12 marzo, 2025

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Deja que Dios sea Dios

Testimonios de la verdad: María Roqueta y Tomás Borrell

Deja que Dios sea Dios

Albert Cortina conversa con María Roqueta y Tomás Borrell, matrimonio residente en Valldoreix (Barcelona), padres de Mateu, Santi, Elena, Carmina, Imma y Clara. Laicos de la Tercera Orden del Instituto del Verbo Encarnado (IVE)

María, ahora que acabas de dar a luz a Clara – vuestro sexto hijo – ¿Cómo te imaginas que debía sentirse la Virgen María llevando en su seno a Jesús, el Hijo de Dios?

Tremendamente dichosa, con mucha paz y una felicidad desbordante, que le haría sonreír mientras se encargaba de sus quehaceres diarios. A pesar de su situación incierta y de sus miedos, me imagino a María acariciando con ternura su vientre, recobrando la confianza y la paz mientras cantaba y recitaba dulcemente los Salmos y las Sagradas Escrituras al Niño Jesús que llevaba en su seno.

Por otro lado, me imagino a la Virgen María, deleitándose en las revelaciones del Padre, atendiendo a las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo, mientras sentía al Hijo de Dios moverse dentro de su cuerpo.

También me la imagino compartiendo junto a San José, con infinita delicadeza y confianza, todo cuanto iba sintiendo, haciéndole partícipe con paciencia de tan gran misterio.

Y llegado el momento, ¡cuántas lágrimas bañarían al recién nacido! Con sensación de zozobra pero llena de ternura, María tal vez dio la bienvenida al Niño Jesús entre sollozos de gozo, dejando de mirarle con esfuerzo un segundo para poder descansar en José su mirada agradecida y cómplice. Y es que tenían en sus brazos al Hijo de Dios.

Virgen María embarazada (Imagen Pinterest)
María con su hija Clara recién nacida. (Foto: familia Borrell- Roqueta)

Tomás, me consta que en vuestro matrimonio sois muy devotos de San José. ¿Por qué crees que debemos contemplar con admiración su papel tan relevante en la Sagrada Familia de Nazaret?

San José era un grande, como dicen ahora los jóvenes. No ha habido otro igual, por eso Dios lo eligió como padre del Verbo Encarnado.

Siendo un hombre normal, lleno de virtudes, sabía lo que era amar a su mujer y a su hijo. Pero también sabía lo que era sufrir por no llegar a fin de mes, por encontrar una casa, por procurar el sustento de la familia. San José vivió todo lo que nosotros, como padres, vivimos y sufrimos día a día. Por eso le tenemos una gran devoción en nuestra familia. Es el ejemplo de padre más impresionante que podamos tener. ¡Como no le vamos a imitar y a tenerle especial devoción los padres de familia!

José lo dio todo – seguro que muchas veces sin entender el porqué y el para qué-, sin reprochar nada a Dios, por amor a su esposa María, y por amor a Jesús.  San José también dio un si incondicional al Señor sin entender muy bien lo que estaba pasando, sin pedir una explicación del porqué le pasaba a él precisamente todo aquello, ni sin saber cómo se iban a desarrollar los acontecimientos de su vida y de su familia en el futuro. Y es que San José simplemente confiaba en la Misericordia y en la Providencia Divina. ¡Por eso es un grande!

María, tenéis unos hijos maravillosos que os siguen en el camino de la fe. Cuéntanos, ¿Cuál es el “secreto”?

Lo hacemos lo mejor que podemos sabiendo que nos equivocamos mucho y muchas veces. Sin embargo, se nos da bien pedir perdón.

Nuestra fe no es fingida ni forzada. Estamos verdaderamente enamorados de Jesús y procuramos vivir ese amor con coherencia en nuestras vidas, empezando por una inmensa paz y alegría al sabernos tan amados por Él. Por tanto, ¿Qué hemos de temer? En realidad, todo lo debemos celebrar y agradecer.

