El Papa Francisco ha descrito el “deseo” como “la brújula para entender dónde me encuentro y dónde estoy yendo, es más, es la brújula para entender si estoy quieto o estoy caminando, una persona que nunca desea es una persona quieta, quizá enferma, casi muerta. Es la brújula de si estoy caminando o si estoy quieto”.
La audiencia general del Santo Padre tuvo lugar este miércoles, 12 de octubre de 2022, a las 9 horas en la plaza de San Pedro. El Papa se reunió con grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todas partes del mundo.
El Papa ha impartido la 5ª catequesis del ciclo en curso sobre Discernimiento, centrando su meditación en el tema: “Los elementos del discernimiento. El deseo” (Lectura: Jn 5,2.5-9).
“Si el Señor nos preguntara hoy a cualquiera de nosotros, por ejemplo, la pregunta que le hizo al ciego de Jericó: ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ (Mc 10,51) -pensemos que el Señor nos pregunta hoy a cada uno de nosotros esto: ‘¿Qué quieres que haga por ti?’ – ¿qué responderíamos? Tal vez, podríamos finalmente pedirle que nos ayude a conocer el deseo más profundo que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón: ‘Señor que conozca mis deseos, que sea una mujer, un hombre de grandes deseos’ tal vez el Señor nos dé la fuerza para realizarlo. Es una gracia inmensa, la base de todas las demás: dejar que el Señor, como en el Evangelio, haga milagros por nosotros: ‘Danos el deseo y hazlo crecer, Señor’”, indicó el Pontífice.
A continuación, sigue el texto completo de la catequesis del Papa Francisco.
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Catequesis sobre el discernimiento 5. Los elementos del discernimiento. El deseo
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En estas catequesis estamos revisando los elementos de discernimiento. Después de la oración y el autoconocimiento, es decir, de orar y conocerse a sí mismo, hoy quiero hablar de otro “ingrediente”, por así decirlo, indispensable: hoy quiero hablar del deseo. De hecho, el discernimiento es una forma de búsqueda, y la búsqueda siempre parte de algo que nos falta pero que, de alguna manera, sabemos que tenemos el olfato para ello.
¿De qué se trata este conocimiento? Los maestros espirituales se refieren a él con el término “deseo”, que, en su raíz, es un anhelo de plenitud que nunca encuentra plena realización, y es el signo de la presencia de Dios en nosotros. El deseo no es el deseo del momento, no. La palabra italiana viene de un término latino muy bonito, esto es curioso: de-sidus, literalmente “la falta de la estrella”, el deseo es una falta de la estrella, falta del punto de referencia que orienta el camino de la vida; evoca un sufrimiento, una carencia, y al mismo tiempo una tensión para alcanzar el bien que nos falta. El deseo entonces es la brújula para entender dónde estoy y hacia dónde voy, es más, es la brújula para entender si estoy parado o voy, una persona que nunca desea es una persona quieta, tal vez enferma, casi muerta. Es la brújula si voy o si estoy parado. ¿Y cómo es posible reconocerlo?
Pensemos, un deseo sincero sabe tocar profundamente las cuerdas de nuestro ser, por eso no se extingue ante las dificultades o contratiempos. Es como cuando tenemos sed: si no encontramos algo para beber, no nos rendimos, al contrario, la búsqueda ocupa cada vez más nuestros pensamientos y acciones, hasta que llegamos a estar dispuestos a hacer cualquier sacrificio para saciarla, casi obsesionados. Los obstáculos y los fracasos no ahogan el deseo, no, al contrario, lo hacen aún más vivo en nosotros.
A diferencia del deseo o la emoción del momento, el deseo perdura en el tiempo, incluso mucho tiempo, y tiende a materializarse. Si, por ejemplo, un joven desea ser médico, tendrá que emprender una carrera y un trabajo que le ocuparán algunos años de su vida y, en consecuencia, tendrá que poner límites, decir “no”, en primer lugar a otras carreras, pero también a posibles ocios y distracciones, sobre todo en los momentos de mayor intensidad de estudio. Sin embargo, el deseo de dar un rumbo a su vida y de alcanzar esa meta -convertirse en médico fue el ejemplo- le permite superar estas dificultades. El deseo te hace fuerte, te hace valiente, te hace avanzar siempre porque quieres llegar: ‘Yo deseo eso’.
En efecto, un valor se vuelve bello y más fácil de realizar cuando es atractivo. Como dijo alguien, “más importante que ser bueno es tener el deseo de serlo”. Ser bueno es algo atractivo, todos queremos ser buenos, pero ¿tenemos el deseo de llegar a serlo?
