Debemos hacer todo lo posible para poner fin al conflicto, así se expresó el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, ante Exaudi y un pequeño grupo de vaticanistas italianos que le preguntaron por la reciente ola de violencia en Tierra Santa.
El prelado italiano intervino en el acto privado de presentación del libro dedicado a Mario Agnes, que dirigió el diario vaticano L’Osservatore Romano de 1984 a 2007, por Ignazio Ingrao, vaticanista de la RAI I de Italia, el 18 de mayo de 2021. Publicado por la editorial italiana San Paolo, el libro se titula: L’Osservatore. 35 años de historia de la Iglesia en los papeles privados de Mario Agnes.
Organizada por el embajador de Italia ante la Santa Sede, Pietro Sebastiani, y la presidenta de la Fundación Biagio Agnes, Simona Agnes, la ceremonia, moderada por el asesor del Vaticano, monseñor Dario Edoardo Viganò, tuvo lugar al aire libre, en el claustro del Palacio Borromeo, en pleno cumplimiento de las normas y disposiciones anti-COVID-19.
El cardenal Parolin, Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, y el famoso político italiano Gianni Letta, pronunciaron los discursos principales. En la ceremonia estuvieron presentes otros ilustres cardenales, diplomáticos, nuncios y políticos.
Durante el evento de alto nivel, el premio dedicado al hermano de Mario, Biagio Agnes, fue entregado al actual director de L’Osservatore Romano, Andrea Monda, con motivo del 160º aniversario del periódico.
Al ser abordado por la corresponsal principal de Exaudi y un pequeño grupo de vaticanistas italianos, el secretario de Estado reflexionó sobre la agitación que asola Tierra Santa. Exaudi publicó una entrevista exclusiva tras el dramático llamamiento del Papa Francisco en la región con el patriarca Latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa.
Cuando se le preguntó al cardenal Parolin sobre su sentimiento y el de la Santa Sede sobre la volátil y violenta situación, admitió: “una gran preocupación”. Esta preocupación la atribuye al hecho de que “a pesar de los esfuerzos de la Comunidad Internacional para alcanzar un alto el fuego”, la situación “ha ido por este camino, y continúa así”.
“Parece que hasta ahora no ha tenido éxito. Este conflicto está trayendo destrucción y muerte”. El secretario de Estado recordó cómo en el Regina Coeli del domingo, el Papa Francisco mencionó especialmente a los niños inocentes que han sido asesinados. “Nuestra preocupación es la misma que la del Santo Padre, y es el compromiso de hacer todo lo posible para detener el conflicto”, subrayó.
“Parece que hasta ahora no ha tenido éxito. El secretario de Estado recordó que en el Regina Coeli del domingo, el Papa Francisco mencionó especialmente a los niños inocentes que han sido asesinados”. “Nuestra preocupación es la misma que la del Santo Padre, y es el compromiso de hacer todo lo posible para detener el conflicto”, señaló.
Cuando se le preguntó si la Santa Sede podría ejercer de mediador en este momento, respondió: “Creo que alguien ha dicho que no quiere interferencias; por tanto, un mediador, en el sentido técnico de la palabra, quizás no. No creo que se den las condiciones en este momento”.
“Sin embargo -continuó-, es necesario que cualquier acción, cualquier iniciativa de buena voluntad, conduzca a un alto el fuego. Hay que retomar las negociaciones directas entre las dos partes, de manera que se ponga fin a este conflicto secular y se llegue a una solución. La solución debe estar en consonancia con la solución de los dos Estados, que permitirá a cada uno de ellos vivir en paz”.
Algunos señalaron que el sábado se reunirá con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, y le preguntaron si hablará con ella sobre la crisis de Oriente Medio.
“Sí, ciertamente, en el sentido de remarcar todo lo que la Unión Europea puede hacer en este momento”, respondió, subrayando la “necesidad” de “unir todas las fuerzas para tratar de detener esta crisis”.
Exaudi ha obtenido las declaraciones completas del cardenal Parolin en el evento de hoy y ha proporcionado una traducción de trabajo no oficial del texto completo a continuación.
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Un cordial saludo a su excelencia el embajador Sebastiani, a los distinguidos oradores y a todos ustedes aquí presentes.
Me complace poder participar en la presentación del libro L’Osservatore, que nos da la oportunidad de recordar a Mario Agnes, figura destacada en el mundo del periodismo, en particular de la información vaticana; que fue también presidente de la Azione Cattolica y luego consejero municipal de Roma, siempre con espíritu de servicio y en busca de una encarnación del Evangelio en la historia humana.
Me complace estar aquí, además de rendir homenaje a una personalidad tan significativa en la historia de Italia y del Vaticano, también porque conocí directamente a la profesora Agnes y tuve la oportunidad de colaborar juntos en el período comprendido entre 2002 y 2007, durante mi mandato como subsecretario de la Sección de Relaciones con los Estados. A menudo intercambiábamos llamadas telefónicas, al final de la mañana, cuando se trataba de publicar artículos sobre situaciones y cuestiones políticas especialmente delicadas, artículos que posteriormente, con el dictamen de la Sección, pasaban al sustituto de Asuntos Generales, como recuerda el cardenal Sandri, en la página 172 del libro.
