De mayo del 68 a la cultura woke

Una visión holística de la revolución cultural de mayo del 68 y su influencia en la cultura woke contemporánea

A mayo del 68 vuelvo cuando encuentro lecturas atractivas que me ayuden a comprenderlo. En este blog le he dedicado varios comentarios. Se trata del ensayo De mayo del 68 a la cultura woke (Palabra, 2024)de Pablo Pérez López, catedrático de Historia Contemporánea especializado en historia cultural y se nota. Es una visión ambiciosa y se orienta a dar una visión holística de este momento estelar de la cultura occidental (USA y Europa, principalmente). La selección de causas que el autor expone para comprender las raíces de esta revolución me ha resultado apelante. Pareciera, asimismo, que la propuesta del autor desea dar cuenta de la situación actual de la cultura occidental, contando con el antes y después de mayo del 68. Quizá demasiado.

Mayo del 68 tiene su antecedente en la intelligentsia​ cultural norteamericana, que desembocó en The Free Speech Movement en 1964, cuya cuna está en la Universidad de California. La fuerza apasionada de Mario Servio alumno de la universidad, la cantante Joan Baez interpretando We Shall Overcome, las propuestas de libertad de expresión política al interior de la universidad, las primeras tomas de sus locales con “sentadas”, manifestaciones por los derechos civiles, liberalización sexual, fueron expresiones de protesta en una sociedad satisfecha económicamente, cuyos personajes manifestaban una orientación light de izquierda socialista de amplio espectro.

El salto a la universidad de La Sorbona (primero en Nanterre) en mayo del 68 radicalizó el movimiento, siempre en manos de los universitarios a los que se unieron los sindicatos de obreros, partidos políticos, intelectuales. De los slogans lúdicos (“Seamos realistas, pidamos lo imposible”, “el poder ha tomado al poder, tomemos al poder”) se pasaron a las barricadas, originándose una crisis política en Francia, cuyo manejo y desenlace lo realizó el presiden Charles De Gaulle, a cuya figura y manejos el autor del ensayo le dedica un buen espacio.

Resulta sugerente la alusión que Pérez hace de Chesterton, Ortega y Gasset y Huxley -intelectuales de la primera mitad del siglo XX- quienes vislumbraron lo que traería mayo del 68: cambios de modos de vida más que transformaciones políticas. “Como Huxley intuyó, hacía falta encontrar una estructura que mantuviera la estabilidad en una sociedad en la que no hubiera más ley que el propio capricho y en la que la satisfacción inmediata de los placeres fuera el único horizonte vital (p. 105). En términos semejantes lo afirma Alasdair MacIntyre cuando re refiere al emotivismo y funcionalismo de la sociedad contemporánea. La emoción para el mundo privado y la función para los mecanismos anónimos de la sociedad. Una cáscara vacía, pura estructura política, y por dentro el espíritu libertario de mayo del 68.


Benedicto XVI se refirió a mayo del 68 en un ensayo de 2019, señalándolo como uno de los hitos culturales que ha llevado a los escándalos sexuales al interior de la Iglesia. Pérez López comenta, asimismo, la herencia de mayo del 68 en el campo de las relaciones sexuales. Una liberalización que tuvo la píldora un gran catalizador para separar placer sexual de reproducción. Esta invención facilitó la eclosión del expresionismo sexual de las futuras generaciones: sexo sin responsabilidad. En USA se llegó a la legalización de toda de las diversas manifestaciones de estas prácticas libertarias por la vía del derecho a la vida privada, en donde se incluyó el aborto hasta la reciente anulación de la sentencia de Roe vs. Wade, que deja al criterio de cada Estado la legislación sobre esta materia.

Pienso que este humus libertario formado por mayo del 68 está en la raíz del actual emotivismo libertario: deseo, puedo, no le hago daño a terceros, luego lo hago. Y aquí entran mucho: divorcio unilateral, debilitamiento de los vínculos sociales, disposición absoluta de los derechos de la personalidad (libertad, vida, honor, imagen, intimidad). Un emotivismo libertario que, incluso, puede llegar a considerar al cuerpo como una mera carcasa, totalmente disponible, sujeta a cualquier capricho del deseo. Una suerte de nuevo gnosticismo implícito en las posturas de algunos activistas de las identidades múltiples. En este sentido, lleva razón Pérez López al considerar a lo woke, con bastante bullicio en el hemisferio Norte, como una secuela de mayo del 68. Este movimiento -virulento en bastantes de sus manifestaciones- condena para afirmarse a sí mismo. “Parece -dice Pérez López- que no basta con hacer lo que uno quiere, es preciso que los demás lo reconozcan como legítimo o bueno (…). Precisan que se reconozca públicamente que son malas y los que las hacen son malos. Deberían borrarse del mundo de lo posible” (pp. 172-173). En lo woke el agravio crece desmesuradamente a espaldas de la verdad, el diálogo y las libertades de conciencia, pensamiento y de expresión.

No somos un barco a la deriva culturalmente. Hay surcos de buena siembra. La fuerza creativa de la libertad es capaz de abrir nuevos surcos en la realidad con su gramática propia llena de verdad, bien y belleza. Seguir adelante, corregir rumbo, anhelar un futuro mejor es una tarea interminable. La cancelación es ácida, corrosiva. Necesitamos, más bien, abrir alternativas constructivas para esta tarea de hacer viable la vida en común de los seres humanos.