Como amamos a Dios sobre todas las cosas, procuramos que ese amor impregne absolutamente todo cuanto hacemos, pensamos, decimos, etc. Cualquier decisión, por pequeña que sea, si tenemos dudas sobre cómo llevarla a buen término, la ponemos ante el Señor y le preguntamos: ¿Esta decisión nos acerca o nos aleja de la santidad y de Ti? Entonces, rápidamente y de forma providencial, todo se ordena ya que buscamos hacer siempre Su Voluntad, en lo concreto y en lo cotidiano.

En realidad es darle la vuelta a la decisión que tengamos delante. Por ejemplo: a nuestros hijos les decimos que no hay que ir a Misa por obligación, sino que les transmitimos que nos morimos de ganas por ir. De este modo, no queremos llegar tarde no sea que nos perdamos una parte de ese momento maravilloso en nuestra vida.

En nuestra familia, la fe no es un compendio de prohibiciones y de normas incomprensibles, sino una serie de instrucciones – en casa les llamamos “truquetes”-  para jugar con éxito las cartas que nos han tocado a cada uno, en esta única y maravillosa partida que es la vida.

Esa fe vivida con alegría ¡se vende sola! Tenemos así la receta perfecta de la felicidad que se manifiesta en esa alegría arrolladora que intentamos transmitir siempre ya que esa virtud es el mejor marketing que podemos hacer. La alegría hace que todo se vuelva un regalo, un don precioso del Cielo.

Alegría incluso abrazando la cruz.  Porque ha habido y habrá momentos de sufrimiento y de dolor, por supuesto. Nuestros hijos los han vivido con nosotros. Esas vivencias te ahorran muchos sermones. Y tengo que decirte que, menuda lección nos han dado muchas veces nuestros hijos. Ellos viven las situaciones de dificultad con naturalidad, con abandono y con la confianza de un niño hacia sus padres. Es toda una lección para entender lo que es la “infancia espiritual”, el abandono en los brazos del Señor.

Solo así, la pena se transforma en sincera acción de gracias. Ello se hace más patente si cabe en los momentos en los que hay que afrontar, por ejemplo, una enfermedad. ¡Cuántas nuevas bendiciones traerán a la familia todas esas situaciones! Dios sabe más.

Tomás y María con sus hijos: Mateu, Santi, Elena, Carmina e Imma. Posteriormente ha nacido Clara (Foto: Familia Borrell- Roqueta)

Tomás, precisamente en la festividad de San José del año 2017 coincidimos como caminantes en el retiro de Emaús organizado por la parroquia de Sant Cebrià de Valldoreix. Recuerdo que, en una de las intervenciones finales del retiro, comentaste que sentías como el resto de hijos que no habían podido nacer a causa de algunos embarazos difíciles que tuvo María, estaban ya en el Cielo. ¿Cómo os planteáis que para el resto de vuestros hijos el objetivo principal como padres sea conducirlos al Cielo?

Enviar hijos al Cielo es nuestra verdadera vocación como padres. Son un auténtico regalo que debemos devolver con los bolsillos llenos al Señor. Ser padres no es un derecho o un capricho como se entiende muchas veces hoy en día. Los hijos son de Dios. Y Él tiene un plan para hacerlos felices en la tierra y gozar con ellos en la vida eterna.

En casa nuestra máxima es que o llegamos todos al Cielo, o no llega nadie.  Es un modo de expresarnos para que nuestros hijos entiendan que la familia es un regalo de Dios.

Los padres y los hijos no los “eliges”, te vienen de regalo. Por eso tienen un valor extraordinario. Dios los ha pensado en concreto para nosotros.  Si somos un equipo en casa, también somos un equipo para llegar al Cielo. No puede quedar nadie por el camino, sino nuestra misión en la tierra como padres habrá fracasado en cierto modo.

Quizá suene fuerte o teológicamente digo una barbaridad, pero eso a nosotros nos motiva. Algunas veces les hemos dicho: Chicos, tenemos un partido de futbol pendiente con los seis hermanitos que nos esperan en el Cielo”. ¡No sabes cómo les motiva a nuestros hijos ese reto!

En casa les hemos puesto nombres a todos nuestros hijos que ya están en el Cielo. Les pedimos muchas intenciones: cosas importantes como que les ayuden a ser santos y a ser mejores para con los demás, así como cosas más banales como aprobar los exámenes, o ganar un partido de futbol.

