15 marzo, 2025

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Cardenal Arizmendi: El Papa Francisco en Canadá

No discriminemos a los indígenas

Cardenal Arizmendi: El Papa Francisco en Canadá
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El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “El Papa Francisco en Canadá”.

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MIRAR

Durante los siglos XIX y parte del XX, el gobierno de Canadá estableció 139 escuelas residenciales en todo el país, con el fin de asimilar a los indígenas a la cultura dominante, porque les parecía que su modo de vivir era muy atrasado. De esas 139, unas 40 fueron confiadas a instituciones cristianas, la mayoría de la Iglesia Católica. Unos 150,000 niños fueron separados de sus padres, muchas veces sin su consentimiento, para una política nacional de asimilación forzada que buscaba occidentalizar sus costumbres. Les impedían hablar en su idioma nativo, les daban alimentos a los que no estaban acostumbrados, no les atendían bien en sus enfermedades y, a causa de todo ello, miles murieron en forma criminal, sepultándolos en fosas comunitarias. Los pueblos originarios actuales, sobre todo sus descendientes, han exigido una reparación del daño provocado. Entre sus exigencias, estaba que el Papa Francisco fuera a Canadá a ofrecer una disculpa oficial de aquellos vejámenes cometidos. El Papa quiso recibirlos primero en Roma y después hizo una visita a esos pueblos, calificando como genocidio lo sucedido y condenándolo como contrario al Evangelio.

Sin embargo, lo que sucedió en Canadá no es un hecho aislado, aunque quizá no con esa misma crueldad. En nuestros países, en las escuelas públicas hay maestros que prohíben a los indígenas usar sus idiomas, vestir según sus tradiciones, y les imponen una cultura muy diferente a la propia. La mayoría de los docentes desconocen la riqueza de esas culturas milenarias, las menosprecian y ridiculizan. Lo mismo pasa en los pueblos y ciudades, donde los indígenas se empeñan en ocultar su identidad, para no ser ofendidos y discriminados. Por eso van desapareciendo idiomas indígenas, pues la sociedad dominante no los toma en cuenta, no los valora, y se pierden culturas que han dado vida a generaciones. Cuando fui párroco en una comunidad otomí (ñhañhú), los catequistas no quisieron que yo aprendiera su idioma, porque me decían que eso ya no valía, que ya no servía, que era cosa de tiempos pasados, y ellos mismos impedían a sus hijos hablarlo, para que no los discriminaran. Esto sigue pasando todavía en muchas partes. Hay sacerdotes con la misma actitud, que no permiten, por ejemplo, que unas partes de la Misa se celebren en esos idiomas originarios. Acompaño a un grupo de traductores al náhuatl y al otomí, y la queja frecuente es que los párrocos no permiten que estos idiomas se usen en la Iglesia.

Lamentablemente, en Seminarios y Casas de Formación de Religiosas y Religiosos, se dan casos de discriminación. No se toma en cuenta a alumnos que proceden de esas culturas. Como si no existieran y nada tuvieran que aportar a la comunidad. Hace años, acompañé encuentros de seminaristas y de religiosas indígenas, a nivel nacional y latinoamericano, y la queja frecuente es que en el proceso de su formación se desconocen y menosprecian sus culturas originarias. Por ello, ha habido sacerdotes indígenas que no quieren ser párrocos de pueblos de su cultura, esconden su identidad originaria y nada hacen por promover sus culturas nativas y por evitar que desaparezcan. Por lo contrario, en algunos Seminarios de diócesis con significativa población indígena, se exige que todos los alumnos conozcan esas culturas y aprendan a hablar en uno de esos idiomas, como condición para ser ordenados presbíteros. A algunos les cuesta ir a vivir en una población indígena, con muchas limitaciones, no en la casa del párroco, y vivir en otra cultura y aprender su idioma; con el tiempo lo valoran y agradecen. Son pequeños intentos, pero muy valiosos para que seamos una Iglesia inculturada en esos pueblos, y no sigamos colaborando en la desaparición de muchas culturas originarias.

 

DISCERNIR

Transcribo sólo dos párrafos de lo expresado por el Papa Francisco en Canadá, y que repitió de una y otra forma durante su viaje:

“No debemos olvidar que también en la Iglesia el trigo se mezcla con la cizaña. También en la Iglesia. Y precisamente a causa de esa cizaña quise realizar esta peregrinación penitencial, y comenzarla esta mañana haciendo memoria del mal que sufrieron los pueblos indígenas por parte de muchos cristianos y con dolor pedir perdón. Me duele pensar que algunos católicos hayan contribuido a las políticas de asimilación y desvinculación que transmitían un sentido de inferioridad, sustrayendo a comunidades y personas sus identidades culturales y espirituales, cortando sus raíces y alimentando actitudes prejuiciosas y discriminatorias, y que eso también se haya hecho en nombre de una educación que se suponía cristiana. La educación siempre debe partir del respeto y de la promoción de los talentos que ya están en las personas. No es ni puede ser nunca algo elaborado previamente que se impone, porque educar es la aventura de explorar y descubrir juntos el misterio de la vida. Gracias a Dios, en parroquias como ésta, día tras día, se construyen por medio del encuentro las bases para la sanación y reconciliación. Sanación, reconciliación”.

“Aunque la caridad cristiana haya estado presente y existan no pocos ejemplares de entrega por los niños, con todo, las consecuencias globales de las políticas ligadas a las escuelas residenciales han sido catastróficas. Lo que la fe cristiana nos dice es que fue un error devastador, incompatible con el Evangelio de Jesucristo. Duele saber que ese terreno compacto de valores, lengua y cultura, que confirió a sus pueblos un sentido genuino de identidad, duele saber que haya sido erosionado, y que ustedes siguen pagando los efectos. Frente a este mal que indigna, la Iglesia se arrodilla ante Dios y le implora perdón por los pecados de sus hijos. Quisiera repetir con vergüenza y claridad: pido perdón humildemente por el mal que tantos cristianos cometieron contra los pueblos indígenas” (25-VII-2022).

ACTUAR

No despreciemos ni discriminemos a los indígenas. Tienen otros valores, otra forma de ser, de pensar, de relacionarse. Animémonos a conocerlos, valorarlos, respetarlos y darles su lugar en la comunidad y en la Iglesia.

Felipe Arizmendi

Nacido en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.