El cardenal Felipe Arizmendi, nos ofrece su artículo semanal titulado “¿Por qué quieren gobernar?”.
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MIRAR
Aunque aún faltan dos años para las elecciones presidenciales en nuestro país, desde hace meses se han destapado los procesos para impulsar candidaturas a esa altísima responsabilidad. A pesar de tantos problemas que tenemos, como el narcotráfico, la violencia incontrolada, la economía inconsistente, la educación degradada, la pandemia recurrente, etc., hay muchos que anhelan llegar a los más altos puestos a nivel estatal o federal. ¿Qué les mueve? ¿Por qué luchan para ser postulados? ¿Por qué pelean entre sí?
Hace años, cuando era obispo en Chiapas y pedían entrevistarse conmigo candidatos a la presidencia de la República, a la gubernatura, o a las presidencias municipales, siempre les preguntaba por qué aspiraban a esos puestos, y todos me respondían que lo que les movía era el deseo de servir, de hacer algo por el pueblo. ¡Magníficas respuestas! ¡Ojalá que así fuera siempre y en todos los casos! Pero con frecuencia en esas bonitas palabras se esconden otros intereses, personales o de grupo, y no es fácil que la mayoría del pueblo discierna quién tiene una vocación auténtica de servidor público, y quién es sólo un luchador populista, con buenas intenciones, pero sin la capacidad de ser un político cabal.
Recuerdo casos de comunidades indígenas donde la asamblea elige a alguien para un cargo, sin que éste se postule o se haga propaganda. El pueblo se fija en los servicios que una persona ha dado a través de su vida, y lo obliga a aceptar un cargo, aunque el nominado se resista. Es un servicio que le pide el pueblo. No es que él ande prometiendo y regalando cosas para que voten por él. Donde esta hermosa costumbre se ha conservado, encontramos un bello ejemplo de política, un servicio a la comunidad. Sin embargo, en muchas comunidades originarias esto se ha perdido, se ha corrompido, y vemos con tristeza luchas entre mismos indígenas por algún cargo. Recuerdo cuando tuvimos que intervenir en el caso de dos mujeres indígenas que luchaban por una presidencia municipal. Ambicionaban tanto el poder político y económico, que organizaron grupos armados para lograr su objetivo. No se entienden razones; no les importa la Palabra de Dios; lo que les interesa es ganar y mandar.
DISCERNIR
El Papa Francisco, en su encíclica Fratelli tutti, dice:
“La mejor manera de dominar y de avanzar sin límites es sembrar la desesperanza y suscitar la desconfianza constante. Se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores, y de este modo la sociedad se empobrece y se reduce a la prepotencia del más fuerte. La política ya no es así una discusión sana sobre proyectos a largo plazo para el desarrollo de todos y el bien común, sino sólo recetas inmediatistas de marketing que encuentran en la destrucción del otro el recurso más eficaz. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación” (15).
“En esta pugna de intereses que nos enfrenta a todos contra todos, donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir, ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino? Un proyecto con grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio. Aumentan las distancias entre nosotros, y la marcha dura y lenta hacia un mundo unido y más justo sufre un nuevo y drástico retroceso” (16).
“Para hacer posible el desarrollo de una comunidad mundial, capaz de realizar la fraternidad a partir de pueblos y naciones que vivan la amistad social, hace falta la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. En cambio, desgraciadamente, la política hoy con frecuencia suele asumir formas que dificultan la marcha hacia un mundo distinto” (154).
“Reconocer a cada ser humano como un hermano o una hermana y buscar una amistad social que integre a todos no son meras utopías. Exigen la decisión y la capacidad para encontrar los caminos eficaces que las hagan realmente posibles. Cualquier empeño en esta línea se convierte en un ejercicio supremo de la caridad. Porque un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se une a otros para generar procesos sociales de fraternidad y de justicia para todos, entra en el campo de la más amplia caridad, la caridad política. Se trata de avanzar hacia un orden social y político cuya alma sea la caridad social. Una vez más convoco a rehabilitar la política, que es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad, porque busca el bien común” (180).
“El político es un hacedor, un constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista y pragmática, aún más allá de su propio país. Las mayores angustias de un político no deberían ser las causadas por una caída en las encuestas, sino por no resolver efectivamente el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado” (188).
ACTUAR
Si tú aspiras a un puesto público, pide al Espíritu Santo que purifique tus intenciones y te ilumine, para que tu servicio sea un acto de amor generoso a tu pueblo. Si eres un ciudadano más, haz oración para que sepas discernir quiénes tienen auténtica vocación de servidores, para apoyarlos, y desechar a quienes van por otros caminos, a veces contrarios a nuestra fe.