“Ser humano es un arte, afirma Rob Riemen (El arte de ser humanos. Cuatro estudios. Taurus, 2023). No es ciencia. Si fuera ciencia, tendríamos definiciones aceptadas, teorías confirmadas, respuestas unívocas, protocolos y manuales para la vida” (p. 14). Y en tanto que arte, llegar a ser humano tiene mucho de sabiduría, experiencia, aciertos, fracasos. No es, desde luego, ir por la vida al tuntún, pero tiene bastante de lo que aseveró San Pablo cuando señala que “ahora vemos como en un espejo, borrosamente; entonces veremos cara a cara” (1 Cor. 13, 12). Por eso, aun cuando llevemos siglos intentando conocer quién es el ser humano, en esta asignatura seguimos siendo aprendices de mago. Riemen se suma a estos intentos de iluminar la condición humana.
En este libro, nuestro autor ofrece nuevas pinceladas a lo que es el leitmotiv de sus escritos y del Nexus Institute: cultivar la nobleza de espíritu. Son cuatro estudios los que presenta. En el primero de ellos ofrece sus reflexiones a propósito de una carta que recibe de México. Un grupo de universitarios le solicitan reflexionar sobre los fundamentos de la existencia humana. Para este propósito medita sobre quiénes han sido nuestros educadores y formadores. Acude a su propia historia familiar y concluye que “ser humano es un arte que comienza con la bendición del recuerdo del amor que te dieron” (p. 75). Y, efectivamente, es una bendición, un regalo, un don gratuito haber vivido en una comunidad de amor. Un don que le fue ajeno, por ejemplo, a Albert Camus, quien recordando su infancia anota: “Nosotros no sabíamos amar. Infancia pobre. Vida sin amor (no sin goces). La madre no es una fuente de amor. A partir de entonces, lo más largo en el mundo es aprender a amar. (Carnet 3, p. 271)”. Confesión de Camus que, desde que la leí hace muchos años, aún me sigue rondando la cabeza y el corazón.
En el segundo estudio desfilan Weber, Kahler, Musil, Mann, hilvanados por el deseo de comprender su tiempo, salvar la razón y al ser humano de los monstruos creados por la razón banalizada. Nuestro tiempo, tampoco está libre del extravío. Riemen identifica las vanas promesas de ciertas pseudoculturas. Una de ellas acentúa lo kitsch, “que nos quiere hacer creer en una vida que siempre tiene que estar a la moda y ser placentera, divertida, acelerada, sexi, fácil. Otra pseudocultura es la pragmática, la de la ciencia y la tecnología, que nos quiere hacer creer que sólo puede ser verdadero aquello que se puede comprobar empíricamente y calcular. Redes sociales y algoritmos que intentan colonizar la mente humana para devolvernos a la caverna de Platón” (pp. 164-165). Éstas y otras pseudoculturas conducen al vacío espiritual y a la desesperación. Situación que puede llevar al cinismo vital y a un nihilismo existencial sin horizonte ni esperanza.
El tercer estudio, Riemen lo dedica a la valentía y la compasión, escenificando la inquietud interior de Émile Zola cuando publica -contra viento y marea- su Yo acuso en defensa del capitán judío Alfred Dreyfus, acusado injustamente de alta traición. Ejemplos de personajes como Zola “logran que las fuerzas siniestras que siempre habitan en nuestras almas sean derrotadas por un ideal civilizatorio en el que la verdad y la justicia sean valores morales universales y fuerzas liberadoras capaces de darnos a todos la formación espiritual humanista que necesitamos” (p. 203). El cuarto estudio resalta la figura del escritor ruso Mijaíl Bulgákov y su novela El maestro y Margarita, “un relato en la tradición de la leyenda de Fausto (…). Una brillante evocación del Apocalipsis de san Juan” (p. 230).
Cuatro estudios, el mismo propósito: mostrar estilos de vida convincentes que nos enseñen el arte de ser humanos.