Llama la atención que Jesús, antes de realizar un milagro, suele preguntar a la persona por su deseo: “¿Quieres ser curado?”. Y a veces esta pregunta parece fuera de lugar, ¡pero se ve que está enfermo! Por ejemplo, cuando se encuentra con el paralítico en el estanque de Betesda, que llevaba muchos años allí y nunca pudo conseguir el momento adecuado para entrar en el agua. Jesús le pregunta: “¿Quieres ser curado?” (Jn 5,6). ¿Por qué? En realidad, la respuesta del paralítico revela una serie de extrañas resistencias a la curación, que no sólo le afectaban a él. La pregunta de Jesús era una invitación a ganar claridad en su corazón, a acoger un posible salto adelante: dejar de pensar en sí mismo y en su propia vida “como un paralítico”, llevado por otros. Pero el hombre del catre no parece estar tan convencido. Al dialogar con el Señor, aprendemos a entender lo que realmente queremos de nuestra vida. Este paralítico es el típico ejemplo de la gente: “Sí, sí, quiero, quiero” pero no quiero, no quiero, no hago nada. El querer hacer se convierte en una ilusión y uno no da el paso para hacerlo. Las personas que quieren y no quieren. Es feo esto y esto enfermo 38 años allí, pero siempre con las quejas: “No, usted sabe Señor pero sabe que cuando las aguas se mueven – que es el momento del milagro – usted sabe, viene alguien más fuerte que yo, entra y yo llego tarde”, y se queja y se queja. Pero cuidado que las quejas son un veneno, un veneno para el alma, un veneno para la vida porque no te hacen crecer las ganas de seguir. Tenga cuidado con las quejas. Cuando la gente se queja en la familia, los cónyuges se quejan unos de otros, los hijos de papá o los sacerdotes del obispo o los obispos de tantas otras cosas… No, si te encuentras en una queja, ten cuidado, es casi un pecado, porque no deja crecer el deseo.
A menudo es precisamente el deseo lo que marca la diferencia entre un proyecto exitoso, coherente y duradero, y las mil veleidades y las muchas buenas intenciones con las que, como se dice, “el infierno está empedrado”: “Sí, me gustaría, me gustaría…” pero no haces nada. La época en la que vivimos parece favorecer la máxima libertad de elección, pero al mismo tiempo atrofia el deseo -se quiere satisfacer todo el tiempo-, casi siempre reducido al antojo del momento. Y debemos tener cuidado de no atrofiar el deseo. Nos bombardean con mil propuestas, proyectos, posibilidades, que corren el riesgo de distraernos y no permitirnos evaluar con calma lo que realmente queremos. Muchas veces nos encontramos con gente -pensemos en los jóvenes, por ejemplo- con el móvil en la mano y buscando, buscando… “¿Pero te paras a pensar?” – «No”. Siempre hacia fuera, hacia el otro. El deseo no puede crecer así, se vive en el momento, se sacia en el momento y el deseo no crece.
Muchas personas sufren porque no saben lo que quieren de su vida; probablemente nunca han tomado contacto con su deseo más profundo, nunca han sabido: “¿Qué quieres de tu vida?” – “No lo sé”. De ahí el riesgo de pasar la existencia entre intentos y expedientes de diversa índole, sin llegar nunca a ninguna parte, y desperdiciando preciosas oportunidades. Y así, algunos cambios, aunque deseados en teoría, cuando se presenta la oportunidad nunca se llevan a cabo, falta el fuerte deseo de llevar algo a cabo.
Si el Señor nos preguntara hoy a cualquiera de nosotros, por ejemplo, la pregunta que le hizo al ciego de Jericó: “¿Qué quieres que haga por ti?” (Mc 10,51) -pensemos que el Señor nos pregunta hoy a cada uno de nosotros esto: “¿Qué quieres que haga por ti?” – ¿qué responderíamos? Tal vez, podríamos finalmente pedirle que nos ayude a conocer el deseo más profundo que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón: “Señor que conozca mis deseos, que sea una mujer, un hombre de grandes deseos” tal vez el Señor nos dé la fuerza para realizarlo. Es una gracia inmensa, la base de todas las demás: dejar que el Señor, como en el Evangelio, haga milagros por nosotros: ‘Danos el deseo y hazlo crecer, Señor’.
Porque Él también tiene un gran deseo para nosotros: hacernos partícipes de su plenitud de vida. Gracias.
Resumen leído por el Santo Padre en español
Queridos hermanos y hermanas:
Seguimos profundizando en los elementos constitutivos del discernimiento. Hoy nos centraremos en el deseo, que no debemos entender como algo coyuntural y pasajero, sino como algo que dura en el tiempo y guía nuestra vida. A diferencia de una emoción efímera, el deseo no desaparece ante las dificultades, y nos exige renuncias a otras cosas para conseguirlo. Esto significa que se centra en algo que, aunque todavía no poseemos, lo conocemos y sabemos que nos falta. En definitiva, es el anhelo de perfección que nunca tendrá cumplimiento en esta tierra.
Jesús muchas veces, antes de cumplir un signo, interpela a la persona sobre su deseo. Esto nos muestra la necesidad de ver en profundidad qué queremos verdaderamente y qué es lo que se opone a conseguirlo, sin vanas excusas. En este tiempo, en el que los reclamos parecen infinitos, y se corre el riesgo de seguir la moda del momento, muchas personas se ven incapaces de dar un rumbo a su vida, de saber qué es lo que quieren. El Señor nos pregunta, como al ciego de Jericó: ¿Qué quieres que haga por ti?
Saludos:
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hoy celebramos a Nuestra Señora del Pilar, Patrona de la Hispanidad. Que Ella interceda por nosotros ante su Hijo, para que podamos descubrir el deseo que Él ha puesto en nuestros corazones, y nos alcance la gracia de llevarlo a cumplimiento. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
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