En una noche estrellada, los ángeles Miguel, Gabriel y Rafael, junto con otros ángeles, se reunieron con Oriente, la estrella que guiaría a los Magos hacia Belén. Los ángeles, siempre dispuestos a cumplir las misiones divinas, tenían un secreto maravilloso que compartir: el nacimiento del Mesías. «Hemos sido enviados por Dios a prepararlo todo para el nacimiento del Mesías,» dijo Rafael con una sonrisa. Oriente, aunque al principio se mostró escéptica, pronto se ilusionó con la idea de ser parte de este evento celestial. «¿Y el Niño? ¿Me mirará el Niño?» preguntó con esperanza. Los ángeles, con su característica sabiduría y humor, le aseguraron que Jesús la vería y que ella tendría un papel crucial en esta historia.
Los ángeles explicaron a Oriente que habían estado ocupados preparando el camino para el Mesías. «Primero estuvimos con Zacarías, el padre de Juan. Supongo que no le conoces: Es un anciano sacerdote que no se creyó nuestro mensaje y nos pidió un signo: Se ha quedado mudo por una temporada,» contó Gabriel. Oriente, preocupada, exclamó: «¡Menuda prueba!» Miguel la tranquilizó: «Pero no te preocupes, se le pasará cuando nazca su hijo.» Los ángeles también mencionaron que habían estado ocupados con un censo, un recuento ordenado por César en Roma y Quirino, el gobernador de Siria. «Estos papeleos son capaces de agotar a un Arcángel,» bromeó Rafael.
Los ángeles revelaron a Oriente que tenían un secreto estupendo que contar a todo el mundo. «Es tan secreto, tan secreto, que no tenemos más remedio que decírselo a todo el mundo; eso sí, en voz muy baja para que no se enteren los de al lado y así poder contarlo otra vez,» dijo Gabriel con un guiño. Oriente, intrigada, preguntó: «¿Y a quién se lo contáis?» Miguel respondió: «A todo el mundo: A los ángeles, a los hombres, a las estrellas, a los borricos, a los pájaros…» Los ángeles envolvieron a Oriente con sus alas y le contaron su visita de parte de Dios a la Virgen María, pero muy bajito, de forma que no le oyeran las estrellas vecinas.
Los ángeles también visitaron a la Reina de los Ángeles y de los luceros, la Virgen María. «Hemos visitado también a la Reina de los Ángeles y de los luceros,» dijo Ángel 2. Oriente, impaciente, preguntó: «¿Y qué mensaje tenéis para esta estrella?» Rafael respondió: «Aunque por ahora no parezcas una estrella importante, porque no tienes planetas ni lunas, Dios ha pensado en ti desde toda la eternidad. Alégrate, Oriente. Dentro de poco te mirarán los ojos de la Reina, detendrás tu vuelo encima de Belén y detrás de ti caminará una caravana de Magos.» Oriente, ilusionada, exclamó: «¡Qué maravilla! Me voy volando al Portal, quiero ocupar mi lugar cuanto antes.»
Con Oriente en su lugar, los ángeles se acercaron a los pastores, quienes se despertaron sobresaltados por el resplandor. Marta, Sara, Matías y Zabulón se sorprendieron al ver a los ángeles. «No temáis. Mirad que os anunciamos una gran alegría, que lo será para todo el pueblo. Hoy os ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David,» anunciaron los ángeles. Los pastores, llenos de alegría, decidieron ir a Belén para ver al Salvador. «Una gran estrella os guiará hasta el Portal,» dijeron los ángeles antes de desaparecer. Los pastores, emocionados, se dirigieron a Belén, dejando a Zabulón solo por un momento.
Artículo basado en el libro, El Belén que puso Dios
- El Anuncio Celestial: Los Ángeles y la Estrella de Oriente
- Los Pastores y el Resplandor Divino Se publicará el 21/12
- Salomé, la Lavandera con Corazón de Ángel Se publicará el 22/12
- Zabulón y su Encuentro con el Niño Jesús Se publicará el 23/12
- El Nacimiento del Niño Dios: Una Noche de Alegría y Esperanza Se publicará el 24/12