El discurso del Papa Francisco destaca varios aspectos, como el sacrificio y la generosidad de Salvo D’Acquisto, la importancia del amor y la justicia en la sociedad actual, y la inspiración que su historia proporciona a los Carabinieri y a la comunidad en general.
Este sábado, 16 de septiembre de 2023, en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre Francisco recibió en Audiencia a los Oficiales y Militares de los Carabinieri.
Publicamos a continuación el discurso que el Papa dirigió a los presentes durante el encuentro:
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Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Os doy la bienvenida con alegría y os agradezco que hayáis venido. Es un placer encontrarme con vosotros. Hoy estamos aquí en memoria del Subteniente Brigadier Salvo D’Acquisto, Siervo de Dios y Héroe de la Patria, que pagó con el sacrificio de su vida su compromiso con el Arma de Carabineros y hace ochenta años, el 23 de septiembre de 1943, se sacrificó para salvar a rehenes inocentes capturados por las tropas nazis.
Nos hace bien mirar a este colega suyo, a la misión que llevó a cabo con espíritu de abnegación, al testimonio extremo que nos dejó. Recordémosle juntos, pero no para quedarnos anclados en el pasado, sino para encontrar motivaciones sólidas sobre las que construir el futuro. Recordar a este compañero, es decir, no significa demorarse en una conmemoración estéril que permanece retrospectiva, sino aprender, de aquel sacrificio y de aquella generosidad, a renovar hoy nuestro compromiso con la Fuerza, al servicio del bien y de la verdad, al servicio de la sociedad.
Salvo D’Aquisto vivió años terribles: el mundo estaba en guerra, la persecución racial hacía estragos en Europa y la lógica del odio parecía imponerse. En el pequeño suburbio de Torrimpietra, al que había sido enviado tras su petición de ser útil a la gente pobre, veintidós jóvenes corrían el riesgo de ser fusilados por las SS. La falsedad de la acusación que se les hacía, el ciego furor de venganza del que eran víctimas, la fuerza del odio que se imponía a la piedad, fueron anulados por la generosidad de aquel joven subteniente de brigada, que se acusó rápidamente a sí mismo en lugar de a los demás y convenció a los responsables de que él era el único que debía ser ejecutado. Cómo no ver, en el trasfondo de esta historia dramática y conmovedora, la imitación de Jesús que, enviado por el Padre para mostrarnos su amor, dio su vida para liberarnos del poder de la muerte, cargó sobre sí nuestros pecados, «tomó sobre sí nuestros sufrimientos, cargó sobre sí nuestros dolores» y precisamente «por sus heridas fuimos curados» (Is 53,4-5).
Aún hoy, la historia y el sacrificio del suboficial de brigada D’Acquisto representan una advertencia de gran actualidad: mientras vivimos en una época contaminada por el individualismo y la intolerancia hacia los demás, así como por la exacerbación de tantas formas de violencia y odio que vemos en nuestras ciudades, su testimonio transmite un mensaje cargado de la fuerza del amor. A vosotros, comprometidos diariamente al servicio de la justicia y de la legalidad -¡y cuánta necesidad de legalidad hay hoy! – quisiera deciros que todo ello encuentra su razón y su fin último en el amor. La justicia, en efecto, no tiende simplemente a imponer castigos a quienes han obrado mal, sino a restaurar a las personas en nombre del respeto y del bien común. En este sentido, su misión es grande. Quisiera decir que los Carabinieri estáis llamados no sólo a «cumplir con vuestro deber» haciendo cumplir las normas y los procedimientos, sino a hacer que la sociedad sea más justa y humana. Por eso es grande que seáis personas apasionadas, apasionadas como Salvo D’Acquisto; servidores del Estado y del bien común, que combatís la injusticia, defendéis a los más débiles, ofrecéis un sentido de protección a nuestras ciudades. El afecto de los italianos por vosotros atestigua que no son sólo palabras, sino que, gracias al ejemplo de tantos de vosotros, ¡son una realidad!
Por supuesto, todo esto requiere sacrificio y compromiso, disciplina y voluntad, sentido de la responsabilidad y dedicación. Pienso en aquellos de vosotros que os encontráis inmersos en contextos difíciles, donde a menudo la justicia es pisoteada, llamados a luchar contra todo tipo de ilegalidad, contra el crimen organizado y contra un sentido de impunidad a veces desgraciadamente arraigado, contra la mentalidad mafiosa. Pienso en quienes lleváis a cabo tareas de investigación, poniendo sofisticadas tecnologías al servicio de una investigación paciente, meticulosa y competente, para que se desenmascaren las mentiras. Pienso también en quienes, en lugares de conflicto y en contextos internacionales, sabéis tender la mano a la población local, convirtiéndoos en artesanos de la paz a través de la mediación, la promoción humana y la silenciosa construcción del bien. Y pienso también en quienes prestan un valioso servicio cotidiano en las calles de nuestras ciudades y en los rincones de nuestros barrios: hermanos y hermanas, ¡gracias por todo lo que hacéis, gracias, gracias!
No os desaniméis nunca, no caigáis en la tentación de pensar que el mal es más fuerte, que lo peor no tiene fin y que vuestro compromiso es inútil. Mirando a Salvo d’Acquisto, dejaos animar por la pasión del bien. Y, por favor, seguid mostrando cercanía a la gente, que siempre ha reconocido este buen rasgo vuestro. Os bendigo a vosotros, a vuestros familiares y a vuestros seres queridos: ¡ellos también comparten vuestra misión! Que la Virgo fidelis te acompañe y, cuando la invoques, por favor, no olvides rezar también una oración por mí. Gracias.