El padre Jorge Miró comparte con los lectores de Exaudi su comentario sobre el Evangelio de hoy 23 de julio de 2023, titulado “Dejadlos crecer juntos hasta la siega”.
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Escuchamos hoy la parábola del trigo y la cizaña que nos plantea el misterio del mal en el mundo y en nuestro corazón; nos llama a la conversión continua, porque en nuestro corazón la cizaña del pecado está mezclada con el trigo del Evangelio hasta el último día y nos habla de la paciencia de Dios.
Nos desconcierta que aparezca la cizaña en el corazón. Cizaña es todo aquello que te quiere hacer dudar del amor de Dios y pretende separarte de Él y romper la comunión con los hermanos, con la Iglesia.
No te obsesiones en querer arrancarla no sea que arranques trigo y cizaña.
Por eso, no hay que olvidar que la humildad es la puerta de la fe. Que el Reino de Dios es de los pequeños, de los pobres, de los que tienen puesta su confianza en Dios.
Lo hemos cantado en el Aleluya: Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los misterios del reino a los pequeños
Y es que la vida es un combate, como le dice san Pablo a Timoteo: Combate el buen combate de la fe, conquista la vida eterna, a la que fuiste llamado fe (cf. 1 Tim 6, 12); porque el diablo, como león rugiente ronda buscando a quien devorar. Resistidle firmes en la fe (cf. 1 Pe 5, 8-9).
¿Cómo hace el enemigo?
En tu corazón principalmente siembra la cizaña de la soberbia, la autosuficiencia, la rebeldía, el desencanto, la queja, la amargura… Quiere hacerte dudar del amor de Dios, hacerte creer que tus planes y tus criterios con mejores que los de Dios; quiere hacerte creer que tú sabes más que Dios, que eres dueño de tu vida y de tu historia, que tú sabes mejor que nadie qué es lo que te conviene…
En la relación con tus hermanos siembra la cizaña de la envidia, el juicio, la murmuración, el rencor, el resentimiento… Quiere hacerte dudar de que tu hermano sea un don, para que empieces a mirarlo como un rival. Y así te va incapacitando para tener una mirada de misericordia, para mirarlo como Dios lo ve.
En la relación con tu comunidad siembra la cizaña de la rivalidad, el protagonismo, la división… Te va haciendo olvidar que los carismas los has recibido gratuitamente. Y los has recibido no para tu lucimiento personal, sino para el bien común. Te lleva a buscar tu proyecto de comunidad, y eso fácilmente te lleva a despreciar al pobre, al débil, al pecador…
Además, tú puedes vivir cada día colaborando con el cizañero, hurgando en las heridas de los demás, azuzando fuegos, ¡cargado de razones!… o puedes vivir colaborando con el Espíritu consolador, que viene en ayuda de nuestra debilidad, y te hace descubrir que Dios te ha dado las manos no para herir, sino para curar y ayudar; la lengua, no para maldecir, sino para alabar y consolar; el corazón, no para odiar, sino para amar y perdonar.
¡Ven Espíritu Santo! (cf. Lc 11, 13).