Benigno Blanco, que fue presidente del Foro Español de la Familia, insistió en el XXIV Congreso Nacional Provida en la necesidad de una revolución cultural humanista. Blanco invitó al movimiento provida a armarse de paciencia porque, como explicó, «cambiar una ley es sencillo, pero cambiar una forma de pensar requiere mucho tiempo».
En efecto, el bombeo sistematizado de suero ideológico progresista (excuso debatir el significado del término) ha tenido un efecto narcotizante en la conciencia moral de los ciudadanos. Tengo pocas dudas de que el diagnóstico de Benigno Blanco es compartido por la mayoría de los lectores de este breve artículo, que estarán de acuerdo en la necesidad de esa revolución cultural humanista. El dilema, más que en el qué, se encuentra en el quién y cómo llevar a cabo esta revolución.
La cuestión no admite respuestas simples: cada institución y cada persona pueden aportar soluciones distintas, de acuerdo con su capacidad, función y formación. De lo que no cabe la menor duda es que la respuesta corresponde a todos los que todavía no han sucumbido al sopor del narcótico.
En concreto, por lo que se refiere a la catequesis, diría que su eficacia viene condicionada por la comprensión del entorno cultural y del impacto que tiene en la familia cristiana. Así, por apuntar algunos ejemplos:
- Nunca como ahora ha sido tan evidente la influencia negativa de padres y madres ausentes, desentendidos de la formación cristiana de sus hijos. La falta de referentes deforma e imposibilita la maduración en la fe de los niños. Los padres necesitan más ayuda que sus hijos: acompañamiento y formación que les capacite para ser buenos cristianos y para cumplir su misión.
- Esto requiere un esfuerzo por transmitir el mensaje de Salvación a los adultos en el contexto de sus coordenadas culturales. Llama poderosamente la atención que las imágenes de catequesis estén asociadas a caricaturas infantiles y mensajes relamidos.
- La transmisión y acogida de la Buena Nueva exige una mente abierta que sepa escapar de concepciones reduccionistas del conocimiento y del escepticismo hacia la verdad, hoy rasgos predominantes.
- Por mencionar un asunto concreto: ante la agresividad mediática del feminismo radical, la ideología de género y la trivialización social del sexo (convivencia prematrimonial admitida como norma, educación sexual meramente biológica, políticas abortistas, etc.) será preciso ofrecer una visión antropológica correcta, acompañada por herramientas y recursos para ir por delante y para enseñar.
- El temor y respeto a lo sagrado -realidad de la gracia, experiencia del encuentro con Dios, centralidad de la Eucaristía, comprensión de la Iglesia como sacramento de salvación, etc.- se traduce en la vida personal y en la relación con los demás: un tenor de vida admirable que no deja indiferentes a propios ni a extraños.
El reto al que se enfrenta la catequesis pide -a gritos- renovación, porque hay que hablar al hombre de hoy con el lenguaje de hoy, dedicando tiempo y una gran dosis de paciencia. Una revolución -también la que lleva el calificativo de humanista- lleva impreso en su código genético el inconformismo con la situación reinante y utiliza, sin remilgos, todos los medios a su alcance. ¿Como cuáles? Todo vale, pero puesto que nos manipulan con ciencia, aprendamos a ponernos a su nivel de calidad.