“A vosotros, jóvenes, os renuevo la tarea de poner la fraternidad en el centro de la economía”, dijo el Papa Francisco, “nunca como en este tiempo hemos sentido la necesidad de contar con jóvenes que sepan, mediante el estudio y la práctica, demostrar que existe una economía diferente. No os desaniméis: dejaos guiar por el amor del Evangelio, que es el motor de todo cambio y que nos exhorta a entrar en las heridas de la historia y a resurgir”.
Estas palabras han sido pronunciadas por el Santo Padre en el video mensaje a los jóvenes que participan en el segundo evento mundial de la Economía de Francisco, que tuvo lugar ayer, 2 de octubre de 2021, en directo desde el Palazzo Monte Frumentario de Asís, Italia.
Cooperación humana y solidaridad global
En sus palabras, Francisco subraya que la pandemia de COVID-19 “no sólo nos ha revelado las profundas desigualdades que infectan nuestras sociedades: también las ha amplificado”. Desde la aparición de este video, “nuestras comunidades han sufrido el gran aumento del desempleo, la pobreza, la desigualdad, el hambre y la exclusión de la atención sanitaria necesaria”. Asimismo, describe que “unos pocos han aprovechado la pandemia para enriquecerse y encerrarse en su propio recinto” y que “todo este sufrimiento recae de forma desproporcionada en nuestros hermanos y hermanas más pobres”.
Por otro lado, el Papa indica que “en los últimos dos años, nos hemos enfrentado a todos nuestros fracasos en el cuidado de nuestra casa y familia común. A menudo nos olvidamos de la importancia de la cooperación humana y la solidaridad global; también solemos olvidar que existe una relación recíproca responsable entre nosotros y la naturaleza”. Y apuntó que “somos administradores de los bienes, no dueños”.
Una nueva fraternidad
El Sucesor de Pedro explica que la pandemia “nos recuerda que hemos sido llamados a custodiar los bienes que la creación regala a todos; nos recuerda nuestro deber de trabajar y distribuir estos bienes para que nadie quede excluido” y que “debemos abrazar la exigencia de una nueva fraternidad”, pues este “es un tiempo propicio para volver a sentir que nos necesitamos los unos a los otros, que tenemos una responsabilidad hacia los demás y hacia el mundo”.
“La calidad del desarrollo de los pueblos y de la Tierra depende sobre todo de los bienes comunes. Por eso hay que buscar nuevas formas de regenerar la economía en la era post-COVID-19 para que sea más justa, sostenible y solidaria, es decir, más común”, remarca.
En este sentido, el Pontífice especificó que son necesarios “más procesos circulares, para producir y no desperdiciar los recursos de nuestra Tierra, formas más equitativas de vender y distribuir los bienes, y conductas más responsables cuando consumimos”, así como “un nuevo paradigma integral, capaz de formar a las nuevas generaciones de economistas y empresarios, respetando nuestra interconexión con la Tierra”.
Trabajar juntos y soñar en grande
“Hoy nuestra Madre Tierra gime y nos advierte que nos acercamos a umbrales peligrosos. Quizá seáis la última generación que pueda salvarnos: no exagero. Ante esta emergencia, vuestra creatividad y vuestra resiliencia implican una gran responsabilidad. Espero que podáis utilizar esos dones para corregir los errores del pasado y conducirnos hacia una nueva economía más solidaria, sostenible e inclusiva”, destacó el Obispo de Roma.
“Debemos trabajar juntos y soñar en grande. Con la mirada puesta en Jesús encontraremos la inspiración para idear un mundo nuevo y el valor para caminar juntos hacia un futuro mejor”, concluye.
A continuación, sigue el texto completo del videomensaje del Papa Francisco.
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Vídeomensaje del Santo Padre
Queridos jóvenes
Os saludo con afecto, y me alegra encontraros -aunque sea virtualmente- en este segundo evento vuestro. En los últimos meses, me han llegado muchas noticias sobre las experiencias e iniciativas que habéis construido juntos, y quiero agradeceros el entusiasmo con el que estáis llevando a cabo esta misión de dar un alma nueva a la economía.
La pandemia de COVID-19 no sólo nos ha revelado las profundas desigualdades que infectan nuestras sociedades: también las ha amplificado. Desde la aparición de un virus procedente del mundo animal, nuestras comunidades han sufrido el gran aumento del desempleo, la pobreza, la desigualdad, el hambre y la exclusión de la atención sanitaria necesaria. No olvidemos que unos pocos han aprovechado la pandemia para enriquecerse y encerrarse en su propio recinto. Todo este sufrimiento recae de forma desproporcionada en nuestros hermanos y hermanas más pobres.
