El Congreso aprobó ayer la reforma de la ley del aborto que permite a las menores de 16 y 17 años abortar en España sin consentimiento paterno. Además regula la objeción de conciencia, contempla bajas menstruales y obliga a los colegios a impartir educación sexual. La votación se ha saldado con 190 diputados a favor. Los del PSOE, Unidas Podemos, ERC, PNV, EH Bildu, Más País, o Compromís, entre otros. En contra han votado 154. Los del PP, Vox, Ciudadanos y Navarra Suma. Ha habido cinco abstenciones.
La hasta ahora ley vigente, modificada por el Partido Popular en 2015, restringía el derecho al aborto en las menores de edad mayores de 16 años, que debían contar para practicarlo con el permiso de sus padres o tutores. La actual ley suprime esta restricción. Pero no solo esta: elimina el periodo de reflexión necesario de 3 días que debe transcurrir entre la petición de la mujer y la práctica del aborto. Elimina también la obligatoriedad de facilitar a la mujer información sobre los recursos y ayudas disponibles en caso de querer continuar con su embarazo y no existe tampoco ninguna obligatoriedad de mostrar imágenes de su hijo o informarle de las posibles secuelas futuras que conlleva la práctica del aborto. La nueva ley establece garantías para que los abortos se puedan practicar en la sanidad pública en toda España y obliga que haya personal disponible para hacerlo en todos los hospitales.
El aborto no beneficia a nadie
Además de provocar la muerte de cientos de miles de seres humanos, las secuelas del aborto sobre las mujeres que abortan han sido evidenciadas en estudios relacionados. Los más robustos científicamente y que se ha realizado con muestras mayores afirman que la práctica del aborto voluntario provoca secuelas de orden psicológico durante el resto de su vida, más evidentes si el aborto se repite.
Por ello, “las mujeres que han repetido abortos tienen mayores riesgos de sufrir trastornos, y, cuanto antes se practique el aborto, el riesgo es mayor.
Como hemos informado previamente desde nuestro Observatorio, una revisión sistemática, muy robusta estadísticamente, ha tratado de aglutinar estos estudios con el fin de extraer conclusiones representativas sobre la incidencia de los abortos, tanto espontáneos (“miscarriage”) como provocados (“terminations of pregnancy” (TOP))- en la frecuencia de aparición de determinados problemas de salud y tasas de mortalidad subsiguiente en las mujeres que han experimentado un embarazo, así como la posible relación entre el número de embarazos no finalizados y el incremento de estos riesgos en una misma mujer.
El estudio seleccionó un total de 68 trabajos que han relacionado la tasa de embarazos que acaban en nacimientos y los que terminan en aborto, con la prevalencia de trastornos y mortalidad en las mujeres afectadas.
Del análisis de los datos los autores extraen la conclusión de que puede establecerse una correlación entre abortos, tanto espontáneos como provocados, e incremento en el riesgo de muerte o la aparición de determinados trastornos en las mujeres analizadas. Además, este riesgo parece ser dosis-dependiente, siendo significativamente mayor en aquellas mujeres que han tenido dos o más pérdidas en embarazos previos.
El riesgo de muerte durante el embarazo y en el año posterior al aborto se compara con el de aquellas mujeres que han dado a luz a un hijo vivo. En las mujeres que han sufrido un aborto provocado (TOP) este riesgo es un 170 % mayor respecto de las que han dado a luz a un hijo vivo. El riesgo es un 84 % mayor respecto de los partos a término en el caso de abortos espontáneos. Es decir, la pérdida de un hijo tras un aborto provocado presenta el doble de riesgo de muerte en el año posterior al mismo respecto del de un aborto espontáneo.
Paralelamente, un estudio publicado en 2017 asegura que “continuar el embarazo en adolescentes es un factor protector que reduce el riesgo de suicidio en un 50% y la muerte por otras causas en un 40% con respecto a las adolescentes que finalmente abortan.”
A la luz de la evidencia científica acumulada, facilitar y extender el aborto, como ahora se promueve desde el Parlamento español, constituye no solo un atentado contra la vida de más seres humanos en estado embrionario o fetal sino, también, contra la salud de las mujeres -adolescentes en este caso- que finalmente abortan.
Julio Tudela
Instituto Ciencias de la Vida
Universidad Católica de Valencia