Simone Moretti se prepara para ser sacerdote de la Fraternidad de san Carlos Borromeo, perteneciente al carisma de Comunión y Liberación, estudia en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma. Nació en 1988 en el seno de una familia católica que le educó en la fe. Como muchos jóvenes de ahora, después de recibir el sacramento de la Confirmación, se alejó de la Iglesia. No veía la conexión entre la fe y la vida concreta.
El encuentro con el Señor
Sin embargo, el Señor no le dejó y volvió a salir a su encuentro. Le recuperó en una actividad de Comunión y Liberación (CyL) cuando era todavía un adolescente. Aquella experiencia le marcó su vida. Un verano le invitaron a un campamento en las montañas de Juventud Estudiantil, el grupo de jóvenes de CyL.
En esta comunidad, participando en campamentos, retiros y vida comunitaria, también vio y experimentó una intensidad de vida que le fascinó.
El descubrimiento de la Iglesia Católica a través de Comunión y Liberación
Con el tiempo se dio cuenta de que la fuente de esa vida intensa estaba en la fe. Participando en la vida del movimiento vio que la relación con Dios, que se había ido deshilachando, recuperaba su consistencia y adquiría vigor y fuerza. A través de este encuentro, redescubrió su relación con Jesús y volvió a la Iglesia, un lugar donde Jesucristo le tendía la mano y le acompañaba.
«¿Y si Dios quiere que sea sacerdote?»
En ese ambiente de fe, oración y amistad fue cuando Simone pensó por primera vez en el sacerdocio. Un día, durante la Misa en la parroquia, se imaginó en el lugar del sacerdote durante la homilía, pensando en lo que podría decir. Después de la Misa, tuvo la sensación de que aquella imagen no era casual.
Con esa idea en la cabeza, acudió a su madre, aquella que le había transmitido su fe. Y le preguntó: «¿Y si Dios quiere que sea sacerdote?, porque ¡yo no quiero!». Su sabia respuesta se le clavó en el corazón: «¿Crees que Dios podría pedirte algo en contra de tu felicidad?».
Durante los siguientes años de bachillerato, la alegría y el gozo de aquel encuentro con Cristo fueron germinando, gracias también a una peregrinación a la Virgen Negra de Częstochowa, Polonia, donde conoció por primera vez a algunos sacerdotes de la san Carlos Borromeo, la fraternidad de Comunión y Liberación.
Los estudios de Física
Con aquella semilla en su corazón, comenzó sus estudios universitarios de Física a la vez que participaba de las actividades y formación con otros miembros de Comunión y Liberación. En esta realidad de la Iglesia, forjó algunas de sus amistades más profundas, unidas todas por el vínculo con Cristo.
En aquellos años pudo experimentar cómo la fe en Jesús tenía que ver con todo: con el estudio, con las clases en la universidad, con las amistades, y cómo lo hacía todo más bello y verdadero. Como dice una frase de Romano Guardini, en la experiencia de un gran amor todo lo que sucede se convierte en un acontecimiento en su propia esfera.
El amigo que dejó todo por Cristo
Y llegó otro momento decisivo en su vida. Dios no le dejaba de su mano. Hacia los últimos años de universidad, un amigo le dijo que pensaba entregar toda su vida a Cristo. Y fue cuando pasó por su mente y por su corazón que él podría hacer lo mismo. Al principio, no le sentó muy bien: tenía otros planes, una novia…
Intentó continuar con su proyecto de vida, pero el Señor seguía llamando a la puerta de su corazón. No le dejaba tranquilo. Así que terminó con su novia y se fue a España a realizar el doctorado en Física, pensando que aquel aguijón de Dios desaparecería. Después trabajó en la universidad y fue investigador y PhD en Física en España.
Pero el aguijón del Señor no desaparecía…
En busca de un camino
«Durante todo este tiempo, sin embargo, no dejé de pedir al Señor que me ayudara, que me acompañara. Sobre todo, le pedía que me mostrara el camino y me diera fuerzas para seguirlo. A menudo me venían a la mente sus palabras: «¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si luego se pierde a sí mismo?»».
Simone tenía todo lo que podía desear: un buen trabajo que le gustaba, un buen sueldo, otra novia, pero cuanto más ignoraba la invitación del Señor, más perdían su sabor todas las cosas que tenía.
Finalmente, se dio por vencido: «Decidí afrontar esta invitación del Señor que fue muy paciente conmigo y esperó tanto tiempo, sin dejar de llamarme suavemente. Así que entré en el seminario y por fin experimenté la paz de responder al Señor, la paz y la alegría de decirle cada día «Aquí estoy», apostándolo todo a su fidelidad̀ y a su gracia».
Gerardo Ferrara
Licenciado en Historia y en Ciencias Políticas, especializado en Oriente Medio.
Responsable del alumnado en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma.