Los obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica ha respaldado el Motu Proprio Traditionis Custodes publicado por el Papa Francisco en el que establece directrices respecto al tratamiento pastoral que debe darse a la liturgia anterior a la reforma de 1970.
El Santo Padre, tras consultar a los obispos del mundo, ha decidido cambiar las normas que rigen el uso del Misal de 1962, que fue liberalizado como Rito Romano Extra-Ordinario hace catorce años por el papa emérito Benedicto XVI. El Pontífice publicó, el pasado 16 de julio, el Motu Proprio Traditionis Custodes, sobre el uso de la liturgia romana anterior a 1970, acompañándolo de una carta en la que explica los motivos de su resolución. De acuerdo al mismo, la responsabilidad de regular la celebración según el rito preconciliar vuelve al obispo, moderador de la vida litúrgica diocesana.
Tema tratado por el Episcopado
Los miembros del Episcopado costarricense señalan que tanto en el Motu Proprio como la Carta a los Obispos de todo el mundo difundida para presentarlo “se percibe la más exquisita eclesiología. No sólo se recuerda que ‘Custodios de la tradición, los obispos, en comunión con el Obispo de Roma, constituyen el principio visible y el fundamento de la unidad en sus Iglesias particulares’, sino que los mismos textos fueron redactados en esa lógica de comunión”. Así, confirman que “lo que el Romano Pontífice ha publicado es el resultado de un proceso sinodal en el que también ha participado nuestra Conferencia Episcopal de Costa Rica”.
En efecto, para ellos, “este es un tema que desde hace tiempo ha ocupado la atención de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica” y que incluso “ha sido reflexionado en los niveles diocesanos, donde cada uno de nosotros ha realizado su propio discernimiento escuchando las distintas voces e inquietudes que se han presentado”. Asimismo, apuntan que “lo hemos tratado de manera colegiada, abriendo incluso nuestras consideraciones a las instancias de la comunión universal de la Iglesia”.
Adhesión al Motu Proprio
Después, los prelados expresan una serie de consideraciones y corroboran que en la Conferencia Episcopal de Costa Rica “se han dado las circunstancias que llevaron al Papa Francisco a intervenir en esta temática”, pues, como apunta Francisco en la citada misiva a los obispos “[…] la intención pastoral de mis predecesores, que pretendían ‘hacer todos los esfuerzos para que a todos aquellos que tienen verdaderamente el deseo de la unidad se les haga posible permanecer en esta unidad o reencontrarla de nuevo’, ha sido a menudo gravemente ignorada’” y “una oportunidad ofrecida por san Juan Pablo II y con mayor magnanimidad aún por Benedicto XVI para restaurar la unidad del cuerpo eclesial, respetando las diversas sensibilidades litúrgicas, ha sido aprovechada para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división”.
Igualmente, argumentan, que “quienes manifiestan afinidad por las formas antiguas no siempre expresan su valoración acerca de la validez y la legitimidad de la reforma litúrgica, de los dictados del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Sumos Pontífices”. Por tanto, fruto de su discernimiento pastoral consideran que “no hay justificación objetiva para que se emplee entre nosotros la liturgia anterior a la reforma de 1970”.
Finalmente, aclaran que “al quedar abrogadas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores, en adelante no se autoriza el uso del Missale Romanum de 1962 ni de ninguna otra de las expresiones de la liturgia anterior a 1970” y recuerdan que “nuestra liturgia, celebrada según los libros promulgados por los santos Pablo VI y Juan Pablo II, debe preservarse de cualquier elemento proveniente de las formas antiguas. En nuestras celebraciones no deben introducirse las oraciones, vestiduras o ritos que eran propios de la liturgia anterior a la reforma de 1970”.