Eloi Chiramal es un seminarista indio de 24 años procedente de la archieparquía siro-malabar de Thrissur, en el estado de Kerala. Desde septiembre del 22, está estudiando Teología en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz. El interés por el sacerdocio le viene de familia; su padre quiso ser sacerdote y su hermano Joel se ordena en diciembre de este año. Nos cuenta su historia en primera persona.
Eloi Chiramal, seminarista indio
«La historia de mi vocación (y quizá también la de mi hermano) es tan antigua como mi padre, Joby. Él también fue seminarista indio y quería ser sacerdote, pero las cosas resultaron ser diferentes. Después de cuatro años de formación, entendió que estaba llamado al matrimonio, conoció a mi madre, Princy, y se casó con ella. Han tenido tres hijos.
Mi padre era profesor en una escuela primaria de un pueblo de la India y ahora está jubilado y mi madre trabaja en la oficina de nuestra iglesia parroquial. Mi hermano mayor, Joel, también es seminarista y, por la gracia de Dios, se ordenará en diciembre de 2023. Mi hermana pequeña, Christin, trabaja como analista».
Una infancia rica de devoción
«La formación sacerdotal que tuvo mi padre siempre ayudó a mantener un buen ambiente de devoción en toda mi familia. Rezábamos el rosario todos los días, la Santa Misa y otras actividades devocionales. Pero fue mi hermano quien me atrajo a la vida espiritual. Él, un asceta por naturaleza, solía levantarse a las 3:30 de la mañana para rezar.
Mi apego al altar comenzó cuando me seleccionaron para el coro de la iglesia para tocar el órgano. Como principiante y para evitar errores –era realmente famoso por cometerlos con frecuencia– empecé a ir media hora antes de la Misa y a salir de la iglesia media hora después para practicar más. También solía ensayar cada vez que podía. Fue precisamente durante ese tiempo, cuando pensé en ser sacerdote. La música ya formaba parte de mi vida cuando empecé a recibir clases de violín».
Eloi tuvo que tomar una decisión difícil: dejar su banda de música por la llamada al sacerdocio. Se iban a convertir en un grupo profesional. «Decir no al sueño de la música fue una gran ignición dentro de mí. Lo cual no significa que haya dejado la música y el violín para siempre, pero he comenzado a disfrutar esta espera hasta que me confirme la voluntad de Dios sobre cómo utilizar este don de la música que me ha dado», afirma.
La decisión de mi hermano, también, seminarista indio
«Cuando mi hermano nos dijo que quería ingresar en el seminario, mi padre quiso que se tomara muy en serio la formación necesaria. Yo, por mi parte, decidí, por el momento, no hablar de esa llamada que yo también estaba sintiendo.
Después de terminar mis estudios secundarios superiores (en el mismo año en que mi hermano completó su licenciatura en Matemáticas), mis padres me permitieron a mí también entrar en el seminario. Lo que implicaba seguir viviendo en mi ciudad, antes de cursar el grado de Filosofía».
Ingeniería civil
«Al ingresar en el seminario de la archidiócesis de Trichur supe que también debíamos hacer un curso de grado antes de matricularnos en el curso de Filosofía.
Entonces, después de un año de seminario menor y otro año de intensa formación espiritual, nuevamente por la gracia de Dios, comencé a estudiar Ingeniería Civil, una carrera de cuatro años. Fue en ese momento que Dios me otorgó un montón de oportunidades para aprender y mejorar tanto interna como externamente».
El don de la música
«Además de todos estos estudios, no debo olvidar agradecerle a Dios el don de la música. En aquellos días pude presentarme y aprobar el octavo grado de Violín, en el Trinity College de Londres.
El mayor desafío al que me enfrenté en ese momento fue ver muchas oportunidades personales, todos los colores posibles de la vida delante de mí, un montón de opciones y posibilidades. Pero al final elegí a Dios. Y no sin dificultad…»
Escuchar la voluntad de Dios
«Había formado una banda que se estaba convirtiendo en algo ‘profesional’. Teníamos un productor y todos los miembros decidieron crear una página oficial en las redes sociales. Cuando estaban diseñando la portada de ésta, me preguntaron si quería seguir con ellos o no, porque una vez que las cosas se califican como profesionales, es difícil dar marcha atrás.
