestas consecuencias en el alma, en el cuerpo, en los demás seres humanos y en el conjunto de la Creación que fue concebida para dar gloria al Creador. En su día, quienes experimenten el “Gran Aviso” verán el alma tal y como Dios la ve. Algo parecido a lo que sucede cuando estamos en agonía a las puertas de la muerte y Dios ilumina nuestra conciencia para que podamos arrepentirnos y lograr de este modo la gracia necesaria para que Él nos salve. También algo parecido a lo que personas de todos los tiempos y lugares del mundo han experimentado alguna vez interiormente en su camino de conversión a Dios.
De acuerdo con el referido conocimiento profético, todos los seres humanos experimentaran esa iluminación de la conciencia donde quiera que estén y cualquiera que sea su condición o su conocimiento de Dios. Será una experiencia interior y a la vez, un acontecimiento cósmico. Parecerá como si el mundo se hubiera detenido, pero nadie será consciente de ello porque todos estarán completamente ensimismados y viviendo su propia experiencia de la Misericordia de Dios, que es Amor.
Está claro que la humanidad actual, racionalista, secularizada y sin referentes sagrados y sobrenaturales, no está preparada para este encuentro frontal y clarificador con su Creador. ¿O tal vez si, más que nunca? Precisamente por el estado debilitado que en el terreno espiritual se encuentran la mayoría de las personas, es por lo que Dios mandaría este “Gran Aviso”.
Y es que en pleno siglo XXI, el “endiosamiento del hombre” está llegando a límites insospechados a través de ideologías contrarias a la condición humana y al orden natural del Cosmos. Utopías como el transhumanismo y el posthumanismo pretenden el “mejoramiento humano” a través, exclusivamente, de las biotecnologías y la manipulación genética, prescindiendo de la naturaleza humana que está creada a imagen y semejanza de Dios. Emerge lleno de soberbia el Homo Deus que pretende remedar la potestad exclusiva de Dios: Crear.
Por ello, el “Gran Aviso” como acontecimiento extraordinario y sobrenatural, sucederá, en su momento, para que la humanidad despierte del profundo sueño irreal y destructivo en que vive su vida sin sentido espiritual y sin propósito trascendente. El “Gran Aviso” de Dios a la humanidad coincidiría pues con un “Gran Despertar” espiritual o “avivamiento religioso” cuyos primeros rayos de luz empiezan ya a despuntar en nuestros días. Tengamos pues esperanza. ¡NESSUN DORMA!