Precisamente partiendo de este recuerdo personal, quisiera subrayar el hilo conductor que ha caracterizado al hombre y al profesional y que se puede vislumbrar en estas páginas, donde Ignazio Ingrao recorre algunos episodios destacados de la historia de la Iglesia y de Italia de los que fue testigo.
En sus artículos y escritos hay siempre una fuerte inspiración en este tema que ha atravesado los pontificados, desde el de Pablo que lo llamó a presidir la editorial del periódico Avvenire, hasta los de Juan Pablo II que lo nombró director de L’Osservatore Romano y de Benedicto XVI que lo contó entre sus caballeros, introduciéndolo así definitivamente en la familia pontificia.
La paz era una preocupación prioritaria, casi un leitmotiv tomado de la Populorum progressio de Pablo VI y corroborado por el magisterio de Juan Pablo II. Como recuerda Andrea Riccardi, tras el histórico encuentro interreligioso deseado por Juan Pablo II en Asís en 1986, Agnes escribió: “El post-Asís no puede resolverse en una apasionante página de la historia que hay que archivar celosamente, sino que debe convertirse en historia viv”». Para el editor de L’Osservatore Romano, de hecho, la paz no era un ideal o una prerrogativa de los Estados o de las organizaciones internacionales, sino un proceso que debía construirse día a día, cada uno con su propia contribución.
Si hay un episodio que resume más que otros la actitud de Agnes hacia el tema de la paz, es el título Nunca más la guerra, escrito en letras grandes, con motivo de la Guerra del Golfo. En un comentario publicado el 10 de marzo de 1991, tras el “alto el fuego” en Irak, mientras las revueltas populares hacen estragos en el país, Agnes afirmaba “al establecer la justicia y trabajar por la paz, no se puede seguir ignorando un problema que está en el fondo de muchos otros problemas: el comercio indiscriminado de armas de todo tipo. Armar sin escrúpulos a los pobres para que luchen entre sí y pretender que se trata de un hecho inexistente o irrelevante es una acción innoble que clama venganza a los ojos de Dios”.
Son reflexiones fuertes, de contundente actualidad, que hacen eco a las palabras pronunciadas por el Papa Francisco en Nagasaki, en noviembre de 2019, cuando estigmatizó la carrera armamentística, subrayando que “el dinero gastado y las fortunas ganadas para fabricar, modernizar, mantener y vender armas, cada vez más destructivas, son un ataque continuo que clama al cielo”.
Los comentarios de Agnes, lúcidos y proféticos, recuerdan el valor de un periodismo que no se limita a registrar los hechos, sino que sabe profundizar, captando su esencia y teniendo el valor de informar. Un periodismo que el Papa Francisco ha definido “de paz […] sin pretensiones, hostil a las falsedades, a los eslóganes efectistas y a las declaraciones grandilocuentes; […] un periodismo que no queme las noticias, sino que se comprometa en la investigación de las verdaderas causas de los conflictos, para favorecer su comprensión desde el origen y su superación mediante la puesta en marcha de procesos virtuosos; un periodismo empeñado en indicar alternativas a la escalada del bombo y la violencia verbal” (Mensaje para la 52ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales).
Y es precisamente este tipo de periodismo el que Mario Agnes encarnó, en sus largos años como director de L’Osservatore Romano, en la conciencia de que el periódico de la Santa Sede debía ser “cada día un instrumento humilde pero claro, sereno pero atento, respetuoso pero valiente, fiel pero inteligente, de la audacia de la Verdad que caracteriza al magisterio de Juan Pablo II”.
Esta frase contiene toda la profesionalidad, la dedicación y la determinación con las que Agnes ha interpretado su papel de comunicador. En primer lugar, el adverbio “todos los días” indica ese trabajo constante, artesanal, paciente, que no se deja aturdir por la velocidad que las tecnologías parecen imponer cada vez más, que no va en busca de lo semejante, sino que sabe encontrar en lo cotidiano -incluso en lo que no es evidente o es aparentemente poco “noticiable”- las claves de una narración diferente y elevada.
Luego están los cuatro pares de adjetivos que proporcionan una especie de programa, una hoja de ruta de la información de calidad: la combinación “humilde pero clara” se refiere a la capacidad de detenerse y comprender los hechos antes de contarlos, sin dejarse dominar por la prisa ni por la presunción de saberlo ya todo. Solo quien es humilde se pone en actitud de investigación, se cuestiona, no se conforma con quedarse en la superficie porque sabe que el periodismo es un servicio y no un ejercicio de poder. En este sentido, la humildad es la cuna de la claridad.
