El cardenal Felipe Arizmendi, obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas y responsable de la Doctrina de la Fe en la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), ofrece a los lectores de Exaudi su artículo semanal titulado “Caos Antropológico”.
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MIRAR
Muchos nos sentimos desconcertados por tanta lucha de quienes defienden por todos los medios, también en forma violenta, lo que consideran sus derechos, pero que pueden ser caprichos, imposiciones exteriores, intereses egoístas, ideologías de moda o consignas de ciertos líderes o grupos económicos. Por ejemplo, ya es ley que, si alguien maltrata a un animal, debe pagar una multa e ir a la cárcel. Pero si mata a un ser humano en el seno materno, eso se considera un derecho, que la misma Suprema Corte de Justicia avala y exige que se reconozca en todas las legislaturas locales. Dicen que eso es justicia con las mujeres, que pueden hacer lo que quieran con su cuerpo, pero no les importa el derecho del ser humano no nacido a vivir, siendo que es víctima, inocente e indefenso. Si en verdad defienden a la mujer, entonces, si un embrión o feto es femenino, tendrían que ser consecuentes y defenderlos. Esto es un caos antropológico, pues se defienden unos derechos y se vulneran otros, igualmente o más dignos. Y si nosotros decimos algo en contra, nos tachan de conservadores, trasnochados, enemigos de las mujeres.
¿Cómo se explica que algunos prefieran tener perros, gatos, pericos o especies exóticas, y no quieran tener hijos? Es un caos antropológico que se desprecie a indígenas, campesinos, pobres, afromexicanos, migrantes, indigentes, minusválidos, presos, alcohólicos, drogadictos, sólo por su apariencia externa, por su pobreza. Es un desequilibrio humano que haya quienes defienden a capa y espada las especies en proceso de extinción, la vegetación y la ecología, y esto con razón, pero no apoyan con igual o más fuerza la defensa de la vida humana; no promueven programas de desarrollo para los marginados; no hacen lo posible por detener las guerras que destruyen vidas humanas y defienden la libre venta de armamentos.
Es un caos antropológico que se defienda como derecho poder cambiar de sexo, incluso siendo menores de edad sin consentimiento e información de sus padres, a pesar de estar genética y biológicamente determinados por nuestra genitalidad. Las personas con diferentes tendencias sexuales son dignas de respeto y no deben ser menospreciadas de ninguna forma. Debe legislarse y sancionarse a quien haga lo contrario; pero eso no significa que sea lo mismo ser varón o mujer, o que un varón que se considera mujer quiera vivir y participar en la sociedad y en los deportes como mujer. Lo que es, es, aunque muchos digan lo contrario. Si no respetamos la naturaleza humana, caemos en un caos.
DISCERNIR
Los obispos mexicanos, en el Proyecto Global de Pastoral 2031+2033, afirmamos:
“La humanidad vive un verdadero y profundo cambio de época. Esta nueva cultura desdibuja y mutila la figura humana. Es aquí donde se encuentra el núcleo cultural fundamental: ¡la negación de la primacía del ser humano! Nos encontramos ante una profunda crisis antropológico-cultural” (20).
“La Iglesia no es ajena o extraña a la sociedad en la que se encuentra inmersa. Esta nueva época exige acompañar a cada persona y renovar con valentía nuestro profetismo evangélico, anunciando con fuerza el valor inestimable de la persona, denunciando todo lo que se opone a su plena realización y discerniendo a la luz del Evangelio esta nueva realidad, para encarnar la experiencia de la misericordia, de la comunión y la solidaridad en esta nueva época” (24).
Reconociendo todo lo bueno que hemos logrado en la humanidad, denunciamos también los “signos de una crisis antropológico-cultural en la transformación cultural, la economía, el relativismo, la reducción de la ecología a lo material, las tecnologías de la comunicación, el arribo de inéditas espiritualidades, la crisis de sentido, la migración forzada, nuevas ideologías que afectan a la familia, el rol de la mujer” (27 a 41).
“Al contemplar a Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, descubrimos en todo ser humano redimido por Él, la belleza, la grandeza y la dignidad de su ser. Ante innumerables embates por mutilar, distorsionar, cambiar y ensombrecer la imagen del ser humano, la Iglesia está llamada a proclamar que toda persona tiene un valor en sí misma, independientemente de su condición social, económica, política o religiosa y que por su naturaleza es libre y trascendente, con la capacidad para relacionarse con los demás y con la naturaleza.
Nuestro Señor Jesucristo, en su camino de Redención, ha venido para que el hombre tenga vida y la tenga en abundancia. Son muchas las limitaciones y los atropellos que se cometen en contra de la vida humana y hay situaciones dolorosas en nuestro país que imposibilitan que mucha gente viva con el mínimo de consideración humana y que se le reconozca su dignidad, impidiendo que esa vida plena que Cristo ha venido a traer, se haga realidad en ellos. En el centro de esta realidad se encuentra la fuerza del Reino de Dios, que como cristianos nos lleva a construir las bases de una sociedad donde se reconozca, se valore y se construya integralmente la dignidad de la persona” (172 y 173).
ACTUAR
En el mismo documento, los obispos proponemos: “Destacar, en los espacios eclesiales de evangelización y catequesis, una formación antropológica cristiana de manera integral y sistemática, presentando con claridad la persona de Jesucristo, como modelo del ser humano, desde una perspectiva kerigmática. Generar espacios de encuentro, diálogo y trabajo con otros actores de la sociedad, para colaborar en la reconstrucción de la dignidad de las personas y el tejido social de nuestro país” (173, a y b).