El P. Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de este, domingo 7 de julio de 2024, titulado “Dichoso el que no se escandalice de mí”.
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La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos presenta a Dios que habla por medio de profetas a un pueblo incrédulo y rebelde.
En el Evangelio vemos a Jesús visitando su pueblo, Nazaret. El sábado, como buen judío, Jesús acude a la sinagoga y empieza a enseñar. Pero su enseñanza les resulta escandalosa. Sus paisanos tienen dudas sobre su persona. No pueden comprender que Jesús es el Mesías, ya que se quedan en la simple apariencia externa.
Y esto mismo te puede pasar hoy a ti. Por eso, Jesús dirá en el Evangelio que Dichoso el que no se escandalice de mí (Lc 7, 23).
El Evangelio nos invita a la fe, a no desconfiar y despreciar a Jesús porque a veces las apariencias nos hacen dudar o escandalizarnos de su Palabra.
Es conveniente que vayas conociendo a través de qué “apariencias” concretas el diablo trata de “robarte” la fe, trata de escandalizarte, de enfriar tu confianza en Dios, de paralizar tu seguimiento de Cristo, de sacarte de la Iglesia…
Tal vez lo intente, desacreditando al mensajero. Hace que te fijes en los pecados del mensajero para cargarse el mensaje. El importante no es el mensajero, sino la Buena Noticia que éste te trae de parte del Señor.
O quizás, haciéndote dudar de que el Evangelio sea una buena noticia. Te mete en el juicio, en la murmuración contra la Palabra, quizás porque no la acabas de entender. ¡No te asustes! El Evangelio siempre es una Buena Noticia. Si no la entiendes, si dudas, invoca al Espíritu Santo y guarda la Palabra en tu corazón. ¡Acógela!
También puede querer hacerte dudar de la comunidad. La Iglesia siempre será una comunidad de pecadores. Pero pecadores amados por Dios en su debilidad y salvados por la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza (Lc 10, 16).
O escandalizarte ante el misterio de la cruz. Sólo el Espíritu Santo da al hombre poder superar el escándalo de la cruz y poder reconocer en él la suprema sabiduría, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos (1 Co 1, 23). La sabiduría humana no puede comprender que Dios quiera salvar al mundo por un Cristo humillado y crucificado.
¡No te dejes robar la fe! ¡Defiéndela! ¡Invoca al Espíritu Santo!
San Pablo, por su misma experiencia, dice cómo Dios está presente en la debilidad humana para manifestar su poder y amor. Insistentemente le ha pedido a Dios que le libre del “aguijón”. Pero Dios sabe mejor lo que nos conviene. La humillación mantiene a raya la soberbia y la arrogancia. Nos basta con su gracia; en nuestra debilidad se muestra el poder de Dios y que el éxito se debe sólo a Él. Por eso Dios elige instrumentos débiles.
Y, ante un mundo que busca la grandeza, la eficacia humana, la grandiosidad de los medios, el Señor nos enseña hoy que la fuerza se realiza en la debilidad, que Él elige como siervos suyos a personas débiles, para que se vea que Dios es el que lleva la historia y los hombres somos meros instrumentos suyos. Para que sea vea que esta obra es de Dios.
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).