En definitiva, esa actitud nos ayuda a todos a vivir con los pies en la tierra, en lo concreto – “luces cortas”-, poniendo a la vez nuestra mirada -“luces largas”- en el objetivo final, que no es otro que llegar todos al Cielo y gozar de la plenitud del Amor de Dios en la vida eterna.

María, tu vienes de una familia con una larga tradición vitivinícola de la comarca del Bages en Cataluña. Cuando ves en la Santa Misa que ese noble producto de la tierra se convierte, a través de la transubstanciación, en la Sangre de Cristo, ¿Qué siente tu corazón cada vez que estas ante la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía en el pan y en el vino consagrados?

Me siento enormemente dichosa porque sé que Él está allí presente y que me ama infinitamente.

Muchas veces le he pedido a Dios que aumente mi fe y que no me deje nunca acostumbrarme, por rutina, a su Sacrificio en la Santa Misa. Y Dios Padre, que es bueno y muy paciente conmigo, me regala siempre esos “caprichillos”.

Aparte de eso, me parece precioso que Jesucristo, que es Todopoderoso y que no necesita nada de nosotros, quiera servirse de nuestras personas y de nuestro trabajo,  para realizar el milagro de la Transubstanciación del pan y del vino en su Cuerpo y preciosísima Sangre. ¿No te parece una maravilla?

Tomás, tu formas parte de una extensa familia católica de Matadepera en Cataluña. Todos los miembros de la misma realizan una labor de apostolado muy intensa. Sin ir más lejos, tu hermana Carmina – la Madre Salud – es religiosa del Instituto del Verbo Encarnado. ¿Cuáles son las virtudes que os transmitieron tus padres y que han dado al mundo tan extraordinaria familia, que es un auténtico testimonio de la Verdad?

No sé si somos una familia extraordinaria, lo que sí sé es que somos una familia que nos queremos muchísimo. Nos conocemos bien, sabemos nuestras virtudes y nuestros defectos y, aun así, nos queremos tal como somos, ya que eso es lo que nos enseñaron nuestros padres.

Ellos siempre decían: “Dios delante de todo y la familia a cuidarla”. Nuestros padres practicaban ese lema y daban ejemplo. Nos amaban como si fuésemos hijos únicos. Por otro lado, los hijos políticos eran uno más en nuestra familia. No eran un “añadido” a quien debíamos “aguantar” porque era el marido o la mujer de uno de nuestras hermanas o hermanos. Ellos son también de los nuestros.

De este modo, mis padres nos enseñaron a desgastarnos, a morir si hacía falta por los demás, a dar y a servir aunque cueste, aunque de mucha pereza y sobre todo a dar siempre sin esperar nada a cambio.

Ellos fueron también quienes nos enseñaron a ver al Verbo Encarnado en cada persona, a quererlos y ayudar a quien sea y como sea, sin distinciones. Nuestro hogar en Matadepera siempre estaba abierto a todos y siempre había amigos en casa.

Mi mamá, con su ejemplo, nos enseñó a ser magnánimos, a no guardarnos nada para nosotros mismos. Su frase favorita era la siguiente: Ya descansaremos en el Cielo”. Yo estoy seguro que no descansa ni en el Cielo desde donde no para de interceder por todos nosotros y por nuestros amigos.

A su vez, mi papá nos enseñó a no ser perezosos en el trabajo y a ser discretos. Por eso elegimos para el recordatorio en su reciente funeral la siguiente frase de Don Bosco:Obremos de tal manera que nuestras acciones hablen más que nuestras palabras”.  Y es que él era así, un hombre discreto, parecía que no estaba, pero no se le pasaba nada por alto y siempre estaba dispuesto a dar y a darse a los demás.

Esto es lo que nos enseñaron nuestros padres. Pero por encima de todas estas virtudes, ellos nos enseñaron a tratar a Cristo, a llevarlo en todo momento en el corazón.  Siempre que les pedíamos algo nos decían: “¿esto te aleja o te acerca a Dios?”

