Desde hace varios lustros, en la Educación Básica se ha privilegiado lo urgente tanto desde dentro como desde fuera de las escuelas privada o públicas. La enseñanza remota – por los retos y demandas – ha portado consigo muchos y variados aprendizajes. No obstante, la experiencia escolar en casa, así como el «síndrome de la escuela vacía», pueden convertirse en un tiempo y espacio para repensar sobre lo que se espera y debe ofrecer la escuela.
En 2012 aplicamos un cuestionario a 2.400 alumnos del cuarto grado de secundaria de colegios privados y públicos. En el año 2017, el mismo cuestionario fue resuelto por 1.000 estudiantes de ese mismo grado, pero esa vez, solamente de colegios privados. Entre las múltiples preguntas, me gustaría comentar los resultados de una en particular. «Señala el grado de confianza que tienes en tu colegio: a) ninguna confianza; b) poca confianza; c) alguna confianza; d) bastante confianza; y e) mucha confianza». En la muestra del 2012, 6 de cada 10 estudiantes manifestaron que tenían poca o ninguna confianza a su colegio. Mientras que en la del 2017, 4 de cada 10 jóvenes manifestaron que tenían poca o ninguna confianza a su colegio. Sin duda, estos resultados se podrían refutar parafraseando aquel refrán de «que una golondrina no hace el verano» e incluso señalando la distancia temporal de su aplicación. Sin embargo, me interesa destacar el impacto que puede tener entre los integrantes de una comunidad educativa, la instauración de una cultura de la desconfianza. ¿Razones por las que se podría no creer a la escuela? Muchas, ¡pero solo señalaré tres: a) la incoherencia, entre el decir y el hacer ;b) que el funcionamiento del centro educativo en todos sus extremos deje mucho que desear; y c) abierta preferencia hacia una normativa enredada y extremadamente legalista. Por el contrario, ¿por qué debería de creerse a una escuela? En parte porque sus principios son claros, concisos y permanentes; y por que su conducta es coherente y predictiva. Por tanto, los alumnos y sus padres interpretarán y experimentarán las acciones de la escuela como generadoras de bien, lo que abona al florecimiento de la confianza. Los comentarios – desde su condición de padres – alimentan y aseguran en sus hijos el grado de confianza que le prestan al colegio. La confianza es expresión de credibilidad. Creer al colegio es fundamental para que, en alianza escuela-familia, el estudiante egrese formado en consonancia con el perfil del alumno determinado.