“Sereno pero atento” son características que invitan a tener una mirada limpia, no contaminada por prejuicios ni oscurecida por intereses partidistas, pero también escrupulosa, viva, dispuesta a captar la novedad, la belleza, la esperanza. El periodista está llamado a ser, como dijo Juan Pablo II a los jóvenes, el “centinela de la mañana” que no se resigna a un mundo “en el que otros seres humanos se mueren de hambre, permanecen analfabetos, carecen de trabajo”, que defiende “la vida en todo momento” y que se esfuerza por “hacer esta tierra cada vez más habitable para todos” (Vigilia de oración, XV Jornada Mundial de la Juventud, Roma, 2000).
Para Agnes, pues, el periódico debía ser “respetuoso pero valiente”, es decir, libre y siempre atento a la dignidad de las personas. Una nota especialmente significativa para nuestro tiempo, en el que el lenguaje se utiliza a menudo para ofender, etiquetar y difundir el odio, especialmente en las redes sociales, y para alimentar las fake news.
El último par de adjetivos -es decir, “fiel pero inteligente”- resume la forma en que Agnes entendía su misión al servicio del papa. Así lo reconoce el propio papa Juan Pablo II en la carta por el 140 aniversario de la fundación del periódico, recogida en el libro de Ingrao: “Constato con placer –escribió Juan Pablo II- que, además de ser una voz atenta y vigilante de la actividad del Papa misionero en las calles del mundo, el periódico ha tratado siempre de comunicar a sus lectores el amor a la Iglesia y al sucesor de Pedro, así como la pasión por las verdades cristianas más sentidas, o a veces discutidas, por el hombre del Tercer Milenio[…]”.
Entre estas líneas y en la vida de Agnes -desde la presidencia de Azione Cattolica– la dedicación a la verdad, que hay que buscar, perseguir, identificar en la bruma de la desinformación, en la arena de la deshonestidad, en los gritos del sensacionalismo. “Amar la verdad significa no sólo afirmarla, sino vivirla, dar testimonio de ella con el trabajo. Vivir y trabajar, por tanto, con coherencia respecto a las palabras utilizadas para un artículo periodístico o un reportaje televisivo” (Papa Francisco, Discurso al Consejo Nacional de la Orden de Periodistas, 2016).
Mientras trabajaba dentro del Palazzo, Agnes nunca fue una expresión de información “palaciega”. Para él, el periódico representaba una ventana al mundo, a los pueblos inevitablemente vinculados e interdependientes, al sufrimiento de las víctimas de las injusticias y las guerras. No es de extrañar que quisiera recuperar la columna que Gonella tenía en L’Osservatore Romano durante los años del fascismo: “Acta Diurna”. Esos breves comentarios sin firma sobre las noticias nacionales e internacionales ofrecían, extraoficialmente, el punto de vista de la Santa Sede sobre los acontecimientos de la semana. Basta con ojear algunos títulos, recogidos en el volumen, para darse cuenta del abanico de temas tratados y de la amplitud del horizonte al que se refería el pontificado de Juan Pablo II y los intereses de Agnes: “Nicaragua”; “La guerra en Bosnia-Herzegovina, en la antigua Yugoslavia, en Croacia: es urgente superar esa estrecha visión”; “El asesinato de Rabin. El esfuerzo por la paz puede ser un drama a cada paso”.
Existe una mirada internacional que abarca todo el mundo, partiendo del contexto local, en un proceso osmótico que enriquece y hace de la información una oportunidad para tejer comunidades, en una perspectiva universal. Advierte el Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti: “Cabe recordar que «entre la globalización y la localización también se produce una tensión. Hace falta prestar atención a lo global para no caer en una mezquindad cotidiana. Al mismo tiempo, no conviene perder de vista lo local, que nos hace caminar con los pies sobre la tierra. Las dos cosas unidas impiden caer en alguno de estos dos extremos: uno, que los ciudadanos vivan en un universalismo abstracto y globalizante […]; otro, que se conviertan en un museo folklórico de ‘ermitaños’ localistas, condenados a repetir siempre lo mismo, incapaces de dejarse interpelar por el diferente y de valorar la belleza que Dios derrama fuera de sus límites»” (n. 142).
Al fin y al cabo, como nos recuerda el Papa Francisco, “el todo es más que las partes, y es también más que su simple suma” (Evangelii Gaudium n. 235). Mario Agnes, con su vida y su forma de entender la profesión, nos enseñó que siempre debemos ampliar nuestra mirada para reconocer un bien mayor que traiga beneficios para todos. El historiador Giorgio Rumi destacó que Agnes “no quiso ser juez ni cronista. En cambio, eligió el camino del testimonio, en la fidelidad de mente y corazón al pontífice. Y con la naturalidad de la armonía, ha dado una contribución de amistad a la actualidad, particularmente fecunda porque se dirige a la verdad de todos los tiempos”.
Verdad y testimonio. Este es el mayor legado que el director de L’Osservatore Romano ha dejado a los operadores de la comunicación y a todos nosotros, y que esta obra nos aporta.
(Traducción de trabajo de Exaudi)