De visita en Tegucigalpa para la inauguración de la sede de la representación pontificia, el sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, el arzobispo Edgar Peña Parra, recordó la «larga historia de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede» y el Estado hondureño, que desde hace años mantiene «sólidas relaciones bilaterales».
Publicamos a continuación el discurso de S.E. Mons. Edgar Peña Parra, Sustituto para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, que pronunció este, 12 de julio de 2024, con ocasión de la reapertura de la Representación Pontificia en Honduras:
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Discurso de S.E. Mons. Edgar Peña Parra
Excelentísima Señora Doris Gutiérrez, Designada Presidencial de Honduras;
Ilustres miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático;
Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico y colaboradores;
Estimados hermanos en el Episcopado;
Señoras y Señores:
Buenos días, quisiera comenzar transmitiendo a todos los presentes el cordial saludo y la cercanía espiritual del Papa Francisco.
Hacerlo es apropiado, ya que esta Nunciatura Apostólica es un signo claro de la solicitud y preocupación del Santo Padre por la Iglesia, el pueblo y las Autoridades todas de este noble País.
Me es grato estar aquí con todos ustedes para la reapertura de esta Representación Pontificia, rememorando una larga historia de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la República de Honduras. Mirando a su bandera podríamos decir que estas relaciones nacen del corazón de Dios y de su amor por su Pueblo. Muchos dicen que su azul, común a otras banderas americanas, se inspira en el celeste de la Virgen Inmaculada, pero este tiene un tono más profundo, porque siendo un mismo Cielo el que se mira en sus aguas, la hondura del corazón de sus gentes la refleja con mayor intensidad que en otras regiones. De ello parece que dio razón hasta el mismo Cristóbal Colón al acercarse a sus costas.
Una nota en el Archivo de la Secretaría de Estado nos confirma el inicio de relaciones diplomáticas con Honduras ya en 1861. Pero dichas relaciones, sin embargo, debieron interrumpirse pronto para retomarse a principios del siglo pasado, con un Representante Pontificio ante varios países de la zona de Centroamérica, residente en Guatemala.
Será en 1933 cuando Honduras acoja la primera Nunciatura erigida en su capital. Desde entonces no ha faltado nunca un Representante Pontificio en esta bendita tierra.
Los Representantes Pontificios más allá de la labor diplomática por ellos desarrollada, han sido también prelados, personas que han amado entrañablemente esta tierra. Cómo no recordar entre ellos el ejemplo eximio de Mons. Federico Lunardi, que llegaría a ser uno de los más ilustres historiadores de Honduras, y tantos otros ilustres prelados que amaron y sirvieron aquí en Honduars. Yo mismo ocupé el cargo de consejero en esta Nunciatura Apostólica desde el 2002 al 2006, con Sus Excelencias los Nuncios Apostólicos Mons. George Panikulam y Mons. Antonio Arcari. Años bellos e intensos, en los que desempeñé una gratificante labor diplomática y sacerdotal, gracias a la acogida que la Iglesia Hondureña me brindó.
La reapertura de esta Nunciatura Apostólica demuestra las sólidas relaciones bilaterales que existen desde hace años entre la República de Honduras y la Santa Sede. Estas están basadas en el interés prioritario de la Iglesia, de ser – como afirmó el Papa Francisco – «observador atento y sensible de las problemáticas que afectan la humanidad, con el sincero y humilde deseo de ponerse al servicio del bien de todo ser humano», y de su desarrollo de forma integral y global (cf. Discurso de Papa Francisco al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 7 de enero de 2019).
Para la Iglesia cada hombre, cada mujer, es un hijo amado de Dios y la misma creación es vista como un don que el Señor ha dejado como responsabilidad a toda la humanidad.
Cariñosamente le decimos a esta Sede, la casa del Papa en Honduras, porque la labor del Nuncio Apostólico es también cuidar la relación de la Iglesia local con el Santo Padre y la Santa Sede. De este modo, el Nuncio Apostólico encarna la solicitud del sucesor de Pedro y de la Iglesia universal, por esta fracción del Pueblo de Dios que peregrina en Honduras, como signo de comunión de todos sus miembros con el Cuerpo Místico de Cristo.
Para concluir, deseo expresar mi gratitud al Señor Nuncio Apostólico S.E. Mons. Gábor Pintér, a Mons. Giacomo Antonicelli, Secretario, a las Hermanas de Marta y María y a los colaboradores, en particular a todos los que han hecho posible con tanto esfuerzo y dedicación la realización de esta obra. Un grato recuerdo va dirigido también a S.E. Mons. Novatus Rugambwa, quien en su tiempo inició la remodelación de la casa de las religiosas.
A todos muchas gracias por el tiempo y el esfuerzo dedicados para hacer realidad este deseo de renovar la casa del Santo Padre. Gracias por su amable atención y por favor reciban una vez más la cercanía espiritual del Papa Francisco al inaugurar su casa en Honduras.
Muchas gracias.