Cosas que pensaba que eran una invitación a algo bueno ahora sí resultaban tener sabor a ‘tentación’. Aún no me planteaba bien cómo me estaba llamando Dios y a dónde, pero eso de la música como algo profesional hizo que se volviera más fuerte la llamada que para continuar el camino que ya había escogido. Cuando discutí esto con mi director espiritual me dijo que esperara hasta escuchar la voluntad de Dios».
El llamado de Dios
«Dios siempre elige el camino más extraño para demostrar su amor. Por casualidad, leí el comentario de san Agustín al Evangelio de Juan en el punto donde interpreta la aparición de Jesús en la habitación cerrada a los apóstoles. No recuerdo la cita exacta, pero el sentido es este: Aquel que entró en el vientre de su Madre sin perder su virginidad, es posible que entre en el cuarto cerrado sin abrir la puerta.
Al principio esto me pareció una reflexión teológica de esplendor. Pero después comencé a reflexionarlo para mi vida: ¡las oportunidades que Él quiere que aproveche pueden entrar en mí, aunque yo cierre todas las puertas a esas oportunidades!»
Decir no al sueño de la música
«No sé cómo explicarlo. Esos días ardía en mi interior el NO firme que iba a dar a mis mejores amigos y al sueño de la música. Todavía recuerdo esa noche cuando salí solo de la habitación de nuestro teclista con los ojos llorosos, diciendo que ya no tocaba más en la banda. Y también fue doloroso ver el cartel de la nueva banda la semana siguiente sin mí.
También dejé el estudio del violín y muchos de mis maestros y otros amigos no comprendieron esa decisión. Pero el campesino que ha encontrado el tesoro está dispuesto a perderlo todo para comprar esa tierra. Una lógica que es inexplicable para los demás. Esto no significa que haya dejado el violín para siempre, pero he comenzado a disfrutar esta espera hasta que me confirme la voluntad de Dios sobre cómo utilizar este don que me ha dado».
Un seminarista indio rumbo al sacerdocio
«Desde el primer día de nuestra formación, amigos y conocidos nos hacían la misma pregunta a mi hermano y a mi: ¿qué van a hacer vuestros padres si vosotros dos entráis al seminario? Siempre respondíamos que Dios los cuidará. Pero esta duda se convirtió en una pregunta de verdad, cuando mi hermana obtuvo la admisión a la maestría en Ciencias de la Computación en una universidad que está lejos de nuestra casa.
Fui yo quien la acompañó en el proceso de admisión para rellenar los formularios que debían ser autorizados por padres o tutores. Cuando la admitieron en el campus comencé a pensar en la soledad a la que deberían enfrentarse mis padres sin nosotros tres.
Los momentos de oscuridad me llevaron a pensar que si deberé cuidar a los muchos que Dios me confiará, entonces Dios cuidará de las vidas que me han cuidado a mí, como son mis padres. Y ahora, con todo mi empeño, puedo repetir la misma respuesta de siempre: estoy seguro de que Dios se ocupará de ellos».
En Roma
«Después de esos cuatro hermosos años de mi vida, comencé mi curso de Filosofía en el Seminario Mayor Marymatha, en Trichur. Me sentía cada día más convencido con mi decisión. Incluso llegué a decirme a mí mismo que si no hubiera sido por los estudios civiles de ingeniería, antes de empezar la formación sacerdotal, quizás no hubiera entrado en el seminario. Dios nunca ha dejado de bendecirme.
Y aquí en Roma, pienso que, para labrar en mí al mejor sacerdote, como Él quiere que lo sea, éste es el mejor camino para mí. Y rezo y les pido oraciones para que me dé el valor para enfrentarme con las dificultades de mi camino».