En los últimos dos años, nos hemos enfrentado a todos nuestros fracasos en el cuidado de nuestra casa y familia común. A menudo nos olvidamos de la importancia de la cooperación humana y la solidaridad global; también solemos olvidar que existe una relación recíproca responsable entre nosotros y la naturaleza. La Tierra nos precede y nos ha sido dada, y este es un elemento clave en nuestra relación con los bienes de la Tierra y, por tanto, una premisa fundamental para nuestros sistemas económicos. Somos administradores de los bienes, no dueños. A pesar de ello, la economía enferma que mata, nace de la suposición de que somos propietarios de la creación, capaces de explotarla para nuestros propios intereses y crecimiento. La pandemia nos ha recordado este profundo vínculo de reciprocidad; nos recuerda que hemos sido llamados a custodiar los bienes que la creación regala a todos; nos recuerda nuestro deber de trabajar y distribuir estos bienes para que nadie quede excluido. Por último, también nos recuerda que, inmersos en un mar común, debemos abrazar la exigencia de una nueva fraternidad. Este es un tiempo propicio para volver a sentir que nos necesitamos los unos a los otros, que tenemos una responsabilidad hacia los demás y hacia el mundo.
La calidad del desarrollo de los pueblos y de la Tierra depende sobre todo de los bienes comunes. Por eso hay que buscar nuevas formas de regenerar la economía en la era post-Covid-19 para que sea más justa, sostenible y solidaria, es decir, más común. Necesitamos más procesos circulares, para producir y no desperdiciar los recursos de nuestra Tierra, formas más equitativas de vender y distribuir los bienes, y conductas más responsables cuando consumimos. También es necesario un nuevo paradigma integral, capaz de formar a las nuevas generaciones de economistas y empresarios, respetando nuestra interconexión con la Tierra. Vosotros, en la “Economía de Francisco” como en tantos otros grupos de jóvenes, estáis trabajando con el mismo propósito. Vosotros podéis brindar esta nueva visión a este ejemplo de una nueva economía.
Hoy nuestra Madre Tierra gime y nos advierte que nos acercamos a umbrales peligrosos. Quizá seáis la última generación que pueda salvarnos: no exagero. Ante esta emergencia, vuestra creatividad y vuestra resiliencia implican una gran responsabilidad. Espero que podáis utilizar esos dones para corregir los errores del pasado y conducirnos hacia una nueva economía más solidaria, sostenible e inclusiva.
Esta misión de la economía incluye, sin embargo, la regeneración de todos nuestros sistemas sociales: inculcando los valores de la fraternidad, la solidaridad, el cuidado de nuestra Tierra y los bienes comunes en todas nuestras estructuras podríamos abordar los mayores retos de nuestro tiempo, desde el hambre y la malnutrición hasta la distribución equitativa de las vacunas contra el Covid-19. Debemos trabajar juntos y soñar en grande. Con la mirada puesta en Jesús encontraremos la inspiración para idear un mundo nuevo y el valor para caminar juntos hacia un futuro mejor.
A vosotros, jóvenes, os renuevo la tarea de poner la fraternidad en el centro de la economía. Nunca como en este tiempo hemos sentido la necesidad de contar con jóvenes que sepan, mediante el estudio y la práctica, demostrar que existe una economía diferente. No os desaniméis: dejaos guiar por el amor del Evangelio, que es el motor de todo cambio y que nos exhorta a entrar en las heridas de la historia y a resurgir. Lanzaos con creatividad a la construcción de nuevos tiempos, sensibles a la voz de los pobres y comprometidos con su inclusión en la construcción de nuestro futuro común. Nuestro tiempo, por la importancia y la urgencia que tiene la economía, necesita una nueva generación de economistas que vivan el Evangelio en las empresas, las escuelas, las fábricas, los bancos, dentro de los mercados. Seguid el testimonio de aquellos nuevos mercaderes a los que Jesús no echa del templo, porque sois sus amigos aliados de su Reino.
Queridos jóvenes, haced que emerjan vuestras ideas y vuestros sueños y, a través de ellos, llevad al mundo, a la Iglesia y a otros jóvenes la profecía y la belleza de las que sois capaces. No sois el futuro, sois el presente. Otro presente. El mundo necesita vuestro valor. Ahora. Gracias.
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