“Dios, la ciencia, las pruebas” de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, es un libro que trata de presentar pruebas científicas modernas en favor de la existencia de Dios. Ha sido un bestseller en Francia y se ha difundido mucho en países de lengua española e italiana, revelando así un notable interés por su tesis. Los autores, después de años de investigación y colaboración con otros científicos, sostienen que los descubrimientos científicos recientes lanzan un reto a la concepción materialista de que el universo puede ser explicado completamente sin invocar un creador.
El libro no solo ha suscitado un notable interés entre el público, sino que ha sido objeto de críticas. En este breve ensayo queremos sobre todo resaltar el interés de estas últimas: efectivamente, más que invalidar la argumentación del libro las críticas ponen de manifiesto que las “pruebas” que este aporta, y en definitiva cualquier prueba de la existencia de Dios, reposan sobre un postulado implícito, y no hacen más que corroborar este postulado para quienes lo aceptan.
Entre las “criticas” hemos escogido una que nos parece particularmente interesante, ya que proviene conjuntamente de un físico experto de gravedad cuántica, Carlo Rovelli, y de un profesor de Teología fundamental, Giuseppe Tanzella-Nitti. Ha sido publicada en Corriere della Sera, Cultura, 21.03.2024 en un artículo titulado: “Universo, un diseño poco inteligente: la ciencia no puede demostrar la existencia de Dios”. La crítica tiene además la ventaja, de que los autores argumentan a partir de ejemplos sencillos fácilmente comprensibles.
En su artículo Rovelli y Tanzella-Nitti critican principalmente el argumento del “fine-tuning” (el “ajuste fino” de las constantes físicas) como prueba de un proyecto inteligente (recordamos que sin ese “ajuste” tan increíblemente preciso, no se hubiesen formado las galaxias, ni hubiese podido aparecer la vida humana). Al final, Rovelli y Tanzella-Nitti concluyen que tanto los científicos como los teólogos concuerdan en que buscar pruebas científicas de verdades de Fe es una tontería, y subrayan que la ciencia empírico-deductiva y las religiones deben operar sobre niveles diferentes y separados, y que mezclar los niveles puede socavar tanto el valor del método científico como la profundidad de la experiencia religiosa.
Antes de entrar en el análisis de los ejemplos-argumentos de estos dos autores, queremos señalar que, en nuestra opinión, la “forzada” separación entre ciencia y religión que proponen, así como la visión del materialismo puro, son demasiado simplistas y eluden la posibilidad de un debate enriquecedor. La tesis que ciencia y religión son “non-overlapping magisteria” (“magisterios que no se solapan”) y que “la lectura del mundo como expresión de un Dios creador” existe solo en un plano “estético, existencial, teológico” nos parece anacrónica. Es más, el gran interés suscitado por el libro de Bolloré y Bonnassies demuestra que el público intuye que algo está sucediendo en la intersección entre ciencia, filosofía y religión, y quiere comprender mejor lo que pasa.
Para el artículo de Rovelli y Tanzella-Nitti vale lo que ya hemos apuntado al inicio: si bien tiene la apariencia de ser una fuerte crítica al libro de Bolloré y Bonnassies, nos parece que contiene observaciones muy interesantes que aclaran algunas premisas implícitas. Veamos sus ejemplos- argumentos:
Carlo es un individuo cuyos abuelos se encontraron casualmente en una fiesta popular y se enamoraron. Un retraso accidental hubiera anulado el encuentro y Carlo no existiría. Sin embargo, esta “no-
existencia” de Carlo no supondría ningún cambio significativo en el universo. El hecho de que Carlo considere su existencia como algo sumamente valioso, no significa que el universo ha sido proyectado con la intención de que Carlo exista. Similarmente, el ajuste asombroso de las constantes del universo nos asombra porque pensamos que nosotros somos especialmente valiosos. Pero “somos valiosos para nosotros mismos”. Con otras constantes, nosotros no existiríamos, pero eso “sería indiferente para el universo”.
Nos parece que este ejemplo-argumento de Rovelli y Tanzella-Nitti es convincente solo si se acepta una visión muy “materialista” sobre la existencia de Carlo, y se sostiene que este “Carlo material” tiene significado solo para él mismo, pero no para otras personas, y menos aún para el resto de la humanidad, o para el universo. Esta visión es evidentemente equivocada: Ciertamente, en el enamoramiento de los abuelos de Carlo hay elementos de “coincidencia” fortuita que han determinado su nacimiento. Sin embargo, la concepción, el nacimiento y la educación del niño Carlo son seguramente el resultado de un proyecto intencional, inteligente, libre y generoso, primero por parte de los abuelos de Carlo, y continuado luego por el proyecto de sus padres: ¡Carlo tiene un valor enorme, no sólo para Carlo, sino también para sus padres y sus abuelos!
Por otra parte, si la relación entre los abuelos de Carlo se hubiese desarrollado de otro modo, y en la fiesta su abuela se hubiese encontrado con otro mozo, quizás hubiera nacido un ser humano con un ADN diferente, pero con el mismo valor que Carlo: une diferencia minúscula de los acontecimientos hubiera determinado un curso del acontecimiento profundamente distinto para Carlo, pero no distinto para la humanidad.
