«¡Dios es misericordia y nos espera siempre!»
Audiencia General: El Papa Francisco nos invita a reconocer la esperanza y la misericordia de Dios en los momentos más inesperados de nuestra vida

En su catequesis preparada para la Audiencia General del miércoles 26 de marzo, que ha sido cancelada debido a la convalecencia del Pontífice en Casa Santa Marta, el Santo Padre exhorta a los fieles a no perder nunca la esperanza, sugiriendo que nunca es demasiado tarde para encomendarlo todo a Dios y comenzar de nuevo nuestro camino.
El 26 de marzo de 2025, el Papa Francisco dedicó su catequesis de la Audiencia General al encuentro entre Jesús y la mujer samaritana, un pasaje profundamente significativo que resalta la misericordia y el amor incondicional de Dios. En su reflexión, el Santo Padre explicó cómo este encuentro, narrado en el evangelio de San Juan (4, 5-26), no solo es un diálogo entre Jesús y una mujer rechazada por su comunidad, sino también un ejemplo de cómo el Señor nos espera en los momentos más inesperados de nuestra vida, ofreciéndonos esperanza y reconciliación.
Jesús nos espera en el cruce de nuestras vidas
El Papa comenzó su catequesis destacando la importancia de los encuentros que tenemos con Jesús, momentos en los que el Señor parece estar esperándonos precisamente en aquellos cruces donde más lo necesitamos. La mujer samaritana se encuentra con Jesús en un pozo, en pleno mediodía, un momento en que normalmente no se espera encontrar a nadie, especialmente a alguien que podría cambiar su vida.
Esta mujer, aislada y avergonzada por su vida, probablemente no esperaba encontrar a alguien dispuesto a escucharla y comprenderla. Jesús, sin embargo, atraviesa la Samaria, una tierra marcada por tensiones entre judíos y samaritanos, y se detiene en el pozo para ofrecerle no solo agua, sino la posibilidad de una nueva vida, de una esperanza renovada.
El deseo de Jesús por nuestra salvación
En su encuentro con la samaritana, Jesús inicia el diálogo con un pedido sencillo: «Dammi da bere!» («¡Dame de beber!»). A través de esta petición, el Papa Francisco nos recuerda que Jesús no solo tiene sed física, sino que su deseo profundo es la salvación de esta mujer. De esta manera, el Señor se muestra vulnerable, abriendo el espacio para el diálogo y la reflexión.
El deseo de Jesús por nuestra salvación es un tema clave en este encuentro. El Papa Francisco citó a San Agustín, quien afirmó que «quien pedía agua, tenía sed de la fe de esta mujer». Este acto de humildad, de pedir ayuda, es la puerta de entrada para una revelación más profunda, la de su identidad como el Mesías.
Una nueva visión de la vida
Al hablar con la mujer, Jesús no solo revela quién es Él, sino que también ilumina su vida, invitándola a ver su historia de una manera diferente. La mujer, que había tenido varios maridos y estaba con otro hombre sin estar casada, experimenta una especie de «luz» que le permite revisar su vida y reconocer que solo Jesús puede saciar su deseo de amor verdadero.
Este momento de revelación no solo transforma la vida de la samaritana, sino que también abre un nuevo camino para su misión. Después de este encuentro, ella corre a contarle a los demás sobre lo que ha vivido, compartiendo la experiencia de ser amada y comprendida, una misión que surge de la experiencia personal de la misericordia divina.
Depender de la misericordia de Dios
El Papa concluyó su catequesis resaltando la importancia de «deponer el peso de nuestra historia» a los pies de Jesús, como la samaritana dejó su cántaro junto al pozo. Solo cuando nos reconciliamos con nuestro pasado y entregamos a Dios nuestros sufrimientos, somos capaces de llevar el Evangelio a los demás. La samaritana, libre del peso de su vida anterior, se convierte en un faro de esperanza y testigo del amor transformador de Cristo.
«Queridos hermanos y hermanas, no perdamos la esperanza», animó el Papa. «Incluso cuando nuestra historia nos parezca pesada, complicada o rota, siempre tenemos la posibilidad de entregarla a Dios y comenzar de nuevo». La misericordia de Dios está siempre presente, esperando que lo busquemos y nos reconozcamos en Él, renovando nuestra vida y nuestra misión.
Este encuentro con la samaritana es un claro recordatorio de que la misericordia de Dios no tiene límites, y siempre nos aguarda en los momentos más improbables de nuestra vida. Como el Papa nos enseña, «Dios es misericordia y nos espera siempre».
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