Ofrecemos el artículo “Contestar preguntas simples (pero a la vez complejas) de nuestros hijos” de Mª Elena Marsal e Ignacio Olivera, publicado en Protege Tu Corazón, programa líder en la educación del carácter y la sexualidad en Europa y Latinoamérica.
***
Cecilia iba en el coche con sus 5 hijos camino al club, cuando Diego, el mayor de ellos, de sólo 7 años le pregunta –mamá, el dedo del medio de la mano, ¿es un dedo malo?-.
Algunas veces los padres no estamos preparados para todas las preguntas que se les ocurren a nuestros hijos pero es muy bueno que confíen en nosotros para sacarse sus dudas y encuentren una respuesta que les llene.
Ante los cuestionamientos, existen 3 alternativas:
1. Evadir fingiendo que no se oyó nada y pasar a otro tema o dejar la situación para después con frases como: “luego te lo explico”…
2. Responder en forma incorrecta, diciendo medias verdades o cosas que no son ciertas
3. Responder claramente y con la verdad. Ciertamente, no es fácil responderles la verdad porque no sabemos hasta que punto estarán listos para comprenderla, pero lo que si es seguro es que debemos responder. Si hacemos como que no escuchamos o dejamos para después y no cumplimos, nuestro hijo interpretará que sus preguntas no nos interesan. En un futuro optará por no preguntarnos nada y buscará directamente en Internet [1] y si desaprovechamos esos momentos de curiosidad, iremos perdiendo su confianza y con ella la posibilidad de influir positivamente en sus vidas.
Entender el contexto
– Dime Diego, ¿por que me preguntas si el dedo del medio es un dedo malo?-le preguntó Cecilia, mientras pensaba como podría responder a una pregunta simple pero a la vez compleja.
Repreguntar nos orienta hacia lo que nuestros niños buscan saber y por qué. Podemos correr el riesgo de excedernos en una información que no están buscando en ese momento. Puede “sobrar” y confundirlos más.
Otra cosa para tener en cuenta es el diálogo, un ida y vuelta de ideas, para que el niño no se aburra de escucharnos sólo a nosotros durante toda la explicación.
– Me lo dijo mi prima Valeria. Pero no entiendo por qué y ella tampoco lo sabe– contestó Diego
La verdad, pero adaptada a sus edades
Lo bueno de compartir preguntas y respuestas con los hijos es que los más pequeños pueden aprender de las dudas de los mayores y, si los padres saben aprovechar esos momentos, los niños sabrán que siempre podrán acudir a ellos para responder a sus inquietudes.
Cecilia piensa que es correcto explicarle a su hijo cual es el motivo por el cual la sociedad considera que el dedo del medio es una ofensa, para que él pueda entenderlo y saber que las normas de convivencia y de buena educación tienen un fundamento, una razón de ser, no existen solo porque sí.
Proporcionar argumentos e ideas positivas vinculadas al tema central
Es sumamente enriquecedor para la educación de los hijos, aprovechar el momento de la pregunta para inculcarle a los niños otras ideas, también positivas, vinculadas el eje central de la conversación.
– Diego, tú no muestras tus partes íntimas a todo el mundo-.
– ¡Nooo mamá! ¡Que vergüenza!– comentó.
– Así es Diego pero además de vergüenza sería un acto muy grosero contigo mismo y con las demás personas, porque las partes íntimas son privadas y nadie tiene por qué verlas, tu las cuidas, las respetas y no molestas a otros ni te burlas de ellas-.
– Sí mamá, pero eso ¿Qué tiene que ver con el dedo?-.
Para que los niños puedan incorporar los argumentos, es necesario recurrir a ciertos paralelismos cotidianos para que les sea más facil recordarlo. Si la explicación resulta demasiado teórica, les costará retener la información y acordarse de la respuesta.
– El dedo del medio es un dedo muy útil ¿no es verdad?-,
– Si– contestó él niño.
– Es un dedo como cualquier otro dedo de la mano, que nos sirve para escribir, comer, pintar, jugar. Sin embargo, algunas personas lo utilizan con malas intenciones, identificándolo con el pene, que es una parte íntima del varón.
El silencio en el coche era igual al de la casa a las 2 a.m. cuando todos duermen. Cecilia dudó si había hecho bien en darle esa respuesta, pues no estaba segura de si su hijo lo iba a poder interpretar bien. Esperó a que él respondiera algo, pero no sucedía nada.
