Recientemente, el Papa Francisco ha realizado la carta apostólica “Sublimitas et miseria hominis”, para conmemorar el cuarto centenario del nacimiento de Blaise Pascal. Recomendamos vivamente leer esta enseñanza del Papa Francisco sobre el legado de este significativo científico, filosofo, teólogo y místico. El pensamiento y testimonio de Pascal es muy fecundo para ir logrando esa experiencia, dialogo y encuentro fecundo entre la fe y la razón, la espiritualidad y la cultura, la mística y la ciencia, la religión y la filosofía. “En esta línea, Pascal está profundamente apegado a «la razonabilidad de la fe en Dios», no sólo porque el espíritu no puede ser forzado a creer lo que él sabe que es falso», sino porque, si ofendemos los principios de la razón, nuestra religión será absurda y ridícula”.
El genio de Pascal trató de articular e integrar los polos o aspectos que, de forma paradójica, se complementan y correlacionan mutuamente. Tales como la razón y el corazón, el pensamiento y el sentimiento, las ciencias y una educación-pedagogía (cultura) popular, la naturaleza y la gracia, la mística y la vida pública (sociopolítica), la espiritualidad y la vida (compromiso) moral. Es la paradoja de real y del mismo ser humano, donde todo está conectado en ese dinamismo con la apertura a lo trascendente, que nos lleva a la plenitud. “Grandeza y miseria del hombre forman la paradoja que está en el centro de la reflexión y el mensaje de Blaise Pascal”
Los límites y finitud de la persona, de la propia realidad con sus males e injusticias o sufrimientos como es la muerte, se abre al deseo (anhelo) tan hondo de vida, de transcendencia, infinito, eternidad y, por ello, felicidad plena. “En la base de esto, afirma Francisco “creo poder reconocer en él una actitud de fondo, que yo llamaría asombrada apertura a la realidad”. La vida feliz y realizada, que todos buscamos, despierta así la pasión e inquietud de lo Absoluto, de lo Sagrado y Divino que colma esta ardiente búsqueda de la verdad, la belleza, del bien, del amor y vida eterna. “En realidad, sólo podemos gustar la felicidad del Evangelio si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo”. Tal como, de forma paradigmática, nos muestra Pascal, buscador apasionado e incansable de la verdad que se revela en este Don (Gracia) del Dios de la vida y del amor, de la salvación liberadora e integral como se manifiesta en Jesucristo.
“El 23 de noviembre de 1654, Pascal vivió una experiencia muy fuerte, que se conoce hasta hoy como su “Noche de fuego”. Esta experiencia mística, que le hizo derramar lágrimas de alegría, fue para él tan intensa y decisiva que la anotó en un pedazo de papel fechado con precisión, el Memorial que había cosido en el forro de su abrigo, y que fue descubierto después de su muerte… Jesucristo y la Sagrada Escritura son a la vez el centro y la clave. Pues si Pascal comenzó a hablar del hombre y de Dios, fue porque había llegado a la certeza de que no solamente no conocemos a Dios más que por Jesucristo, sino que no nos conocemos a nosotros mismos más que por Jesucristo; no conocemos la vida, la muerte más que por Jesucristo. Fuera de Jesucristo no sabemos lo que es nuestra vida, ni nuestra muerte, ni Dios, ni nosotros mismos. De esta suerte, sin la Escritura que sólo tiene Jesucristo por objeto, no conocemos nada y sólo vemos oscuridad”.
Jesucristo, con su Encarnación, nos revela al verdadero Dios y al auténtico ser humano, la verdad del sentido de la vida, de la felicidad y del desarrollo (madurez) integral de la persona. “Pascal nos previene contra las falsas doctrinas, las supersticiones o el libertinaje que alejan a muchos de nosotros de la paz y la alegría duraderas de Aquel que quiere que elijamos «la vida y la felicidad», y no «la muerte y la desdicha» (Dt 30,15)”. Por tanto, como se observa, la religión y espiritualidad no nos lleva a la irracionalidad, a la deshumanización, alienación y evasión de la realidad. Al contrario, como nos testimonia Pascal hasta el final de su vida, la fe y la verdad se realizan en el amor fraterno, en la caridad solidaria, es inseparable de la responsabilidad y compromiso social con los otros, con los pobres, con la sociedad y la cultura. Pascal “estaba atento a las cuestiones que en ese entonces eran más preocupantes, así como a las necesidades materiales de todos los que componían la sociedad en la que vivió”.
Asimismo, el espíritu de geometría, como el ejercido por la ciencia para conocer el cómo de las cosas y los hechos, ha de estar unido al espíritu de fineza o sutileza, ese conocimiento del corazón y espiritual que posibilita un sentido más global, ético y místico de la realidad. Ese para qué o por qué de la existencia ya que, en realidad, hay razones que solo el corazón entiende. Si lo real, la misma ciencia y técnica, no está orientada por los valores o principios y lo espiritual como es el don del amor fraterno, predominando lo científico-técnico con lo utilitario e instrumental, entonces surgen el sin sentido, la deshumanización, la dominación, la esclavitud y todo tipo de muertes e injusticias.
Concluimos con esta experiencia de “Pascal, que ha escudriñado con la increíble fuerza de su inteligencia la condición humana, la Sagrada Escritura e incluso la tradición de la Iglesia, pretende proponerse con la sencillez del espíritu de infancia como humilde testigo del Evangelio; es ese cristiano que quiere hablar de Jesucristo a los que se apresuran a declarar que no hay ninguna razón sólida para creer en las verdades del cristianismo. Pascal, al contrario, sabe por experiencia que lo que dice la Revelación no sólo no se opone a las exigencias de la razón, sino que aporta la respuesta inaudita a la que ninguna filosofía habría podido llegar por sí misma…Pero si la fe es razonable, también es un don de Dios y no puede imponerse”.