Agosto de 1978. Aeropuerto de Madrid – Barajas. Unos padres acompañaban a su hijo de 16 años hasta el avión (entonces eso era posible). Iba a cursar 3º de B.U.P. (hoy conocido como 1º de Bachillerato en España / 2º de Preparatoria en México). No era la primera vez que se iba de casa, de hecho dejó su hogar hacía muchos años, llevaba viviendo en un colegio interno desde 7º de E.G.B., esa fue la decisión que tomó él solo después de pasar un allí un verano por “buen” estudiante. Además de la maleta el padre entregó a su hijo un mensaje:
“Nunca olvides que eres Calderón, que eres católico y que eres español”.
Siempre me ha impresionado como pudo mi padre, con tan solo tres palabras, trasmitir todo un ideario de vida, todo un modelo, que sin duda era reflejo de cómo mi padre vivió cada día. Esa frase no hubiera significado nada sin su ejemplo diario, pero junto a él explicitaba perfectamente todo lo que esperaba de cada uno de nosotros.
Hoy me pregunto si sería capaz de trasmitir a mis hijos en una sola frase, con solo tres palabras, la esencia de cómo vivir y cómo ser.
Hoy les diría: “Nunca dejes de servir, de entregarte, de respetarte y de luchar por ser libre”.
Quizás sea una excusa, pero creo que la heterogeneidad que caracteriza a la sociedad actual dificulta muchísimo poder explicar a mis hijos aquello a lo que aspiro cada día con tan solo tres o cuatro palabras. No puedo limitarme a tres palabras. Las cuatro ideas que me gustaría trasmitir a mis hijos son:
- Vive una vida de servicio. Nunca dejes de servir. A todos. En primer lugar a Dios, y para servirle a Él sirve muy especialmente a tu cónyuge y a tus hijos (si alguna vez los tienes), pero sirve también a todo aquel que se acerque a ti (aunque viva a miles de quilómetros).
- Vive de manera entregada. Nunca dejes de entregarte. A todos. En primer lugar a Dios, y para entregarte a Él entrégate de manera total a tu cónyuge y a tus hijos (si alguna vez los tienes), pero entrégate también a todos los demás. Y entrégate en todo lo que hagas, en tu trabajo, en tu familia, en tu diversión, en tu día a día. ¡Hasta al dormir debes procurar entregarte!.
Por no dejar cabos sueltos diré que aunque entregarse y servir pudieran ser considerados por algunas personas como sinónimos creo que no siempre podemos servir, pero sí entregarnos. Hay ocasiones en que ese es nuestro mejor y quizás único servicio. Entregarnos para que los demás puedan servir. Puede llegar incluso el momento en que nuestra entrega no sea voluntaria, pero aun así podremos ser el vehículo que permitirá que los demás cumplan con su labor de servidores.
- Vive con respeto. En primer lugar a ti mismo. Procura siempre actuar de acuerdo a tus creencias y a tus valores. Si no lo haces no solo te será difícil a ti respetarte, también lo será para los demás.
Y no pienses nunca eso de “¿sabe usted con quién está hablando?”. Eso solo lo puede pensar quien cree que hay personas más dignas que otras. Si te crees más digno que cualquier otro, tendrás que admitir que habría quien pudiera ser más digno que tú. Todos somos igual de dignos. TODOS. Todos somos hijos de Dios. Todos hijos de María. No hay mayor dignidad posible.
- Vive siempre luchando por tu libertad. ¡Nunca olvides la libertad!. Eso significa que debes mantener una lucha constante contra todo aquello que la limite. A veces tendrás deseos que serán tu mayor enemigo. Muchas veces desearás aquello que te esclavizaría. Recuerda que solo el que es capaz decir ¡NO!, puede mantener su libertad.
Rechaza el pensamiento único, eso que se llama lo “políticamente correcto”, una de las formas más extendidas hoy de esclavitud. Esa expresión esconde la imposición de la mentira en la sociedad. Tú se siempre crítico, en primer lugar contigo mismo, con tus actos y tus omisiones, y después con los demás, pero intenta ser siempre tan indulgente con los demás como lo debes ser contigo.
Pero recuerda siempre que la libertad es el anverso de la responsabilidad. Si no asumes tus responsabilades, si huyes de ellas, no aspires nunca a ser libre.
Considerando las cuatro ideas que me gustaría que vivieran mis hijos – servicio, entrega, respeto y libertad – me hago plenamente consciente que eran cuatro de las características esenciales de mi padre. Es lo que caracterizaba a los Calderón (al menos los de la generación de mi padre).
Pero curiosamente servicio, entrega, respeto y libertad también son palabras que también caracterizan lo que mi padre sabía que significa ser católico y ser español. Eso es lo que realmente nos enseñó mi padre – coherencia de vida. Él siempre fue servicial, siempre se entregó – hasta el último instante -, siempre tuvo un gran respeto por sí mismo y por los demás y siempre luchó por la libertad, porque para él era todo lo mismo: era Calderón, era católico y era español.
Educar en valores a nuestros hijos es, en esencia, vivir de tal manera que cuando consideren una virtud piensen de inmediato en nosotros, sus padres, por haber sido los modelos que se la enseñaron, porque nos vieron vivirla cada día. Lo demás, las charlas, las discusiones, los premios y los castigos, tendrán un peso bastante limitado, la mayoría de las veces insignificante. Lo que realmente importa, lo que de verdad cuenta, es que ven cómo vivimos. Les educamos con nuestra vida.