Una vez que comenzamos con un argumento lo ideal es terminar la idea de forma sencilla, concreta y siempre veraz. Lograr que el niño entienda la explicación. Dejarlo así nomas, sin cerciorarnos de que entendió, podría ser peligroso porque no estamos seguros de si se logró responder la inquietud de nuestro hijo o si interpretó de otra manera.
Como no ocurría nada, Cecilia cortó el silencio, y para ayudarle a su hijo a deducir la respuesta, le dijo:
– Algunas personas, cuando están enojadas o inconformes con algo que les sucede, utilizan una seña realizada con ese dedo para ofender, como si estuvieran mostrando la parte íntima de forma grosera e irrespetuosa. Como tú no mostrarías tus partes íntimas cuando estas enojado, tampoco deberías hacer ese gesto-.
– Es por eso que la prima dijo que era feo-concluyó el niño.
Dejar que él mismo encuentre una respuesta hará que incorpore la idea y sea capaz de recordarla más fácilmente, aunque por la edad, puede que se olvide de la explicación y haya que volver repetírselo en algún momento.
Concluir una idea transmitida con una frase breve. Y repetirla varias veces.
Es recomendable que la pregunta finalice con las ideas más importantes y conclusivas, para asegurarse que el niño entendió, ya que dependiendo de la personalidad de cada uno (algunos más comunicativos que otros), puede que no nos digan si no entendieron bien o les de vergüenza decir que no les quedó claro.
Como ya estaban llegado a destino, Cecilia creyó importante terminar la explicación con ideas cortas y concretas.
– Entonces Diego, el dedo del medio no es un dedo feo ni malo. Es un dedo como cualquier otro. La gente lo utiliza como grosería cuando está enojada, como si estuviera mostrando una parte íntima de forma grosera, con ganas de molestar u ofender, y eso es lo feo-.
El niño asintió.
– Todas las partes del cuerpo son buenas, pero el uso que hacemos de ellas es lo que convierte el acto en feo o malo- dijo finalmente Cecilia, y lo repitió de nuevo.
Luego de esa conversación, Diego no volvió a preguntar sobre el dedo del medio pero sí le ha contado a sus padres cuando ve que otros niños lo utilizan de forma grosera, lo que demuestra que él entendió perfectamente el sentido del gesto.
Darles las respuestas a nuestros hijos no es tarea sencilla. No son cosas que aprendemos en la universidad. Los hijos no vienen con un manual de preguntas y respuestas pero eso no es un problema, porque afortunadamente contamos con las herramientas para sortear esa dificultad.
¿Cómo hacerlo?
1. Con la práctica: A responder se aprende respondiendo. Siempre. Incluso si en ese momento no tenemos la respuesta, podemos pedirle tiempo para dársela, explicarles que queremos darle una buena respuesta y queremos tomarnos un tiempo, por ejemplo: “Mira hijo, como quiero responderte bien porque esa pregunta es muy interesante, quisiera pensar bien la respuesta y dártela con toda seguridad”.
Y sin prisa pero sin pausa, pensarlo bien y no tardar mucho.
2. Dedicando tiempo y espacio al diálogo con ellos: Para cumplir con la recomendación anterior, es necesario pasar tiempo con nuestros hijos. Muchos padres afirman que no pasan cantidad de tiempo pero sí tiempo de calidad porque los llevan al cine, a la cancha o comparten algún deporte. Eso está bien, pero hay que tener en cuenta que las preguntas y dudas de los niños surgen al rato de estar con ellos, en momentos distendidos, paseos en coche, una tarde de juegos, unas horas compartiendo. La confianza se va creando por el trato con ellos. Si pasamos poco tiempo juntos, la confianza tarda más en conseguirse. Si están entretenidos con una película, jugando fútbol o viendo un partido de tenis es posible que no nos hagan preguntas. Es necesario estar con ellos, compartir comidas, baños (sobre todo los hijos pequeños), momentos cotidianos y mostrarnos disponibles (sin celular, sin TV).
3. Con la formación: Acudir siempre que podamos a cursos de padres, talleres, charlas. Leer libros. En muchos materiales para padres se presentan casos reales, como el de Cecilia, que nos sirven para aprender a dar respuestas. Nos irán abriendo la mente y nos facilitarán la tarea de hablar en forma natural y sin que las preguntas nos generen estrés.
[1] Artículo “Sé el Google de tus hijos”, por Mª Luisa Estrada de Velez y Juan Francisco Velez (www.protegetucorazon.com/se-google-hijo).