He estado reflexionando durante algún tiempo sobre lo que ocurre con los hombres del Opus Dei, especialmente en situaciones complicadas como el caso de Chema Martínez. A pesar de la cobertura mediática, la respuesta pública de los varones del Opus Dei ha sido casi inexistente. Chema no es solo un ‘caso Gaztelueta‘, es una persona con nombre, apellidos y una familia. Y, a mi parecer, hay una preocupante ausencia de apoyo público por parte de los varones de la institución.

Chema fue condenado, luego absuelto. Fue juzgado por un Tribunal Eclesiástico como si fuera un religioso, cuando no lo era. Se le rechazaron los abogados, y aún espera una audiencia con el Papa Francisco. Lo que parecía resolverse en septiembre y luego en diciembre, sigue sin solución. Sin embargo, ¿Quién ha hablado públicamente? Muy pocos, y solo el director de su colegio ha respaldado su inocencia, firmada por antiguos alumnos y actuales, que, ante notario, afirman que Chema es inocente.

Ahora, con la reciente serie sobre estos casos, me pregunto: ¿por qué no hay ningún hombre que se pronuncie públicamente? Todas las voces que escuchamos son de mujeres. ¿Es que, por alguna razón, no se puede mezclar la perspectiva de los varones con la de las ex miembros? ¿Dónde está la paridad de género en un debate o biopic? Me niego a aceptar que se presenten las mujeres solo como víctimas. ¿Acaso no hay hombres heridos también?

Y vamos al otro caso, D. Juan Luis Cipriani, tampoco escuchado, al parecer, tampoco considerado presunto, sino directamente culpable. No hay varones, ni barones con b, dentro de sus hermanos, que salga a decir algo públicamente, cueste lo que cueste, caiga lo que tenga que caer. Sin miedo.

Estabais solos y no lo sabíais. Demasiada gente ocupada en desmentir lo que ya no es noticia para nadie, el Opus Dei, y nadie para ocuparse de lo verdaderamente importante, acompañar a los presuntos. Públicamente.

Así como las víctimas merecen ser escuchadas, los ‘presuntos’ también necesitan apoyo público. No se trata de defender lo indefendible, sino de mostrar solidaridad con aquellos que están en el centro de una tormenta mediática. Chema y Juan Luis, como cualquier ser humano, merecen el respaldo de quienes los conocen y confían en su inocencia. La verdad es lo único que puede liberarlos de la cárcel del juicio público. Necesitamos hombres valientes que se levanten y digan: ‘Aquí estamos. No están solos’. ¿Será posible?