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La Palabra de Dios que proclamamos hoy nos dice que Jesús sintió lástima de la gente porque vio que estaba extenuada y abandonada, desorientada, como ovejas que no tienen pastor.
Jesús tiene una mirada de compasión sobre su pueblo, sobre tu vida, sobre tus sufrimientos. Su corazón está lleno de misericordia. Él es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas, por ti, para que tú tengas vida y vida en abundancia.
Hoy también podemos vivir desorientados, confundidos, mareados, sin rumbo, viviendo una vida sin sentido, sin una meta en la vida. Podemos vivir, como dice el papa Francisco, como vagabundos existenciales, caminando hacia ninguna parte.
Pero la Palabra nos da una buena noticia. Dice el Señor: Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas… Les pondré pastores que las pastoreen; ya no temerán ni se espantarán, y ninguna se perderá… suscitaré a David un vástago legítimo. Y ese buen Pastor es Jesucristo, que carga con todas tus dolencias.
Y nos sigue diciendo la Palabra: Venid vosotros solos a un sitio tranquilo. ¿Para qué? Para lo que hemos cantado en el Aleluya: Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen.
La Palabra nos invita a estar con el Señor. No para dormir, sino para escuchar, para abrirle el corazón, para llorar, para descansar. ¡No tengas miedo a llorar con el Señor! Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
A estar con Él, para recibir el don de su Espíritu que te enamora de Jesucristo, te hace vivir en su voluntad y te acerca al Padre, transfigura tus sufrimientos y te regala poder ver el amor de Dios en medio de tu vida.
El Espíritu consolador, que cambia tu luto en danza, que te hace cantar: El Señor es mi pastor, nada me falta (porque te tengo a Ti, Señor), aunque camine por cañadas oscuras, nada temo (porque Tú vienes conmigo, Señor). Me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa.
A vivir cada día la presencia del Señor. ¡No estás solo! El Señor está contigo: Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
¡Ánimo! Entrégale tus sufrimientos al Señor. ¡Nadie te ama como Él! ¡Ánimo! ¡Déjate encontrar por el Señor! ¡Él te dará el Espíritu Santo!
¿Vives desorientado? ¿A quién sigues en tu vida de cada día? ¡Animo! Aunque estés lejos, Jesucristo, el Buen Pastor te quiere, te espera, te busca… ¡Déjate encontrar y síguele! ¡Vale la pena!
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).