A nuestro modo de ver, la crítica de Rovelli y Tanzella-Nitti, tiene el mérito de evidenciar que cualquier argumento a favor de la existencia de Dios debe partir del reconocimiento del valor especial de la humanidad, es decir, de que mi existencia es significativa no solo para mí mismo, sino también para los demás, a quienes yo también atribuyo una dignidad absoluta y de quienes reconozco que merecen un respeto incondicional.
El significado de los argumentos de tipo “ajuste fino” nos parece ser el siguiente: Si aceptamos que existe un legislador universal que desea crear la humanidad, libre y a su vez creativa, porque atribuye a los seres humanos una dignidad especial y un valor absoluto, entonces el hecho que las leyes del universo y sus constantes están tan “pasmosamente ajustadas” de modo que permiten la existencia de esta humanidad, resulta un signo que revela la intención creadora de este legislador eterno que grava en nosotros la ley del respeto mutuo.
Y nos parece también que existen argumentos en favor del significado intrínseco de la humanidad, a escala del entero universo. La humanidad es cosmológicamente significativa a causa de su singularidad y complejidad. La vida inteligente exige un conjunto increíblemente específico de condiciones, convirtiéndola en un fenómeno extremamente raro en el universo. A pesar de las intensas investigaciones de búsqueda de inteligencia extraterrestre, no se ha encontrado ninguna prueba definitiva, evidenciando así el estatuto único de vida inteligente sobre la Tierra. Las singulares capacidades cognitivas de la humanidad, que permiten estudiar y comprender algunos extraordinarios misterios de universo, y han llevado a notables éxitos científicos como la teoría del Big Bang o el descubrimiento de los exoplanetas. Estas asombrosas capacidades exaltan el papel de la vida inteligente en el desvelar los misterios del cosmos, y va más allá de la visión puramente Darwinista de la evolución del cerebro “a causa de la tendencia a sobrevivir”. Nuestra capacidad de influenciar el futuro del cosmos a través de los progresos tecnológicos y la exploración espacial subraya el potencial de la humanidad para jugar un papel fundamental en la continuación de la inteligencia y la consciencia más allá de la Tierra, en un vasto narrativo cósmico.
En síntesis, a la hora de reconocer la validez de argumentos del tipo “ajuste fino”, el axioma de que la humanidad tiene un valor absoluto e intrínseco (independiente de intereses particulares o de un grupo que detenta el poder) nos parece ser “terreno común” entre los críticos (Rovelli y Tanzella-Nitti) y los criticados (Bollré y Bonnassies), y un prerrequisito de toda prueba de la existencia de Dios.
Otro punto importante de contacto entre ellos, lo ofrece el segundo ejemplo-argumento presentado por Rovelli y Tanzella-Nitti: “Si la estructura y evolución del universo responden a la intención de un Dios Creador, esto no puede ser deducido de las observaciones ymedidas propias del método científico, pero si puede ser propuesto como hipótesis en base a otras fuentes de conocimiento, no estrictamente empírico. No se puede acceder a las intenciones de una persona midiendo solo las huellas de sus zapatos. Para llegar a la conclusión de que alguien es un asesino, no bastan indicios medibles: Sherlock Holmes debe recurrir a la hipótesis de un causante, de una finalidad personal e intencional, que no es accesible desde el plano empírico.”
¡Estamos completamente de acuerdo! Esto es exactamente lo que hacemos cuando leemos un libro: concluimos la existencia del autor yaccedemos a su identidad hipotetizando la existencia de un causante y una finalidad personal e intencional detrás de la escritura del manuscrito. Y lo hacemos porque en el manuscrito percibimos un orden similar al que nosotros introducimos intencionalmente cuando escribimos, pero que, en el caso del manuscrito en cuestión, es un orden que nosotros no hemos introducido. Y así, aceptamos que el autor del manuscrito es un ser personal como nosotros. Basándonos en una premisa similar, «leyendo» las leyes del universo, podemos remontarnos análogamente a un ser superior que está en su origen. Percibimos en el universo un orden que no proviene de nosotros, pero que es similar al orden que nosotros introducimos intencionalmente en el mundo que nos rodea, y concluimos que este orden proviene de una entidad superior personal que obra intencionalmente. ¡Y también aquí el prerrequisito de la argumentación es que los seres humanos somos seres personales que obran intencionalmente!
En conclusión, nos parece que el libro de Michel-Yves Bolloré y Olivier Bonnassies nos pone ante los ojos una vasta investigación científica que, más que convencernos de que Dios existe, nos asombra y nos lleva a “gozar de la fe”. No creemos en Dios porque la ciencia demuestra su existencia”, más bien, la constatación de que las leyes y constantes físicas están fijadas de modo tan increíble – y ¡con que grado de precisión inaudito! – que permite la emergencia de la humanidad a la que nosotros reconocemos un valor absoluto, nos lleva a gozar pasmados de Dios, y probablemente este gozo es el mejor argumento para convencernos que ¡existimos porque Dios nos ama!
Massimiliano Berti, André Rubbia, Antoine Suárez
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Massimiliano Berti es profesor de Análisis Matemático en la SISSA di Trieste.
André Rubbia es profesor de Física de partículas en el Instituto Federal Suizo de Tecnología de Zürich (ETHZ).
Antoine Suarez es un investigador especializado en Física Cuántica y fundador del Center for Quantum Philosophy en Zürich y Ginebra.