Celebrando el 90 aniversario del abuelo Antoni Borrell (Foto: Familia Borrell- Roqueta)

Tomás, el pasado 3 de febrero murió tu padre al que llamáis cariñosamente “L’Avi” (el abuelo). Asistí al velatorio en vuestra casa familiar en Matadepera y aquello era una fiesta. Un incesante y multitudinario flujo de familiares y amigos os acompañaban con alegres cantos y oraciones. Se notaba que ese ambiente reflejaba la fiesta que se estaba celebrando en el Cielo con la acogida de vuestro padre en su nacimiento a la Vida Eterna.

¿Cómo explicarías esa actitud ante la muerte de un ser querido que toda vuestra familia manifestasteis tanto en los días finales de la vida de vuestro padre, como en el velatorio y en la misa exequial?

Esa alegría es un regalo del Señor. No sabría explicarte de otro modo el origen de la alegría que llevo dentro de mi corazón tras el fallecimiento de mi padre.

Los que no nos conocen podrían pensar que estamos locos o somos unos inconscientes como decía un cuñado mío estos días. Pero saber que tu padre – igual que pasó con mi madre hace ocho años – ha vivido entregando su vida a la familia y a Dios y que se muere con la mochila bien repleta de buenas obras para ir al Cielo a presentarse delante de Dios, es una alegría tremenda.

El dolor humano por la “perdida”, es decir, por el hecho de no poder volver a ver a nuestros padres o no poder abrazarles,  queda en nada comparado con la gran fiesta que se está celebrando ahora en el Cielo. La alegría viene de no mirar nuestro pesar sino su merecido descanso junto al Señor. ¿No querríamos eso para nosotros mismos?

Estos días todos juntos hemos llorado y hemos reído,  hemos cantado y rezado y nos hemos unido aún más como familia. No sabes la cantidad de confesiones que ha habido en el velatorio con intención de ganar la indulgencia para “L’Avi” como le llamamos cariñosamente.

A mi papá le llamábamos “L’Avi” porque le quería todo el mundo.  En su casa de Matadepera celebrábamos encuentros del Instituto del Verbo Encarnado (IVE) con más de 300 personas y él sonreía y era feliz sirviendo de esta forma.

Por eso tanta gente le quería y le ha despedido por todo lo alto y con alegría. Los cristianos no podemos no estar alegres aunque vengan momentos duros o dolorosos, porque Dios nos va abriendo el camino y siempre está a nuestro lado. Él murió por todos nosotros, venció a la muerte y nos abrió de par en par las puertas del Cielo. Nosotros solo tenemos que amarle y dejar libremente que Él nos ame y haga de nosotros nuestra mejor versión. Es importante que nos dejemos moldear por Él y, de este modo, alcanzaremos la felicidad aquí en la tierra y nos reconocerán en el Cielo como siervos humildes y fieles. ¡No debemos olvidar nunca que nuestra grandeza es ser hijos de Dios!

Velatorio de Antoni Borrell (“l’Avi”) en su casa familiar (Foto: familia Borrell)

María, a la hora de escoger los nombres de vuestros hijos, me consta que le habéis dado un sentido muy especial para vosotros a cada uno de ellos. ¿Podrías compartirnos alguno de esos significados?

En realidad, escogemos nombres que nos gustan a Tomás y a mí y que sabemos son grandes patronos que cuidaran de nuestros hijos. El primogénito lo tuvimos después de varios años de espera. Y finalmente llegó Mateo que significa “don de Dios”.

Y luego pusimos el nombre de José a otro de nuestros hijos ya que San José es el patrón de nuestra familia. También tenemos un Juan Pablo, en honor al que fue el Papa de nuestra juventud y que marcó nuestro noviazgo.

Por otro lado, tenemos una hija cuyo nombre es Magdalena, ya que quisiéramos amar a Jesús tanto como ella amó al Señor, con ese amor tan loco, inocente, tierno y apasionado. Y por supuesto, también hemos utilizado para los nombres de nuestras hijas invocaciones a nuestra Madre tales como Carmen, Inmaculada, Montserrat, etc.

Tomás, cada semana acogéis en vuestra casa a jóvenes que escuchan las charlas del P. Gustavo Lombardo, sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), así como una vez al mes lo hacéis con familias, compartiendo la formación espiritual con momentos de fraternidad durante la comida. ¿Cómo definirías el carisma del IVE y los valores que transmite a nuestro mundo contemporáneo?

