Para muchos medios de comunicación sólo es noticia lo que es malo. Esto ya da mucho que pensar, e indica claramente que algo pasa, ahí.
Unos, ven en la prensa un medio de información; otros, un poder. A la misma se le ha llamado el cuarto poder. Hay periódicos de gran nombre que son propiedad de grandes poderes políticos, económicos o ideológicos que encadenan su libertad, según sus intereses, impidiendo que sean objetivos, pretendiendo cambiar la realidad por una imagen falsificada. Éstos, ¿son medios de información o medios de desinformación?
Fruto magnífico de la Iglesia del siglo XX fue el sacrosanto Concilio Vaticano II. Durante su desarrollo, los medios de comunicación, a nivel global, mundial, en sus supuestas informaciones, substituyeron sus magníficos resultados por tergiversaciones, desorientando así al Pueblo de Dios y haciendo del Concilio el gran desconocido.
Hoy, también, muy frecuentemente, hay supuestas noticias sobre la Iglesia que no son objetivas, son injustas. Actualmente, una parte muy importante de los medios de comunicación está controlada y dominada por quienes albergan grandes prejuicios contra la Iglesia católica, que tanto desconocen, y que son contrarios a ella, condicionando así sus supuestas informaciones sobre la misma.
El gran avance de la secularización, y la importante crisis de valores, en Europa, también repercute negativamente en el modo de hablar de la Iglesia. Se constata que frecuentemente se abulta el mal, y se sugiere que las cosas están peor de lo que están.
Cristo, fundador de la religión católica, gana a todos en sabiduría y santidad. La moral católica es la más santa, la más pura y la más sublime. Toda ella se compendia en el amor. Cristo es el único gran maestro universal del verdadero amor. Quien se deja modelar perfectamente por la fe católica es santo y perfecto.
Hemos de hacer el bien y evitar el mal. Pero, Dios se ha tomado muy en serio la libertad humana. El hombre, pues, puede elegir entre el bien y el mal, entre pecar y no pecar.
Todo bautizado está llamado a la santidad. Pero, al ser humano le resulta fácil caer en algún pecado. También el católico es débil. La Iglesia católica es santa. Pero, a nadie, pues, puede extrañar que a ella pertenezcan pecadores. El pecado de un católico, pero, siempre es una incoherencia para con su santa religión.
El que es católico de corazón, a pesar de las miserias personales que pueda tener, es una persona que quiere acogerse a moral tan santa, -como quién quiere un paraguas para no quedar perjudicado por la tormenta-, y en esto ya está recibiendo un efecto benefactor de esta moral. Análogamente, el advenimiento del cristianismo mejoró el mundo: hizo la sociedad más humana, etc.
La fe católica ilumina al hombre, dándole la seguridad de verdades morales, que con la sola razón o no alcanzaría nunca o tardaría mucho en descubrir. La moral católica es un fuerte freno frente al mal. Pero, obviamente, es más fácil estrellarse sin frenos, que teniéndolos. Con la religión nos son dadas gracias divinas que nos ayudan mucho a hacer el bien. Como decía el Doctor Angélico, la gracia sana y eleva la naturaleza. Así, pues, en orden a hacer el bien y evitar el mal, la Iglesia puede más que la sociedad sin ella. Además, se comprueba constantemente que, a las sociedades, que giran las espaldas a Cristo y abandonan la religión católica, les sobrevienen grandes males.
Ya que no siempre las supuestas informaciones periodísticas dicen la verdad, se requiere sentido crítico y sentido común. Más sirve el sentido común que la acumulación de ríos de tinta de los periódicos.
Así, cabe preguntarse: ¿en principio, sería lógico pensar que los ateos, y no los católicos, son quiénes más cumplen el precepto católico de la asistencia a la misa dominical? Análogamente, ¿en principio, sería lógico pensar que en el conjunto de los que tienen los mejores frenos se frenará menos que en el conjunto de los que no tienen frenos o tienen frenos muy débiles? ¿No habrá de haber ninguna diferencia entre tener un paraguas y llover sobre mojado? ¿En principio, sería lógico demonizar al conjunto de todos los católicos, que son los que tienen la moral más santa?
Apliquemos ahora estas consideraciones, por ejemplo, al tema de la sexualidad y de la santa pureza.
Desgraciadamente, en el mundo actual, se observa un crecimiento considerable del paganismo, del desprecio a la santa pureza, y del intento de volver a la selva. Algunos de los grandes poderes quieren imponer sobre el mundo actual un nuevo orden mundial, que incluye la vuelta al paganismo. ¿Se podrá pues esperar que el gran ataque contra la santa pureza se encuentre en el mundo católico más bien que en los relacionados con tales ideologías, tan influyentes en todo el mundo actual?
Así, por ejemplo, como ha afirmado el Papa Francisco, el porcentaje de los pastores católicos que han cometido ciertas barbaridades sexuales es mucho menor que el de otros colectivos, como el barrio y la familia. Además, constantemente aparecen estadísticas en las que se comprueba, que, efectivamente, este porcentaje es menor. Es decir, que, comparativamente, en la Iglesia hay menos mal. Esto indica que en la Iglesia hay una mayor elevación, pudiendo compararse la Iglesia a la fuente en medio del desierto. San Josemaría afirmó que siempre ha habido muchos pastores santos. De sacerdotes y religiosos españoles del siglo XX, que en su tiempo fueron tan calumniados, ya hay unos dos millares de mártires beatificados. Christus vincit.
A Cristo santísimo, lo tacharon de malhechor y lo crucificaron. También, actualmente, periódicos anticlericales quieren crucificar a la Iglesia. Olvidan, pero, que Cristo resucitó por su propio poder. Mientras que, los demás, aunque han sabido morir, no han podido devolverse a sí mismos la vida. La religión católica es una religión de resurrección. Como decía Chesterton, la Iglesia está acostumbrada a resucitar. Esto es, de las mismas dificultades, alcanza nueva fuerza. Los mártires son semilla de cristianos. Las puertas del infierno no podrán contra ella. La Iglesia está animada por el Espíritu Santo. La Iglesia es una triunfadora.
Termino con una anécdota. En Cataluña (España), recientemente, una madre agnóstica llevó a su hijo a estudiar a un colegio católico. Sus amigas se quedaron muy extrañadas. Le dijeron: ¿Cómo tú, siendo agnóstica, no siendo creyente, llevas a tu hijo a un colegio católico? Respondió ella: yo soy agnóstica, pero no soy tonta, le he llevado a un colegio católico, porque para mi hijo quiero la mejor educación.