¿Cómo se puede concretar la sinodalidad en la Iglesia?

El modo de ser de la comunión

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Comunidad © Conferencia Episcopla Venezolana

El padre Jairo Yate, sacerdote y juez instructor en la diócesis de Ibagué, Colombia, explica cómo se puede concretar la sinodalidad en la Iglesia.

¿De qué propuesta se trata?

El padre claretiano, Carlos Martínez Oliveras, propone pensar en la siguiente temática: Es el modo de vivir en la Iglesia, el modo de ser, que es la comunión. La Iglesia es una comunión.

La sinodalidad se expresa también en el modo de actuar, que en el fondo es el servicio, esa pirámide invertida de la que habla el Papa Francisco y de la que todo ministerio está en función del servicio.

Es el modo de celebrar porque hay una conexión directa entre la sinodalidad y la Eucaristía.

Es el modo de anunciar: la comunidad misionera que se plasma por la sinodalidad para dar testimonio en medio del mundo.

La sinodalidad es una experiencia del espíritu, un Kayros, un tiempo de gracia de la Iglesia, para que, desde la escucha mutua de todo el Pueblo de Dios, se pueda hacer un discernimiento adecuado para vivir la comunión y tomar las decisiones adecuadas que den paso a una mejor misión y un mejor testimonio de la Iglesia en todo el mundo.

Una Iglesia que debe ser comunión

El fundamento para nuestra reflexión lo encontramos en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Dice el libro sagrado: En la comunidad primitiva de Jerusalén, los discípulos “acudían […] asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hechos 2, 42).

De acuerdo al Catecismo de la Iglesia Católica, pensar en una Iglesia en comunión, implica las siguientes afirmaciones:

La comunión en la fe. La fe de los fieles es la fe de la Iglesia recibida de los Apóstoles, tesoro de vida que se enriquece cuando se comparte.

La comunión de los sacramentos. “El fruto de todos los Sacramentos pertenece a todos. Porque los Sacramentos, y sobre todo el Bautismo que es como la puerta por la que los hombres entran en la Iglesia, son otros tantos vínculos sagrados que unen a todos y los ligan a Jesucristo.

La comunión de los carismas: En la comunión de la Iglesia, el Espíritu Santo “reparte gracias especiales entre los fieles” para la edificación de la Iglesia. “a cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común” (1 Corintios 12, 7).


“Todo lo tenían en común” (Hechos 4, 32): “Todo lo que posee el verdadero cristiano debe considerarlo como un bien en común con los demás y debe estar dispuesto y ser diligente para socorrer al necesitado y la miseria del prójimo”

La comunión de la caridad: En la comunión de los santos, “ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo” (Romanos 14, 7). “Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo. “La caridad no busca su interés”.

Los tres estados de la Iglesia. “Hasta que el Señor venga en su esplendor con todos sus ángeles y, destruida la muerte, tenga sometido todo, sus discípulos, unos peregrinan en la tierra; otros, ya difuntos, se purifican; mientras otros están glorificados, contemplando ‘claramente a Dios mismo, uno y trino, tal cual es’”

La comunión con los santos. “No veneramos el recuerdo de los del cielo tan sólo como modelos nuestros, sino, sobre todo, para que la unión de toda la Iglesia en el Espíritu se vea reforzada por la práctica del amor fraterno”.

La comunión con los difuntos.  Es una idea santa y piadosa orar por los difuntos para que se vean libres de sus pecados” (2 Macabeos 12, 46) (cfr. Catecismo Iglesia Católica, 949 – 958).

Papa Francisco: La comunión se logra venciendo la hipocresía con el amor

Dice el Santo Padre en la audiencia general del 21 de agosto de 2019: “La comunidad cristiana nace de la efusión del Espíritu Santo y crece cuando comparte con los demás lo que posee”. “La comunidad, o koinonia, se convierte así en el nuevo modo de relación entre los discípulos del Señor”.

“Los cristianos experimentan una nueva forma de estar entre sí, de comportarse. Y es la propia modalidad cristiana, hasta el punto de que los paganos miraban a los cristianos y decían: ‘¡Miren cómo se aman!’. El amor era la moda. Pero no el amor a la palabra, no el amor falso: el amor a las obras, a ayudarse unos a otros, el amor concreto, la concreción del amor”.

Cuando comulgamos nosotros decimos ‘nos comunicamos’, entramos en comunión con Jesús y de esta comunión con Jesús llegamos a la comunión con los hermanos y hermanas.

Si queremos ser buenos cristianos debemos dejar que la conversión llegue hasta nuestros bolsillos, allí donde se ve si somos generosos con los demás sin quedarse en las palabras, sino hacer gestos de una buena conversión.

“La vida eucarística, las oraciones, la predicación de los Apóstoles y la experiencia de comunión hacen de los creyentes una multitud de personas que tienen ‘un solo corazón y una sola alma’ y que no consideran que lo que poseen es de su propiedad, sino que lo tienen todo en común”.

“Un ejemplo concreto del compartir y de la comunión de bienes nos viene del testimonio de Bernabé: posee un campo y lo vende para entregarlo a los Apóstoles”.