El carisma del IVE es evangelizar la cultura, es volver a vivirlo todo en Cristo, con Cristo y para Cristo, con la alegría de sentirnos hijos de Dios. Esta alegría sencilla pero sincera me cautivó en su día. Me impresionó como los miembros del IVE aman la Eucaristía y como se dan a los demás. No tienen nada y todo te lo dan.

Para nosotros, que somos muy del montón, el IVE nos ha hecho ver, con su modo de vivir la fe, que no es tan difícil amar al Señor y dejarse amar por Él.

Albert, si tienes la oportunidad de pasarte algún día por el seminario y alguna casa del IVE ya me contarás. Es como estar un poquito en el Cielo. No te irías nunca de allí.

Es un regalo para nosotros formar parte de la tercera orden del IVE. Nos ayuda a amar más al Señor y abandonarnos en sus brazos amorosos. Dejamos que sea Él quien lleve el timón. De este modo surgió el apostolado de formación en nuestra casa en Valldoreix, porque como terciarios tenemos el deber de darnos, poner nuestro tiempo y nuestros bienes a disposición del Señor para que Él pueda llegar a los corazones de los jóvenes y de las familias que se acercan al IVE buscando un encuentro personal con el Verbo Encarnado.

Reunión semanal de jóvenes en casa de Tomás y María donde reciben formación por parte del P. Gustavo y de las hermanas del Instituto del Verbo Encarnado (Foto: Familia Borrell-Roqueta)

María, a la hora de escoger los colegios para vuestros hijos, ¿Cuál fue el criterio principal para que recibieran una educación cristiana de calidad?

No tuvimos duda en volver a los colegios en los que estudiamos nosotros mismos, y que están asistidos espiritualmente por el Opus Dei. Nosotros le debemos mucho a la Obra, en nuestra formación humana, académica y espiritual y por ello le estamos infinitamente agradecidos y confiamos esa formación también a nuestros hijos.

No nos bastaba con unos centros educativos que impartiesen unas horas de clase de religión. Queríamos para nuestros hijos unos colegios que en su ideario se viviera con coherencia y plenitud la educación cristiana y que la formación integra de la persona fuera prioritaria, aún por encima de la académica. Esto debía palparse tanto en las clases de matemáticas, por poner un ejemplo, como en las actividades deportivas.  Tanto en el comedor, como en el patio o en el oratorio.

Sinceramente creemos que hemos acertado ya que basta con ir a los colegios en los que hemos confiado la educación de nuestros hijos para ver alumnos de todas las edades  frecuentando libremente la Eucaristía o visitando al Santísimo en cualquier momento del día.

Recuerdo con cariño mi primera conversación ante la imagen de la Virgen que hay en los jardines del colegio de los chicos. Le dije: “Aquí los tienes, ¡anda, cuídamelos!”  Para que Ella me contestara: “¿Cuidarlos yo? … ¡pero si son míos! ¿Acaso no estoy yo aquí con ellos que soy su Madre?”.

Y es que esto es realmente así. A nosotros como padres nos han dejado nuestros hijos en préstamo. Saber que no depende todo de nosotros, sino que Dios y nuestra Madre, cuidan de ellos, nos da mucha paz.

Tomás, conozco tu afición a poner música en distintos momentos de alabanza y adoración ante el Santísimo. Para ti, ¿es importante que los niños, los jóvenes y los adultos participen regularmente en la Adoración Eucarística que cada vez más se va extendiendo por muchas parroquias y monasterios?

Para mí lo importante es que mis hijos y los jóvenes y adultos amen más al Señor. El centro de nuestras vidas debe ser la Eucaristía y la Adoración. Son momentos en que “perdemos el tiempo” con el Señor para conocerle mejor y así poder amarle más.

Como unos novios que buscan ratitos para hablar y conocerse y así enamorarse más y más, así veo los momentos de oración y adoración ante el Santísimo. Y es que dicen que el roce hace el cariño, ¿no? Por eso tenemos que estar más tiempo con el Señor. A mi me encanta la Adoración Eucarística, la alabanza y todo lo que me lleve a estar más cerca de Dios y a darle gloria.  Mirarle y dejar que Él me mire y que me susurre al oído.

En casa nos encanta la música y hoy día hay canciones muy bonitas para rezar y alabar al Señor. Yo a la que puedo cojo mi guitarra y le canto en las adoraciones, en casa, en el campo, ¡en donde sea! Las disfruto muchísimo y me ayudan a sentir al Señor más cerca. En realidad es una ofrenda que le hago a Dios. Él me ha dado este don y como veo que no desafino demasiado le devuelvo ese regalo recibido imaginándome que mis canciones “suavizan” un poco el dolor causado en su Sagrado Corazón por tantos agravios y maltratos que recibe a menudo.

Pero también disfruto – aunque cuesta más porque no “sientes” con los sentidos-  las adoraciones en silencio. Son muy buenas las dos formas de estar presentes ante Jesús Eucaristía ya que somos cuerpo, alma y espíritu  y necesitamos sentir en nuestro corazón para que con la razón lleguemos a encontrar, conocer y amar a Dios.

Pienso que en nuestro tiempo es muy importante, sobre todo para los jóvenes en edad de discernimiento vocacional (matrimonio o religioso), la Adoración Eucarística en silencio porque en el silencio y la contemplación podemos dejar todo a los pies de Dios y decirle sin distorsiones: “¿Qué quieres de mí? Haz conmigo lo que quieras”.  Llegar a equilibrar estos dos tipos de adoración en silencio y con música resulta sublime.

Las Adoraciones Eucarísticas con música es cierto que nos llevan a los sentimientos, que surgen “a flor de piel” y salimos muy reconfortados. Sin embargo, la adoración no es solo sentir ese “estado de bienestar”. Adorar es amar a Dios, no salir satisfechos nosotros. No sé si me explico muy bien, pero creo que el silencio es una parte muy importante para que Dios nos hable y podamos descubrir qué quiere de nosotros. Por eso nos gusta tanto la alabanza, como la adoración en silencio, porque no buscamos sentirnos bien nosotros mismos, sino entregarnos y dar gloria al Señor.

Creo que los jóvenes tendrían que comprobar si pueden estar una hora delante del Santísimo cantando o en silencio, si son capaces de las dos cosas diría, en mi humilde opinión, que van bien. El problema es dejarnos llevar únicamente por el emotivismo. Lo he visto muchas veces: se organiza la celebración de la Santa Misa y posterior adoración al Santísimo con guitarras y, en cambio, algunos de los jóvenes “pasan” de la Santa Misa, esperando a que termine y luego entran a la Iglesia para participar en la Adoración. Creo que si les sucede eso es que deben madurar un poco más su relación con Dios o examinarla como mínimo para discernir si le buscan realmente a Él o están buscando otras cosas.

María, ¿Cómo explicarías tu relación personal con Jesús, nuestro Salvador y con María nuestra Madre?

Pienso con cariño y ternura en cómo ha madurado mi vida de fe. Tampoco eso es mérito mío. ¡Menuda niña mimada era yo antes! Con el pelo alborotado y tirando del manto de la Virgen con un listado de peticiones.

Ahora mi relación con Jesús y con María la vivo con mucha más naturalidad. En eso me ha ayudado mucho mi pertenencia al IVE.

Ahora me siento enormemente amada y bendecida, así que procuro vivirlo todo como el regalo que es, lo bueno y lo no tan bueno. Si Él que me ama tantísimo ha pensado para mi determinado plan, ¿Cómo no lo voy a querer yo? Esa confianza me lleva a disfrutar de una intimidad preciosa con el Señor, que impregna mi vida de una gratitud que lo transforma todo, empezando por mi mirada hacia Tomás, los niños, la familia, los amigos y hacia los demás. En definitiva, dejo que Dios sea Dios, y yo simplemente le adoro y confío en Él.

Me siento parte del equipo de Nuestro Señor Jesucristo, luchando bajo su estandarte. ¡Bendito San Ignacio de Loyola y sus ejercicios espirituales! Otro regalo, sin duda, que he recibido en todo este tiempo. Así que cansarme y desvivirme por servir al Señor y a los demás me parece el mejor de los planes. Cumplir todo aquello que Él haya pensado para mí es un gozo. En primer lugar, en los deberes de mi estado, en el matrimonio, pero también en los distintos apostolados en los que me vaya involucrando.

No es tanto lo que yo hago o dejo de hacer. Seria soberbia por mi parte pensar que pueda depender de mí todo lo que hago. En realidad es Él el que hace y yo le dejo hacer en mí.

Finalmente, la Virgen María, mi buena Madre, que con su ejemplo de vida, siempre responde a mis llamadas y no para de ofrecerme guiños para que sea mejor esposa, madre o amiga. También para animarme cuando me doy cuenta de que no voy bien o dándome un toque cuando no me doy cuenta de ello.  Y …uffffff… esos toques no tienen nada de “ñoños” ¡eh!… ¡Que resultan ser muy cañeros!…ja,ja,ja.

María ofrece el ramo de novia a la Santísima Virgen el día de su boda. (Foto: Familia Borrell- Roqueta)

Tomás, vosotros tenéis en el comedor de vuestra casa una imagen del Sagrado Corazón de Jesús en un lugar destacado. ¿Por qué es importante consagrar nuestros hogares a esta devoción?

El Sagrado Corazón de Jesús debe reinar en nuestros corazones y en nuestros hogares. Es una tradición de la Iglesia Católica muy bonita que está en desuso y es una pena. Creo que las familias católicas deberíamos recuperarla.

Parece que esto de reinar suena a autoritario y a algo retro. Sin embargo, es lo más moderno y grande que hay: ¡Dar gloria y honor a quien lo ha creado todo! Todo es suyo y todos somos suyos. ¡Qué menos que honrarle!

Cuando consagras tu casa al Sagrado Corazón de Jesús, pasan cosas muy buenas en el hogar y en tu familia. Así nos lo advirtió nuestro director espiritual, el Padre Jose Vicchi, sacerdote del IVE. Y así ha resultado ser. Con la consagración, le das a Jesús las llaves y el gobierno de la casa y el cuidado de tu familia. ¡No sabes el peso que te quitas de encima! Te queda la tranquilidad de que Dios solo quiere lo mejor para nosotros. Que tontos y orgullosos somos muchas veces cuando queremos llevarlo todo nosotros solos y luego vienen las lloreras. Pero caemos una y otra vez en nuestra autosuficiencia. Nos pasa a todos, el demonio nos tienta como tentó a Adán y Eva.

Si amamos de verdad al Sagrado Corazón y dejamos a Jesús gobernar nuestro hogar y nuestra familia, Él triunfará y la sociedad saldrá ganando, porque en la familia es donde se aprende a amar, respetar y servir, y qué mejor maestro que Nuestro Señor Jesucristo.

Imagen del Sagrado Corazón de Jesús en casa de Tomás y María. Los papeles en la base contienen intenciones de la familia. (Foto: Familia Borrell- Roqueta)

María y Tomás, muchas gracias por esta entrevista, por vuestro valioso testimonio, por el sincero compromiso que tenéis con la Verdad – que es el mismo Jesucristo – y por esa preciosa amistad que constantemente nos ofrecéis a mí, a mi familia y a tantas otras familias que intentamos ser fieles a nuestra fe cristiana, ser testimonios de la Verdad y que nos esforzamos por llevar la luz del Evangelio a nuestro mundo.

Recomiendo a las personas que han leído esta entrevista que vean también vuestro video sobre el matrimonio titulado: “Juntos en la fiesta hasta el Cielo”.   Matrimonio: juntos en la fiesta hasta el cielo – Tomás Borrell y María Roqueta – YouTube

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  5. Deja que Dios sea Dios. María Roqueta y Tomás Borrell

Albert Cortina

Albert Cortina es abogado y urbanista. Director del Estudio DTUM, impulsa un humanismo avanzado para una sociedad donde las biotecnologías exponenciales estén al servicio de las personas y de la vida. Promueve la integración entre ciencia, ética y espiritualidad. Actualmente focaliza su atención en la preservación de la naturaleza y condición humana desde una antropología adecuada que priorice el desarrollo integral de la persona. Cree en unos principios basados en una ética universal que tenga su fundamento en la ley natural y en la espiritualidad del corazón. Desde su vocación profesional gestiona ideas, valores y proyectos a favor del bien común.